El teniente del ejército español Luis Gonzalo Segura ha perdido 13 kilos en los últimos dos meses. Come muy poco, lo justo, porque su estómago no le permite todavía demasiadas fiestas. Por eso, cuando en la noche de este jueves los miembros de la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC) de Granada trataban de meterle toda la comida posible entre pecho y espalda, en el mismo bar de la Comandancia, él declinaba una y otra vez las ofertas, sonriente, cortés, agua mineral en mano (“es que no puedo, de verdad que no puedo”)… hasta acabar transigiendo con la tapa de jamón sólo por corresponder a los anfitriones, que más que guardias civiles parecían un pelotón de abuelas a punto de perpetrar un cocido: “Venga, que tienes que hacer cuerpo”.
El cuerpo de Luis, es cierto, ha perdido volumen y salta a la vista incluso para quien no le hubiera visto nunca antes; otra cosa es la energía. Otra cosa es que la aparente fragilidad actual de este madrileño de 37 años, complexión afilada, verbo fácil y mirada vivísima, se desvanezca al instante en cuanto estrecha la mano del interlocutor y empieza hablar. Tampoco cuadraría su discurso con lo que gran parte del imaginario colectivo suele entender por militar: como ninguno de quienes le celebraban ayer en Granada por su “valentía al atreverse a plasmar en un libro la cara oculta del Ejército Español” encajarían en el perfil de la guardia civil caminera de los romances de Lorca.
“Es que”, reflexiona Luis, “¿qué información recibe el ciudadano del Ejército? Lo del teniente general Mena, en 2007, diciendo que cuidado con el Estatuto catalán, porque estamos aquí… Por eso es importante decirle al ciudadano: ojo, que no todos somos así. Esto ayuda a humanizarlo, que la gente vea que somos nosotros mismos los que nos movemos para cambiar las cosas”.
Esto, a lo que se refiere Luis, es la novela que publicó el pasado mes de mayo, titulada de manera expeditiva Un paso al frente: un volumen convertido ya en best-seller, rebasando en estos momentos su quinta edición (no sólo por lo que cuenta, también por un admirable pulso narrativo), que ha puesto en el punto de mira a su autor precisamente por atreverse a disparar contra la (hasta ahora) intocable, hermética vida militar española, inescrutable de muros afuera.
Porque eso es lo que ha hecho Luis con este libro, en palabras de Cecilio Medina, secretario provincial y portavoz de la Asociación Unificada de Guardias Civiles de Granada: abrir “una ventana” para poder ver “a quien no quiere ser visto” por oscuras razones. “Luis, con su libro, ha abierto esa ventana”. Ha sido honrado con el premio AUGC Granada 2014, explica Cecilio, porque los miembros de la Asociación también saben “lo que conlleva levantar la voz. Se debe reconocer de alguna manera”.
Para Luis ya ha conllevado, en primer término, haber pasado 60 días en el centro de reclusión militar de Colmenar Viejo (“como una cárcel”), 22 de ellos profesando la huelga de hambre que se ha cobrado esos 13 kilos que le faltan. “El encierro es una sensación rara, porque tienes unas rutinas muy marcadas, vives en un ala prácticamente aislado… Pero yo tuve incluso que pedir un permiso especial para comer con el resto de sancionados porque, según el comandante, envenenaba las mentes de los demás. Tuvimos que hacer un pacto de honor para que yo no hablase con el resto del libro, de la corrupción…”.
El honor
Pactos de honor. Cecilio Medina interviene de nuevo para lanzar una pregunta al aire: “¿De qué honor estamos hablando? ¿Del de los coroneles que apoyan a otro coronel acusado de acoso sexual…? ¿Está el honor en apoyar al que está arribaarriba, o a la víctima, llámese capitana acosada sexualmente, por ejemplo…? Porque parece que el honor está en esconder los trapos sucios. ¿No será que estamos usando el honor como argumento para callar? Y la principal divisa de la guardia civil es el honor. Cuando das respuesta a lo que se espera de ti. Cuando hay un accidente y vas, caiga lo que caiga; cuando alguien cae al agua desde un barco y te tiras tú detrás. Eso es el honor. Y quien crea que es otra cosa le hace un flaco favor a la guardia civil. Quien piense que no estamos para servir a los ciudadanos es que está en una época anterior”.
“Es curioso”, ironiza Luis, “porque ellos llaman traición a lo que he hecho, yo soy un traidor”traidor.
“Que ser valiente no salga tan caro, / que ser cobarde no valga la pena”, cantaba Sabina en una conocida ranchera. Al teniente Luis Gonzalo le está saliendo bien caro ser valiente; pero, ¿a qué tiene tanto miedo el Ejército español?
“A mí me han sancionado”, responde Luis, “por manifestaciones contrarias a la disciplina. Pero, ojo: en el mismo artículo existía la modalidad de aseveraciones falsas; no han sido capaces de sancionarme por eso porque saben que lo que estoy diciendo es cierto. Es un matiz importante, porque si lo que yo digo es cierto… Lo que ha conseguido el libro es unir las piezas del puzle, darle un sentido. ¿Cuál es ese sentido? Pues que cuando hay un problema en un cuartel no suele ser coyuntural de ese cuartel en concreto: es un problema estructural. Hace falta una fiscalización de todos los cuarteles. A las fuerzas armadas no les importa, a la postre, que salga un caso concreto por esto o lo otro; lo que les importa es que la gente se entere de manera más generalizada”. Y para eso sirve una novela: “Una noticia se olvida. Pero cuando lees 390 páginas de un libro, te lo llevas contigo para toda la vida. Puedes olvidar al autor, lo que quieras; pero la esencia te la llevas contigo. Entonces, que muchos lean y se den cuenta de que todo esto es una locura…”.
El teniente insiste en el término fiscalización por resumir bien la mayor urgencia, en su opinión, dentro del estamento militar: “Te pongo un supuesto. En la sociedad civil hay jueces. Con mayor o menor independencia, sí, pero como te enganche un juez empeñado en llevar algo hasta el final, se acabó. Pero, ¿qué pasaría si los jueces estuvieran afiliados a los partidos; y más, jerarquizados; y más: que los partidos pudieran deponer a un juez? ¿Habría habido [caso] Bárcenas, habría habido ERES aquí en Andalucía? Es que hablamos de una dictadura en las fuerzas armadas: ¿Cómo nos van a investigar los guardias civiles (que son los que tendrían que dar la patada y entrar a investigar en un cuartel) si el que manda es un general que depende del Ministerio de Defensa, es decir, del ministro del que depende su carrera…? Yo pediría que la guardia civil nos pudiera investigar, por ejemplo”.
“Ahora soy libre”
Pero, ¿no existen esas hipotecas, a la postre, en muy diversos ámbitos de la sociedad civil? “Ésa es nuestra condena”, responde Luis, “el pensar de forma individual en vez de en lo social. Decimos: 'mientras a mí no me toque…'. Pero como todos piensan igual, entonces tú te ves solo, nos vemos solos…”.
Y sin embargo hay cosas que sí merecen la pena, según el teniente. “Por supuesto. Porque al día siguiente de salir [de su reclusión] me presenté vestido de uniforme en un plató de televisión. Fue un mensaje, un desafío: me habéis encerrado y a las 24 horas salgo vestido de uniforme, no de civil; estoy doblando la apuesta porque creo que ha merecido la pena. Que a uno le encierren es psicológicamente muy duro. Yo no me lo imaginaba… Pero yo hace seis meses que recuperé mi libertad. Ahora soy libre. Me pongo a hablar contigo y digo lo que pienso, lo que siento, no me escondo; no tengo ese dolor interno, esa insatisfacción de saber que no estás haciendo lo que debes hacer (y debí hacerlo hace ya muchos años…). Te despiertas, te das cuenta de eso, y das el paso. No me arrepiento de absolutamente nada. Y conmigo que hagan lo que quieran…”.
Al fin y al cabo, es un asunto de honor.