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Un día de Todos los Santos pandémico en el cementerio sevillano de San Fernando: “Hoy no es normal ná”

Un hombre durante su visita al Cementerio de San Fernando en Sevilla, a 1 de noviembre

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El alumbrado público se apagó a las 07.40 de la mañana. Los más madrugadores, principalmente personas de la tercera edad, se unían a la fila en la entrada de carruajes del Cementerio de San Fernando en Sevilla. El servicio público de Protección Civil había acordonado las vías de acceso y salida y el personal del cementerio había colocado carteles informativos con las medidas preventivas de COVID-19 para este puente de Todos los Santos y Difuntos.

Es un día señalado en el calendario para el camposanto. José Antonio ha llegado el primero. “En media hora no hay sitio. Aquí siempre hay problema de aparcamiento”, dice. Viene a visitar a sus padres y está al corriente del dispositivo especial que el Ayuntamiento de Sevilla ha organizado para mitigar el riesgo de transmisión del coronavirus. “La mascarilla, la distancia... lo que ya venimos haciendo todos los días”, resalta. Estas medidas son obligatorias. Además es aconsejable que los grupos no superen las 4 personas y el uso del gel hidroalcohólico aunque no existen dispensadores disponibles.

La Junta de Andalucía realizó una serie de recomendaciones –como aumentar el horario de apertura, limitar de aforo y reducir los grupos de visitantes– para los camposantos andaluces. Sin embargo, cada municipio ha puesto en práctica estas indicaciones dependiendo de las particularidades de sus cementerios. Esto ha provocado que algunos ciudadanos no supieran cuáles eran las medidas preventivas aplicables a su localidad. Mientras en unas ciudades como Córdoba, la empresa de cementerios ha puesto en marcha un sistema de cita previa para evitar aglomeraciones, en Sevilla la visita es libre. Al igual que en Granada.

“Hay tantas leyes ahora, que una no sabe”, se escucha en la fila. La Consejería de Salud también sugirió a los visitantes que llevasen sus propias botellas de agua para rellenar los jarrones de flores y para la limpieza de nichos y lápidas. Con esto se intenta evitar, en la medida de lo posible, el uso de puntos de agua. “¿Entonces están abiertas las fuentes?”, pregunta una mujer. “¡¿Cómo no van a estarlo!?”, salta otra cargada con todos los bártulos para el lavado de las tumbas de sus familiares. Un señor, precavido, escuchó en la radio la recomendación y ha traído “su botellita”. “Yo no puedo venir cargada con una garrafa de agua en el autobús”, le contesta otra visitante. La duda queda hasta que aparece Antonio, que ayuda en el puesto de flores de María Angeles, colindante al cementerio. “Los grifos están abiertos. Sólo se cerrarían en caso de que hubiera mucha gente”, explica.

Pero Agustín ya ha salido de casa con una botella de 5 litros de agua. “Me habían dicho que era necesario, si no, no la traigo.” Viene con su hermana y su madre y para ellos hoy es otro día más. “Nosotros venimos cada diez días”, dice. Ya están acostumbrados a las medidas de seguridad e higiénicas en el cementerio, pero a lo que no se acostumbra es a que “la gente se acuerda de los muertos una vez al año. Ponen las flores y hasta el noviembre que viene”.

“La cosa está tranquila”

Ana, una de las porteras de la portada principal del cementerio, reconoce que hay confusión entre la ciudadanía por “lo que escuchan” sobre las recomendaciones. Otro ejemplo es el tiempo de visita que, según esta empleada, ha hecho que “mucha gente mayor se quede en casa”. Las autoridades sanitarias han aconsejado que la visita no exceda de los 30 minutos, pero el consistorio hispalense descartó esta medida debido a la extensión y a las largas distancias en el Cementerio de San Fernando. Se ha recordado a los usuarios, de todas formas, que permanezcan el tiempo imprescindible en el camposanto. “No hace falta estar tanto tiempo. Yo voy a la última pared”, dice un visitante, que reconoce que no ha habido claridad con las informaciones.

Más allá del lío, “la cosa está tranquila”, dice Miguel Ángel, otro de los porteros situados en la puerta de San Jerónimo. Su compañera Ana resalta que “el protocolo, por lo general, se mantiene aunque no todo el mundo viene con la lección aprendida”. Por ello, durante toda la semana el trabajo del personal del cementerio, además de la carga habitual que se soporta en estas fechas cada año, se ha intensificado para velar por el cumplimiento de las recomendaciones higiénico-sanitarias.

El plan especial desarrollado por el Ayuntamiento ha favorecido que la ciudadanía haya ido al recinto de “forma más escalonada” aunque ayer (por sábado 31 de octubre), dice Ana, la afluencia “fue descomunal”. Hoy espera “un día normal de difuntos, pero con pandemia”. Una señora, entre la mascarilla y las medidas, lo tiene claro: “Hoy no es normal ná. Hay mucha gente de los pueblos que no ha podido venir”. El cierre perimetral de Sevilla ha reducido las visitas durante este fin de semana, confirman desde el cementerio. El refuerzo en el transporte urbano así como el despliegue de la Policía Local para la organización de los aparcamientos colindantes se ha mantenido. “No ha habido ningún problema ni nada reseñable”, aseguran fuentes policiales.

La normalidad de las festividades de Todos los Santos y de los Difuntos está marcada este año por la pandemia. La mayoría de los muertos no saben de COVID-19. Se fueron sin prohibiciones de besos ni de abrazos. Sin mascarillas. Si volvieran a la vida, se despertarían temprano para observar la nueva coronovírica rutina como hicieron los antiguos habitantes del Macondo para reconocer su pueblo después de la llegada del capitalismo.

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