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Las crucecitas

Todos los años recibimos el mismo mensaje durante estas fechas. Estamos inmersos en la campaña de renta. Desde el Gobierno nos recuerdan que Hacienda somos todos, aunque una abogada del Estado haya dicho que la frase no es nada más que un eslogan al que no hay que darle mayor importancia.

Nos gustaría creer que fue una estrategia procesal que no encerraba mensaje alguno. Con gran pesar tenemos que reconocer que la letrada tenía razón.

En primer lugar encontramos a fundaciones variopintas que sirven para eludir obligaciones fiscales a adineradas familias escondidas tras una fórmula legal que hace opaca su tributación, eximiendo de carga impositiva a prácticamente la totalidad de los beneficios de las fundaciones.

A continuación podemos enumerar a sociedades que gozan de una especie de limbo fiscal y quedan enmarcadas en la categoría de “Paraíso de las Finanzas”, son las llamadas SICAV. Su aportación a las arcas del Estado es en un porcentaje tan exiguo que sonroja pensar en España como país que aboga por tener un sistema de redistribución de la riqueza.

El escalón más descarado de desfachatez lo encontramos en una sociedad exenta de cualquier tipo de gravamen y obligación impositiva. Ni sus actividades, ni sus bienes muebles e inmuebles están sujetos a control contributivo. Merced a unos Acuerdos con la Santa Sede firmados a la sombra de los Concordatos emanados del rancio franquismo, nos topamos con la sangrante realidad: la Iglesia Católica Española tan solo rinde cuentas ante la Hacienda Celestial. “Hacienda somos todos” es un chiste para la Conferencia Episcopal Española. Rouco lleva años partiéndose de risa.

No obstante los obispos se afanan en convencernos para que marquemos todas las casillas posibles en la declaración de renta. Nos bombardean con publicidad en la que utilizan profusamente las recurrentes imágenes de siempre:

Los viejitos desvalidos ayudados por las caritativas monjitas, niños desnutridos auxiliados por amables voluntarios, indígenas expoliados, etnias y razas masacrados atendidos por menesterosos misioneros, enfermos y discapacitados que reciben atención, amor y comprensión a través de médicos, enfermeras y religiosos de Organizaciones profusamente alabadas por su labor asistencial.

En resumen: caridad de la Iglesia Católica en pro de los desfavorecidos ofertada a través de sus oficinas asistenciales.

Se esmera la curia en esconder la equidad porque la victoria de la justicia representaría la desaparición de su razón de ser. 

Sin desfavorecidos, perseguidos, masacrados y atormentados a la Iglesia solo le quedarían los dogmas religiosos. Eso cada día da menos poder.

Los dioses pierden adeptos a la misma velocidad que los humanos descubren las insensatas perversiones de los clérigos. En cambio… ¡Qué bien vende la labor social!

El resultado de marcar las casillas es que quitan de otros menesteres sociales las cantidades que son destinadas a la Iglesia. Se deja de invertir en escuelas y hospitales para hacerlo en sotanas y confesionarios. La realidad es que entre todos financiamos el capricho místico de los integristas religiosos. La situación no deja de resultar intolerable.

Más aún cuando conocemos que la Conferencia Episcopal Española dedica al mantenimiento de la cadena televisiva 13TV un 33% más que lo que aporta a Cáritas, en ese momento el asunto exhala un hedor insoportable.

Para los Rouco, Cañizares, Blázquez, Camino y otros compañeros de credo tiene escaso valor la obra social de la que tanto alardean a la hora de pedir subvenciones si se compara con el trato de privilegio que le otorgan al juguete televisivo con el que publicitan su sociedad.

En un Estado neutral en materia religiosa es necesario erradicar este tipo de privilegios medievales. Seguir contribuyendo vía Presupuestos Generales del Estado y usando los fondos públicos para complacer unas determinadas creencias, además de injusto es anacrónico en un Estado aconfesional.

Desde el poder político tendrían que comenzar a colocar a este país en la órbita del siglo XXI en lugar de mantenerlo a los pies de las cruces que tan insistentemente nos piden que marquemos en ambas casillas. Con una damos dinero a la Iglesia y con la otra también.

Todos los años recibimos el mismo mensaje durante estas fechas. Estamos inmersos en la campaña de renta. Desde el Gobierno nos recuerdan que Hacienda somos todos, aunque una abogada del Estado haya dicho que la frase no es nada más que un eslogan al que no hay que darle mayor importancia.

Nos gustaría creer que fue una estrategia procesal que no encerraba mensaje alguno. Con gran pesar tenemos que reconocer que la letrada tenía razón.