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El San José Obrero: un colegio sevillano con alumnos de 30 países rompe prejuicios y sirve de ejemplo pedagógico

En el colegio San José Obrero se trabaja la diversidad /foto: G. V.

Gema Valencia @gemabunda

El Colegio de Educación Infantil y Primaria (CEIP) San José Obrero es uno de esos colegios que llaman “gueto”. Son aquellos que tienen un problema de concentración, donde el porcentaje de un determinado perfil de alumnado es alto. Según el informe  Mézclate conmigo. De la segregación socioeconómica a la educación inclusiva de Save the Children, además, “no responden a la heterogeneidad que caracteriza la sociedad actual”.

Actualmente el 50% del alumnado del San José Obrero, ubicado en el distrito sevillano de la Macarena, es de origen extranjero; más de 200 de los 412 estudiantes que conforman el centro. Esto ha tenido varias consecuencias, entre ellas, los prejuicios que arrastra y de los que le cuesta desprenderse. “Es un estigma que se ha tenido siempre, porque se le ha tenido por el colegio de los extranjeros o por el colegio de los gitanos”, explica su director, Miguel Rosa. Por su composición, muchos piensan que el centro no es bueno, y “hay familias que no son extranjeras, la mayoría de ellas, que se llevan a los niños fuera del colegio, a otras zonas, pensando que van a llevarlos a un colegio mejor”, continúa Rosa. 

“Me ha sorprendido gratamente”

Para Verónica Navas y Rocío Martín, el San José Obrero no era la primera opción para sus criaturas. “Después, es verdad que hemos tenido posibilidad de cambiarlos, pero los nuestros siguen ahí y muy contentos, la verdad”, apunta Navas. “En un principio tienes miedo por el tema de tanta diversidad, pero me ha sorprendido gratamente”, confiesa Martín. Esta madre cuenta, respecto a los prejuicios que se tienen a la hora de matricular a los menores, que “la primera sensación es que íbamos a ser los extraños nosotros en el propio cole”. Pero tras la impresión inicial, Navas asegura que “para ellos [sus hijos] son todos compañeros, son todos iguales; ellos no notan diferencias de ningún tipo. Para ellos, la diversidad de la que tanto se habla es lo normal”.

Algunas familias prefieren otros colegios, pero en cambio otras eligen el San José Obrero porque está en su zona y les gusta, y a los que les gusta, “son extranjeros y lo quieren también porque tiene extranjeros”, argumenta Rosa. También lo prefieren algunas familias de origen español, pero con hijos adoptados fuera del país. Tras informarse sobre las escuelas de la zona, a Elisabet Padial le recomendaron el San José Obrero por su proyecto educativo y por la gestión que hacen de la diversidad. “Buscábamos un sitio justo donde mi hija no tuviera ninguna posibilidad de recibir ningún rechazo por su origen”, explica. 

No sólo padres y madres ven con recelo la diversidad del centro. Otras controversias han surgido en ciertas partes del distrito Macarena a raíz de la próxima apertura de un centro de acogida para menores extranjeros no acompañados en el entorno de la avenida de la Cruz Roja. Algunas personas asocian la delincuencia a la llegada de migrantes a la zona, y se han manifestado con el apoyo del partido de extrema derecha Vox. Esta realidad contrasta con la que se vive en otras áreas del distrito y que precisamente concentran mayor porcentaje de extranjeros. El San José Obrero se encuentra en una de ellas, y cada día demuestran que hay otras formas de afrontar la diversidad “de una manera enriquecedora e inclusiva”. 

La rutina de este colegio podría ser la de cualquier CEIP de nuestro país. Sus muros acumulan 47 años de historia en uno de los corazones de la Macarena. Como parte de la barriada del Carmen, ha sido testigo directo de los cambios que ha ido sufriendo la zona a lo largo del tiempo. 

Un entorno que cambia

“El colegio ha cambiado mucho”, comenta Miguel Rosa, tras 16 años en su dirección. La transformación comenzó en 1997 cuando empezó a llegar alumnado del Vacie, uno de los asentamientos chabolistas más representativos de Sevilla. En el curso 2002-2003, cuando Rosa tomó la dirección del centro, es cuando empezó a entrar alumnado de origen migrante. “El cambio es muy potente, pero muchas veces eso se debe también a que los entornos donde están los colegios también cambian. Y el entorno de este colegio ha cambiado mucho”, aclara. 

Lo cierto es que la población del distrito Macarena es muy diversa. Según los datos del Padrón municipal de habitantes de Sevilla de 2018, el 10% de las personas que lo habitan son de origen extranjero, lo que la convierte en la zona con mayor proporción. A este porcentaje sólo le sigue el del distrito del Casco Antiguo, con un 9%, pero los países de origen con mayor peso son muy diferentes. Mientras que cuatro de las cinco nacionalidades más numerosas del centro proceden de Europa, seguida de China en el quinto lugar, en la Macarena las procedencias mayoritarias son Marruecos, Bolivia, Nicaragua, Rumanía, y de nuevo, en quinto lugar, China.

Este contexto del que forma parte el San José Obrero, junto con las decisiones en la elección de centro de las familias, propicia la composición del alumnado. La prueba son las más de 30 nacionalidades que pueden contarse entre las niñas y niños que acuden diariamente. 

La diversidad es un asunto transversal en el colegio. Como comenta Rosa, “el manual de la diversidad o la receta para trabajarla no existe. La diversidad se trabaja desde que se abre el colegio a las 7 de la mañana, con el aula matinal y los desayunos, hasta que se cierra por la tarde con las actividades de las 7 de la tarde. En esas 12 horas se trabaja con los alumnos  y con las familias”.  

Desde el primer momento en el que una niña o niño llega al colegio, se pone el foco en detectar las dificultades que pueda tener, bien en cuestión de idiomas, bien con el refuerzo de alguna materia, etc. Para atender las distintas circunstancias que puedan darse de manera rápida, el centro dispone de una estructura formada por un equipo de apoyo. “Es como si entra un enfermo a las urgencias del hospital; se hace el protocolo necesario para darle respuesta y que empiece a funcionar en el menor tiempo posible”, apunta Rosa. 

Esa estructura abarca desde lo más general hasta lo más concreto. Un ejemplo es la figura del tutor o tutora: cuando un menor llega al colegio, tiene a su lado a un estudiante que ya ha pasado por la misma situación de ser el nuevo, de llegar de otro país y comenzar sus clases en el San José Obrero. Ese estudiante le acompañará y le enseñará cómo funciona el colegio, y le servirá de puente hasta que se sienta cómodo con el resto de compañeras y compañeros. 

De esta forma, el centro se adapta a las necesidades de su alumnado, y no al contrario. Por eso, y atendiendo a la diversidad que lo caracteriza, se esfuerzan en fomentar el conocimiento del bagaje cultural de los que lo rodean. La tarea la abordan mediante proyectos específicos.

Músicas del mundo

Los talleres Antropoloops son uno de ellos. Llevan desarrollándose en el colegio desde hace dos años, centrados en el alumnado de quinto y sexto de primaria. “El proyecto surge como un intento de traducción”, explica Rubén Alonso, uno de los miembros del equipo. “Un acercamiento creativo, que es trabajar desde la remezcla de músicas tradicionales del mundo, visualizando los procesos”, continúa.

En la práctica, desarrollan metodologías y herramientas con las que usar la remezcla de músicas tradicionales como vehículo con el que poner en valor la diversidad cultural del centro. “Ellos preguntaban en sus casas sobre canciones significativas, objetos y fotografías asociadas a esos recuerdos y trabajamos luego combinando y remezclando todo ese material”, cuenta Alonso.

Sesión 1ª Un viaje musical from talleres antropoloops on Vimeo.

De la Macarena a Polonia

Partiendo de la experiencia del curso pasado, han querido abrir el horizonte de actuación al barrio. “Salir al barrio a grabar las músicas del barrio. Como salir de lo interno a lo externo”, comenta Fran Torres, otro miembro del equipo de Talleres Antropoloops. “Hemos empezado a grabar qué músicas hay en el barrio, con las características que tiene”, añade. 

Bajo la misma idea, este año han abierto una nueva línea de actuación a través de intercambios con otros centros educativos de otros lugares del mundo. Como parte de Culture for Solidarity, una investigación artística internacional que indaga en las causas de la fragmentación europea, han realizado una actividad colaborativa con un colegio polaco. “Decidimos trabajar con una especie de postales sonoras. La idea parte de tener una correspondencia con otros niños y niñas en Polonia, usando cintas de casete, donde no mandáramos imágenes, ni vídeos, ni texto; solamente sonido”, explica Torres. 

Este tipo de proyectos que integra habitualmente el San José Obrero no sería posible sin la permeabilidad y la apertura al entorno. “Siempre hemos tenido muy claro que nos teníamos que abrir al entorno, porque el entorno es la realidad del colegio”, indica Miguel Rosa. Y añade: “Las familias viven aquí detrás de la valla del colegio. Entonces, si los padres, participan en el centro, si los proyectos que estamos haciendo tienen que ver con los padres, esas familias intervienen después en proyectos del colegio”. Consiguen, así, que la valla de separación sea permeable, y que el CEIP sea un agente más del barrio. 

Centro permeable

“El hecho de que el centro educativo tenga esa apertura, y que las organizaciones que tienen proyectos innovadores vengan, hace que las organizaciones conozcan el barrio, conozcan la realidad e igual se quitan algún tipo de prejuicio si lo tenían o incluso hace que adapten mejor sus intervenciones”, razona Elisabet Padial. “Además, luego en las actividades tienes que participar, y ahí muchas veces estamos todos codo con codo”, opina Rosalía Fernández, cuyas dos hijas e hijo han pasado por el colegio. 

Los comercios de la zona también consideran que el trabajo del CEIP “ayuda” a gestionar la diversidad del barrio, tal y como cuenta Manuel Ruiz, quien regenta una papelería. “A mí me entran 20.000 chiquillos y yo veo esa educación, ese mimo que tienen, ese afán de trabajar, ese afán por aprender, y yo lo veo maravilloso”, concluye. 

Premiados

La labor del San José Obrero repercute en la barriada donde se integra, y además ha atraído la atención de diversos organismos. Su actividad ha sido premiada en multitud de ocasiones: solo en 2017 recibieron el Premio al Mérito en la Educación de la Junta de Andalucía; el Premio Magisterio a los protagonistas de la Educación y el Premio Andalucía sobre migraciones de la Junta de Andalucía por el fomento de la interculturalidad en su programa educativo.

La diversidad, tratada como un factor de enriquecimiento del centro, es un modelo que ha dado sus frutos y que les ha llevado a colaborar con proyectos internacionales que han puesto su mirada en el CEIP. Pero lo cierto es que, a pesar de esos frutos, los baches en el camino siguen apareciendo: para el próximo curso escolar dispondrán de una línea menos en infantil, lo que implica que dentro de unos años, su alumnado se verá reducido a la mitad. 

El día a día de los colegios denominados “gueto” en nuestro país puede no ser el mismo que el del San José Obrero. Su realidad se construye gracias a las redes que se tejen y se producen entre toda la comunidad educativa, las familias y asociaciones y colectivos del distrito. “Eso de que la diversidad enriquece es una realidad. Se descubre mucho más. Esa diversidad de las propias familias les hace sentirse mucho más parte del San José Obrero, y como parte de él, también hace que seas mucho más responsable con toda esa entidad; con todo este cole que forma parte de ti”, explica Rosa.

Quizás no existan recetas para trabajar la diversidad pero, al final, es la comunidad que rodea al colegio la que cuida de su alumnado. Una comunidad abierta, diversa e implicada que se construye con la aportación de quienes la integran. 

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