Se trata de una fórmula netamente americana que también funciona en Aragón. Un business angel es un particular que aporta dinero, experiencia y contactos a nuevas iniciativas empresariales con el objeto de obtener ganancias futuras. De este modo, el emprendedor obtiene una financiación que complementa a la financiación bancaria. “Con los tipos de interés tan reducidos, los bancos no quieren asumir riesgos a la hora de conceder créditos a empresas, ahí es donde entra la figura del business angel”, explica Pedro Mata, director de la Fundación Aragón Invierte.
Este organismo ha recopilado 346 proyectos emprendedores en sus tres años de vida. De ellos, 40 han sido aprobados y 85 están en proceso de serlo. “Los negocios susceptibles de recibir financiación de manos un inversor privado tienen que ser viables y factibles, pero sobre todo invertibles, es decir, que puedan ofrecer rentabilidad a un tercero”, asegura. Además, tienen que estar ya en funcionamiento o en vías de hacerlo, ya que no se financian ideas, “ideas tenemos todos, tiene que existir un grupo de personas detrás de ellas que estén llevándolas a acabo”, subraya.
Los proyectos que resultan más interesantes a los inversores privados son los relacionados con Internet y las nuevas tecnologías, “son atractivos y no requieren de una gran inversión inicial”. Los que se quedan por el camino no eran lo suficientemente invertibles o bien se movían en un sector de elevada competencia. Cinco negocios se han puesto en marcha recientemente en Aragón gracias a esta fórmula. Se trata de dos empresas de venta de productos y tres de carácter tecnológico. “Los emprendedores suelen requerir entre 50.000 y 250.000 euros para sacar adelante nuevos proyectos. De capital privado se obtienen unos 100.000 euros de media”, comenta Pedro Mata.
Mediante un acuerdo de financiación, emprendedor e inversor se convierten en socios y se reparten los porcentajes de participación en el negocio. “Recomendamos a los inversores que no se queden con la mayoría de la empresa, sino con una minoría protegida por un pacto de socios, para no restar motivación al nuevo empresario. También les pedimos que diversifiquen ya que la teoría dice que ocho de cada diez inversiones en startups fracasa”. Otra de las claves del business angel es su aportación no tangible, es decir, su experiencia, conocimiento o incluso su agenda de contactos. Según Mata, “hay casos paradigmáticos de inversores que han puesto muy poco dinero, apenas 3.000 euros, pero sin embargo han mejorado la estructura de costes del emprendedor, le han puesto en contacto con los proveedores adecuados o le han presentado a grandes clientes potenciales, y eso es tan importante o más que el dinero”.
En la Fundación se han dado de alta 45 business angels y diez más están valorando hacerlo, “el número crece cada año”. En cuanto a su perfil existen tres claramente diferenciados, según el director de Aragón Invierte: “Empresarios de éxito que quieren apoyar otras iniciativas, empresas que buscan diversificar y directivos que la crisis ha dejado en paro y que quieren dedicar su talento y su indemnización a poner en marcha un nuevo negocio”, enumera.
Un caso de éxito
El de Fidel, Elvira y Eduardo es uno de los cinco proyectos que han salido adelante en Aragón gracias a esta fórmula de financiación privada. Sensovida, su empresa, desarrolla un sistema de teleasistencia avanzada para personas ancianas que viven solas. La idea de estos tres ingenieros estaba ya en fase de pruebas cuando se planteó a la Fundación Aragón Invierte. “Nos ofrecieron asesoramiento para mejorar el plan de negocio y formación en materia de comunicación”, recuerda Fidel de la Hoya, uno de los impulsores de esta iniciativa. Y, sobre todo, “nos pusieron en contacto con personas interesadas en nuestro proyecto, porque cumplir los requisitos supone acceder a un foro de inversión que es un escaparate inmejorable”, explica.
Así, la empresa ha conseguido unos 100.000 euros de financiación de manos de tres inversores privados que prefieren permanecer en el anonimato. “Se trata de una empresa vinculada al sector de asistencia a la tercera edad, una fundación con fines sociales y una firma tecnológica”, detalla. La clave para convencerlas fue “la preparación del equipo humano y la confianza que les generamos, así nos lo han dicho”, comenta.
Pero esta startup no solo ha obtenido financiación de sus business angels, “nos interesa conseguir lo que se llama smart money o dinero inteligente. No queremos alguien que invierta y se olvide de nosotros sino que aporte otras cosas como contactos o experiencia en el sector”, asegura Fidel. La empresa comenzó a funcionar a principios de año y ya han recibido el Premio Emprendedor XXI que concede La Caixa a la empresa más innovadora. El siguiente paso es consolidarse y seguir obteniendo financiación para crecer.