Así conviven la enfermedad mental y el coronavirus: “Esto es un cambio muy fuerte que a nosotros nos cuesta mucho”
“¿Cómo lo voy a llevar? No es fácil quedarse encerrado en casa porque necesito salir a la calle y dar paseos”. Salvador Toledano vive solo en un pueblo del poniente almeriense, Balerma, de 5.000 habitantes. Tiene 56 años y lleva medicándose de su trastorno bipolar desde los 24, cuando andaba terminando su carrera de Ingeniería Eléctrica en Linares (Jaén). Recuerda que, tras ser diagnosticado, pasó una larga época más tiempo en el hospital que en su casa, y hasta “amarrado a una cama”. Aquello fue “una vacuna para lo que está pasando ahora”, señala, con el confinamiento por el estado de alarma para contener la expansión del coronavirus.
Lo lleva bien a juzgar por su tono de voz al otro lado del teléfono. Aunque dice que “las telecomunicaciones” le tienen “sobrepasado”, uno de sus entrenimientos son los torneos de ajedrez que juega con algunos amigos en su grupo de Whatsapp o en el ordenador. “Esto un cambio muy fuerte que a nosotros realmente nos cuesta mucho porque tenemos la vida ya ordenada, tengo que tener mis horas de sueño, mi medicación, mi orden. Escribo, leo, juego mi partidilla de ajedrez, ver la tele, lo que sea”.
Confiesa que en cierto modo aprovecha cuando llega la hora de ir a la farmacia o a la tienda para asomarse al paseo marítimo. A su bipolaridad suma problemas de colesterol, diabetes y asma, recuenta. “Me hace falta una playa y respirar. Esto es un cambio de rutina. Cuando tiene los talleres en la asociación, de jardinería, de deporte y otras actividades, te cortan eso y es como si a los abueletes le quitan el dominó, pues también se agobian en la casa. Igual que los niños tienen que estar en la escuela y si están todo el rato en casa pues todo cambia”, comenta.
“Corazones con patas”
Acerca de su trastorno señala que “tengo mis ratos más apagados” pero ha conseguido “con mi medicación, con mis horas de sueño y mi orden” controlar su enfermedad. Llama “corazones con patas” al “colectivo de salud mental”. “No son personas que te engañen, ni que te mientan. Son gente muy noble, muy humilde a las que hay que acercarse para conocerlas”, recomienda. “Tendremos que ir pensando en algunos nuevos recursos o alternativas para poder dar proyección a los enfermos mentales, con algún tipo de visita a domicilio, no lo sé”, sugiere.
Dice Salvador que “todo esto sobrepasa todo lo que podríamos llegar a pensar. Es increíble. Nadie podría haber pensado en esta película de ciencia ficción. Si a esto se le suman los miedos de una persona con problemas de salud mental, pues... En estos colectivos hay todo tipo de personas. Conozco a compañeros que están peor en casa que en los talleres de la asociación porque algunos familiares se ponen nerviosos”, apunta Salvador, quien ofrece su visión de la situación: “Esto está pasando por alguna razón. Nada es por casualidad, ¿sabes? Aquí a más de uno se nos está tocando la fibra. Hasta la forma de habar del presidente, la forma de hablar. No es miedo, es respeto a todo en general. Hay que ser un poco más humilde. ¿Qué velocidad llevamos? Las telecomunicaciones ya me sobrepasan. Ya no soy capaz de llegar a nada. Es como si el mundo mismo hubiera dicho 'basta ya, no corred tanto, vamos más despacio'. Estamos todos podridos. ¿Y los bulos? ¿Que necesidad tiene la gente de contar una mentira?”
Según explica a este periódico Cristina González, presidenta de la Federación Andaluza de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (FEAFES Andalucía Salud Mental), la entidad que aglutina al movimiento asociativo de las personas con problemas de salud mental y sus familias en la comunidad, “primero está la persona y luego está su problema de salud mental” pero está claro que “tienen que tener sus cuidados, sus tratamientos, etc.”. La casuística es diversa, pero “es importante que se acepten y cada uno con los apoyos busque soluciones, sus estilos de vida, sus apoyos”.
“Hay familias que no están preparadas”
“Se ha paralizado todo, aunque algunas entidades mantienen la atención domiciliaria a las personas con más necesidades en función de sus caracteristicas. En un momento de crisis como este, es muy importante mantener un mínimo con algunas personas, pero tenemos que saber que hay muchas personas que han dejado de ir a otros recursos grupales como hospitales de día o comunidades terapéuticas”, señala la presidenta de FEAFES, entidad miembro del Comité de Entidades Representantes de Personas con Discapacidad de Andalucía (CERMI Andalucía), que atiende a este medio desde un centro de salud de la alpujarra almeriense.
González conoce a Salvador Toledano, quien “ha aprendido cuáles son sus puntos de apoyo tras luchar contra su estigma. ”Hay gente mucho menos autónoma y la familia tiene un papel fundamental“, considera la doctora, que sabe que ”la convivencia en estos momentos se puede hacer dura, porque el ambiente ya es tenso de por sí, y hay familias que no están preparadas para vivir todo el día con personas con algún problema de salud mental, pero hay que aprender a manejar todas las situaciones“.
A su juicio, el coronavirus y el estado de alarma servirá en cualquier caso para que, a posteriori, se refuerce con una campaña de sensibilización “la importancia de utilizar los recursos que existen para el colectivo de personas con enfermedades mentales”. “Muchos de estos recursos se desconocen pero creo que todo esto va a suponer un antes y un después para valorar la orientación y los apoyos que ofrece el tejido asociativo”.
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