En la calle Pagés del Corro, en el barrio sevillano de Triana, dos personas de etnia gitana esperan fumando un cigarrillo en la puerta de la Delagación Provincial de la Consejería de Bienestar Social. Unos metros más allá, más de cien personas hacen cola para recoger un bocadillo en el comedor social gestionado por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. El constraste es brutal. “Yo tendría que reclamar mi derecho a una vivienda, a un salario digno, pero sé que los políticos no me lo van a dar. He dado muchas vueltas por las administraciones y nunca me responden. No tengo trabajo ni nada. El alcalde o el de turno, como mucho, me va pedir que rellene otra vez un papel, no me va a dar un plato de comida. Así que estoy aquí”, explica una mujer de 40 años que quiere mantener el anonimato. Asegura que la primera vez que acudió sintió vergüenza. “Ya no me importa, al menos ellas me ayudan”, dice sosteniendo un chaquetón blanco que acaban de darle las monjas. “Antes venían sólo personas que viven en la calle, ahora vienen muchísimas familias en paro, con niños... los nuevos pobres; estamos desbordadas”, afirma una hermana mientras atiende el trasiego de necesitados. En la mayoría de los casos, ambos progenitores están en paro y han agotado las prestaciones o cobran ayudas que no les permiten hacer frente a los gastos básicos.
“No cabe duda de que el perfil ha ido cambiando significativamente. Hay gente que realmente no tiene nada, que ha perdido su trabajo, que ya no puede pagar el alquiler, la hipoteca, los recibos y que nunca había pensado que tendría que acudir a Cáritas”, explica Anselmo Ruiz, presidente de Cáritas Andalucía. La organización, con 572 trabajadores y 10.000 voluntarios, ha pasado de atender a 151.000 personas en 2007 a 400.000 en 2011, es decir, un 62% más. Ruiz asegura que en época de crisis, la gente aporta más dinero. Y denuncia, en cambio, los retrasos en los pagos de la Administración. “Siempre se recorta por los pobres. Tenemos que recuperar la política con mayúsculas. No todo vale. A los partidos les toca sentarse porque son ellos los que están al servicio de la gente y no al contrario”, afirma. “Siendo solidario la vida tiene sentido”, concluye.