En las Cumbres por el Clima de Naciones Unidas, como la celebrada este año en Madrid, incluso los países más agresivos con el medio ambiente guardan las formas en público. Por mucho que le pese a Donald Trump, no está de moda ser un país irresponsable desde el punto de vista medioambiental. Una figura tan mediática como Greta Thunberg tan solo le ha dado un renovado impulso a esa conciencia ambiental surgida hace medio siglo en los bordes más alternativos de la sociedad y que hoy en día ni siquiera los dirigentes conservadores se atreven a despreciar.
Con esta conciencia general de trasfondo, la Junta de Andalucía, gobernada por el Partido Popular (Juan Manuel Moreno) con el apoyo de Ciudadanos (Juan Marín), ha convertido el 50º aniversario de Doñana en bandera mediática de su “revolución verde” durante este 2019, un año en el que las amenazas se han seguido cerniendo sobre el entorno natural andaluz, pero en el que los tribunales y las denuncias de la sociedad han logrado frenar proyectos como el dragado del Guadalquivir o los fosfoyesos de Huelva.
La “revolución verde” de Bonilla
Aunque un mes antes saltaba la alarma de que la Junta pretendía resucitar el viejo proyecto de unir Cádiz y Huelva con una autovía que cruzara Doñana, el presidente de la Junta llamó a la “revolución verde” durante un Consejo de Gobierno celebrado en el espacio protegido el pasado mes de octubre.
El presidente de la Junta de Andalucía prometió una inversión de 17,5 millones de euros para el espacio protegido (la mayoría de ellos para la reforestación de la zona afectada por el incendio de 2017), activar un comisionado contra el cambio climático, lanzar una Ley de Economía Circular y aprobar un plan forestal de 200 millones de euros para toda Andalucía. Y como colofón: blindar Doñana en el Estatuto de Autonomía.
Los ecologistas se preguntaban si, aunque las palabras expresaban “con una claridad tremenda la preocupación por el medioambiente”, esa postura se mantendría a largo plazo, cuando llegara el momento de “acreditarlas con hechos y actos claros. ¿Cuando pase el 50º aniversario de Doñana nos olvidaremos de las buenas intenciones?”, afirma Juan José Carmona, responsable del grupo ecologista WWF en Doñana.
Doñana es agua
“Doñana es agua”, repiten casi como un mantra los ecologistas. Y es que desde hace años, en Doñana se libra una batalla por el agua acuciada por los efectos del cambio climático, pero, sobre todo, por el robo de agua subterránea de los agricultores ilegales que inundan el norte del espacio protegido. “Hay dos Doñanas: la de dentro y la de fuera de la valla, pero no se pueden gestionar de manera diferente. Se están cerrando pozos ilegales, pero queda mucho por hacer... hay una falta de ordenación en el sector agrícola de la zona”, apunta Carlos Dávila, responsable de Doñana en SEO/Birdlife.
La mitad de las aves amenazadas que se refugian en Doñana está en declive. Nueve de las 22 especies en riesgo que crían en el humedal patrimonio de la humanidad han visto disminuir sus poblaciones desde 2004, según los informes de seguimiento de la Junta de Andalucía. Además, la escasez de conejo, sometido a los estragos de una pandemia, ponen en riesgo a especies protegidas como el águila real, el milano real o el lince ibérico, que se encuentra, en estos momentos, huérfano de una dirección del exitoso programa que lo ha sacado de la extinción.
Cambio climático, el gran reto
La bióloga Carmen Díaz Paniagua lleva cuatro décadas trabajando en Doñana. El suyo es un punto de vista privilegiado: la Reserva Biológica de Doñana, un santuario natural donde trabaja el CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas).
La esquilmación del agua subterránea ha supuesto la desecación de muchas lagunas de Doñana. Los efectos sobre la biodiversidad son directos. Según explica Paniagua, “si, por ejemplo antes se veían 42 especies de libélulas, ahora hay entre 25 y 28 especies. Los efectos se notan mucho en especies como la libélula, que dependen mucho del agua”. Una de las claves para frenar la sangría del agua (se calcula que hay más de 1.000 aguijoneando las aguas subterráneas) es que el acuífero no solo se declare en riesgo, sino que se cierren los pozos ilegales.
En 2017, el CSIC indicaba que “en distintos informes y publicaciones se viene alertando tanto por investigadores del CSIC como de otras instituciones sobre los descensos continuados que se vienen produciendo desde hace maÌs de tres deÌcadas en las aguas subterraÌneas del aÌrea de DonÌana”.
El reto del cambio climático
El cambio climático es uno de los mayores retos socioeconómicos a los que se enfrenta la comunidad andaluza en los próximos años. De nuevo, un espacio tan delicado como Doñana ejerce de canario en la mina. “Estamos infravalorando una catástrofe ambiental y humanitaria. Los humedales van a ser los más afectados por su fragilidad”, afirma Dávila.
Para Dávila, “el cambio climático va a suponer una reducción del periodo de inundación de la marisma, el aumento de los periodos de sequía y la reducción de la disponibilidad de agua para las aves. Además, va a tener asociado un incremento de los incendios, la aparición de plagas, el incremento del nivel del mar y la aparición de fenómenos meteorológicos extremos”.
Más sequía
Según los estudios científicos, el cambio climático agudizará y aumentará las sequías en zonas del planeta como Andalucía. En 2019, la comunidad ha perdido más de un 30% de agua embalsamada y 14 comarcas agrarias andaluzas han entrado en situación de emergencia por sequía severa y 19 por sequía moderada.
Ante una situación delicada tanto a corto como a largo plazo, la comunidad necesita una planificación del consumo de agua más responsable que impida que la agricultura ilegal drene las aguas subterráneas de Doñana o que las zonas de agricultura intensiva y de turismo del litoral agoten los recursos hídricos.
Los riesgos de la minería
Los recursos mineros han seguido dando que hablar este 2018. Las organizaciones ecologistas reiteran su preocupación por el estado de la mina de Riotinto. Una alerta que recuerda a las lanzadas antes de que estallara la balsa de Aznalcóllar y provocara uno de los mayores desastres ambientales de la historia de España, hace dos décadas.
En este caso, Ecologistas en Acción ha presentado un informe que “acredita la alta probabilidad de rotura de las balsas de Atalaya Riotinto Minera, por fenómenos de erosión interna en los muros de las balsas y riesgo de licuefacción”. Son 350 millones de toneladas tóxicas los que se encuentran almacenados en las balsas de Riotinto, cuyo riesgo de rotura se incrementa con los temporales de lluvia. Los ecologistas denuncian que la mina sigue funcionando a pesar de los tribunales han ordenado al gobierno andaluz que paralice su funcionamiento.
Otro tribunal, la Audiencia Nacional, le dio a comienzos de noviembre un ultimátum a Fertiberia para que depositara 66 millones de euros y reparara el el desastre ambiental causado durante años en las marismas del río Tinto (Huelva) con millones de toneladas de desechos tóxicos y radioactivos acumulados durante décadas.
Los fosfoyesos obligan a Huelva a convivir con unos depósitos al aire libre de 120 millones de toneladas de residuos tóxicos, peligrosos y radioactivos. 1.200 hectáreas que, a vista de pájaro, ocupan una superficie similar al casco urbano de la propia ciudad y que sigue filtrando al subsuelo metales pesados y otro tipo de contaminantes como arsénico, cadmio, uranio o zinc.
Los tribunales, aliados ambientales
Los tribunales también se aliaron con la protección de la naturaleza con el dragado del Guadalquivir. El Tribunal Supremo tumbó en julio definitivamente un proyecto que ponía en riesgo Doñana. WWF lo calificó como “el golpe definitivo a uno de los proyectos más dañinos que amenazan Doñana”.
Otro desastre ambiental que se ha seguido con gran preocupación el pasado 2019 ha sido la plaga de algas invasoras en el Estrecho de Gibraltar. Agresiva, salvaje, explosiva. Son solo algunos de los epítetos que se emplean para describir la virulencia con la que el alga Rugulopteryx okamurae ha invadido los fondos marinos del Estrecho de Gibraltar, en lo que Ecologistas en Acción califica como “la mayor amenaza para la pérdida de la biodiversidad en los ecosistemas naturales del Estrecho de Gibraltar”.
La planta marina afecta a los dos orillas del Estrecho de Gibraltar: en el litoral andaluz, desde Sotogrande hasta Trafalgar, y, en la orilla meridional, desde Ceuta hasta Tánger. Las algas no sólo afectan a la vida marina, sino a sectores de la economía local, como la pesca o el turismo. Un convenio de la Universidad de Sevilla con la Fundación CEPSA cuenta con un presupuesto de 400.000 euros para estudiar cómo combatirla.
No todo han sido malas noticias este 2019. Junto al despertar ambiental vivido durante la Cumbre del Clima, en Andalucía el Mediterráneo le ha dado un respiro a las tortugas marinas. Medio centenar de quelonios han quedado varados en el litoral andaluz durante 2018, el mínimo histórico de la última década.
En 2018, vararon tan solo 49 tortugas marinas y 130 cetáceos, principalmente. “En términos globales, 2018 ha sido el año con menor número de varamientos en la costa andaluza”, según la Consejería de Agricultura, Pesca, Ganadería y Desarrollo Sostenible.
También ha habido buenas noticias
La fauna también le ha dado una gran noticia al medioambiente: 700 linces ibérico alejan a la especie de la extinción. Con 90 ejemplares, la especie se encontraba al borde de la extinción. Un programa pionero, que ahora se encuentra sin director, tras la jubilación de Miguel Ángel Simón, y para el que la Consejería de Desarrollo Sostenible ha invertido 3.5 millones, según la consejera Carmen Crespo.
¿Será la ciencia la que logre plantar batalla al cambio climático? Desde la Universidad de Sevilla, Miguel García Muñoz habla de “un solo en la tierra” y del “santo grial” contra el cambio climático para hablar del proyecto en el que trabajan más de 60 científicos: construir un sol de la Tierra. Del tamaño, eso sí, de una pelota de 10 centímetro de diámetro. Un reactor de fusión nuclear (que no fisión) podría generar energía limpia. En cuestión de pocos años, podríamos tener pequeños soles generando una energía inagotable y limpia.
Lo que no cambia es El Algarrobico, el símbolo por antonomasia de la destrucción del litoral español. El Algarrobico, el hotel de 21 plantas y 500 habitaciones construido por la constructora Azata del Sur en la playa del municipio de Carboneras (Almería), sigue erguido un año más. Ninguna administración termina de ponerle, al gato, el cascabel del derribo. ¿Caerá este 2020?