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El viernes 12 empezó la campaña electoral -de precampaña llevamos meses- para las elecciones del 28-M y, según la mayoría de los sondeos, tanto el nuevo gobierno de Aragón como el de Zaragoza se decidirán por unos pocos votos. Es posible que, en las dos instituciones gobiernen coaliciones de progreso, pero también que veamos en la vicepresidencia y en la vicealcaldía a representantes de la extrema derecha. Dependerá, en buena medida, de la capacidad de movilización que demuestren las opciones progresistas, de que los votantes de izquierdas seamos capaces de superar el desánimo que produce la política institucional realmente existente.
Las campañas electorales no suelen ser los mejores espacios para la reflexión y el análisis, para presentar proyectos estratégicos que incidan en las causas de algunos de los importantes problemas que tenemos -sanidad, cambio climático, despoblación…-, menos si la solución abarca más de una legislatura. En la mayoría de los casos nos presentan alternativas parciales, cuando no frases ocurrentes o, simplemente, intentos de desacreditar por cualquier medio al oponente político. Se genera de esta forma un ambiente confuso, crispado y desagradable que, lejos de animar a la participación, contribuye al desprestigio de la política.
La estrategia de las derechas es obviar que las elecciones son locales y autonómicas y confrontar con el presidente Sánchez, quieren “derogar el sanchismo” (¿la subida de las pensiones?, ¿del salario mínimo? ¿el pacto ibérico sobre la energía? ...) pero poco dicen de lo que quieren hacer en las ciudades y Comunidades Autónomas.
No obstante, aunque no lo digan, nos podemos hacer una idea de cuál va a ser la forma de gobernar de las derechas, ejemplos tenemos. Y no solo en Madrid, con Isabel Díaz Ayuso como representante del sector más ultra del PP, o en Castilla y León con la subordinación del PP castellanoleonés a Vox, el avance de la ideología de extrema derecha ha impregnado a los “moderados” Moreno Bonilla y Núñez Feijóo, que hacen suyas las políticas medioambientales de Vox en relación con Doñana.
En el otro lado del espectro político, al margen de la valoración de su gestión, ya sea en el gobierno o en la oposición, la izquierda aragonesa tampoco ha estado muy fina. Muchos votantes de izquierdas echamos de menos un mayor esfuerzo por la unidad, al menos electoral, especialmente para el ayuntamiento de Zaragoza, donde dos de las tres candidaturas de la izquierda distinta del PSOE pueden no alcanzar el 5%, quedarse sin representación y darles la mayoría a las derechas. No estaría de más que hiciesen público su compromiso de buscar objetivos comunes que pudiesen defender conjuntamente.
A pesar de todo, de que no estemos en el escenario más ilusionante, es necesaria la movilización y el voto a las candidaturas progresistas, el día 28 nos jugamos mucho.
En primer lugar, nos jugamos las bases del desarrollo de la sociedad aragonesa: en servicios públicos, cohesión social, derechos y libertades…. La devoción que Jorge Azcón siente por la “colaboración” público-privada -ya lo vimos con el nuevo hospital Quirón- le ha llevado a decir que aumentará la partida destinada a los conciertos en la enseñanza, no parece preocuparle la situación de la pública, especialmente en los barrios y zonas rurales. No sé si estará de acuerdo en que la justicia social es un invento de la izquierda para buscar la confrontación, si no es así, él que tanto emplaza a Lamban para que se enfrente con Sánchez, debería criticar públicamente a su compañera Ayuso.
Además, aunque estas elecciones no son la primera vuelta de las generales – no van de acabar con el “sanchismo”, de defender a España de los bolivarianos o los independentistas ni de los múltiples anuncios con que todos los días nos sorprende el presidente Sánchez-, es cierto que su resultado influirá en la capacidad de las izquierdas para diseñar un proyecto político unitario para la próxima confrontación electoral.
Por último, en el plano internacional, los partidos equivalentes a Vox están avanzando en toda Europa y gobernando en Finlandia, Hungría, Polonia e Italia y el Partido Popular Europeo cada día está más próximo a su política. El avance de las ideas de extrema derecha en el mundo está poniendo en cuestión décadas de avances sociales y también en este plano es importante el fortalecimiento de la izquierda. Más teniendo en cuenta que en 2024 hay elecciones europeas.
Porque el 28-M nos jugamos mucho, las organizaciones de izquierdas tienen que hacer un esfuerzo por ilusionar al votante progresista, porque se movilice. Y, en cualquier caso, aun sin excesiva ilusión, tenemos que votar la opción que mejor nos parezca para garantizar el futuro de nuestra ciudad y nuestra Comunidad.
El viernes 12 empezó la campaña electoral -de precampaña llevamos meses- para las elecciones del 28-M y, según la mayoría de los sondeos, tanto el nuevo gobierno de Aragón como el de Zaragoza se decidirán por unos pocos votos. Es posible que, en las dos instituciones gobiernen coaliciones de progreso, pero también que veamos en la vicepresidencia y en la vicealcaldía a representantes de la extrema derecha. Dependerá, en buena medida, de la capacidad de movilización que demuestren las opciones progresistas, de que los votantes de izquierdas seamos capaces de superar el desánimo que produce la política institucional realmente existente.
Las campañas electorales no suelen ser los mejores espacios para la reflexión y el análisis, para presentar proyectos estratégicos que incidan en las causas de algunos de los importantes problemas que tenemos -sanidad, cambio climático, despoblación…-, menos si la solución abarca más de una legislatura. En la mayoría de los casos nos presentan alternativas parciales, cuando no frases ocurrentes o, simplemente, intentos de desacreditar por cualquier medio al oponente político. Se genera de esta forma un ambiente confuso, crispado y desagradable que, lejos de animar a la participación, contribuye al desprestigio de la política.