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Las elecciones del 20 de diciembre dejan un escenario inédito en la política española. Por primera vez, la noche electoral acabó sin saberse con certeza quién gobernará el país los próximos cuatro años. Los ciudadanos hablaron y dejaron un escenario diferente que, para algunos analistas, es sinónimo de incertidumbre.
No estoy de acuerdo. Evidentemente, creo que todos los partidos que nos presentamos a las elecciones habríamos preferido otro resultado, que nos hubiera garantizado una clara mayoría según nuestros intereses y que permitiera una mayor comodidad a la hora de aplicar las políticas que creemos que son necesarias para mejorar la vida de la ciudadanía.
Pero los electores nos han dado un mensaje claro y que, pienso, así será a partir de ahora en todas las convocatorias electorales. Nos han dicho que tenemos que encontrarnos, pactar, abrirnos al diálogo, ceder, buscar acuerdos… En definitiva, lo que es la esencia de la política. Gestionar este escenario no va a ser fácil. Y le corresponde al partido más votado que, aunque a mí no me guste pero como demócrata acepté con deportividad, es el PP. Pero ser el más votado no le permite, a priori, una alianza sencilla de gobierno. Los ciudadanos reclamaron cambio, cambio progresista, y nos han dicho que hablemos entre nosotros si la fuerza más votada no encuentra apoyos suficientes. Esa es la grandeza de la democracia y legitima a otras fuerzas a encontrar el pacto si la más votada se encuentra aislada por el resto.
Evidentemente a mi partido, el PSOE, el PP no nos encontrará. Hay voces interesadas que juegan a decir que el PSOE aceptaría un Gobierno de Rajoy, pero demuestran que sus tímpanos están taponados: hemos dicho ya que no apoyaremos a quien durante este tiempo hemos acusado de hacer políticas antisociales y ser laxo con la corrupción. Por eso el PSOE esperará con paciencia y talante democrático a que el PP trate de formar Gobierno. A él le corresponde. Y solo en el caso de que no pueda –con nosotros no tendrá mayoría— entonces nos corresponderá la tarea de encontrar acuerdos con otras formaciones con las que, en determinados puntos, podemos tener algo en común. Habrá que esperar y solo deseo que se imponga la madurez democrática y que todos estemos a la altura de un cometido de tanta magnitud y trascendencia.
Por otro lado, quiero resaltar que estoy contenta. Mi partido no ha obtenido un gran resultado electoral. Pero a quien nos acusa de sacar pecho pese a obtener unos malos resultados habría que explicarle que es una noticia que nos alegra, tener 90 diputados cuando la izquierda se ha fragmentado y mi partido y mi candidato, Pedro Sánchez, ha sido el enemigo a batir de todo el arco parlamentario. Durante estos días de campaña, el resto de la izquierda no oyó ni un ataque hacia ella ni de mí ni de Pedro Sánchez. No podemos decir lo mismo de su actitud hacia nosotros. Han centrado su campaña en el mismo objetivo que la derecha, desgastarnos y crear –junto a encuestas que la realidad ha invalidado y campañas mediáticas interesadas— estados de opinión negativos hacia nuestro partido. Pero no ha sido suficiente, más bien al contrario. Nos han desgastado, pero salimos reforzados de una campaña que por muchos motivos pasará a la historia. En cualquier caso, alguna izquierda tiene que repensar si esa estrategia de intentar debilitar a partidos con los que están condenados a entenderse beneficia a alguien. Yo tengo claro a quién: al Partido Popular. Me gustaría que otros hicieran esta reflexión.
Estoy convencida de que el futuro nos depara a todos una etapa apasionante.
Las elecciones del 20 de diciembre dejan un escenario inédito en la política española. Por primera vez, la noche electoral acabó sin saberse con certeza quién gobernará el país los próximos cuatro años. Los ciudadanos hablaron y dejaron un escenario diferente que, para algunos analistas, es sinónimo de incertidumbre.
No estoy de acuerdo. Evidentemente, creo que todos los partidos que nos presentamos a las elecciones habríamos preferido otro resultado, que nos hubiera garantizado una clara mayoría según nuestros intereses y que permitiera una mayor comodidad a la hora de aplicar las políticas que creemos que son necesarias para mejorar la vida de la ciudadanía.