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“La alimentación es un motor de cambio político”

La asociación Biela y Tierra acaba de recibir el Premio de Excelencia a la Innovación para Mujeres Rurales y el Premio Alimentos de España. Sin embargo, una de las integrantes del equipo del proyecto Biela y Tierra, la bióloga Edurne Caballero (Barcelona, 1976), reconoce que han sido unos premios con sabor agridulce, porque lamenta que el apoyo teórico no se está traduciendo en apoyo económico desde la Política Agraria Comunitaria.

Enhorabuena por el Premio de Excelencia a la Innovación para Mujeres Rurales y por el Premio Alimentos de España, ¿os esperabais estos reconocimientos?

La verdad es que fue una sorpresa muy grande y muy grata, sobre todo, porque es el reconocimiento a tantas y tantas personas que han creído en esta propuesta y que están trabajando día a día en nuestros territorios rurales para promover un modelo diferente, sostenible, que pone la vida en el centro y permite a las generaciones presentes y futuras pensar en un planeta vivo. 

¿En qué consiste el trabajo por el que os han premiado?

Nos han premiado por la globalidad de nuestro proyecto. Surgió en octubre 2018 por la inquietud que sentíamos las cuatro componentes del proyecto, Sole López, Cris Vázquez, Ana Santidrián y yo misma, ante la situación ambiental, social y económica en la que nos encontramos. Es necesario afrontar una serie de retos, como sociedad. Vemos que en el mundo rural se concentra un parte muy importante de las soluciones y, a la vez, son lugares en que cada vez están cada vez quedando más despoblados, a pesar de que es allá donde se producen el 100% de nuestros recursos. Ante esta inquietud, sabiendo que hay tantas personas y tantas iniciativas que están trabajando de manera muy constante para proponer alternativas, pensamos en visitarlas, pedalearlo, movernos en bicicleta y contar todo esto que estamos viendo. Así lo hicimos. Cogimos nuestras bicicletas, salimos el 1 de julio de 2019 de Zaragoza y, a través de 2830 kilómetros, en cuatro meses de pedaleo, visitamos más de 125 iniciativas del norte de la península. Nuestro objetivo era mostrar de esas iniciativas, informar y sensibilizar de la situación real del sistema alimentario globalizado y de cómo estas alternativas permiten transitar hacia un futuro más sostenible. Para Biela y tierra, la agroecología, la soberanía alimentaria, los eco feminismos y la movilidad sostenible son pilares esenciales para transitar hacia modelos más sostenibles. No podemos olvidar dos ejes transversales: un consumo consciente y transformador y un mundo rural vivo. Sin estos dos elementos, el resto no se sostiene.

¿En qué seguís trabajando actualmente?

La ruta terminó el 5 de octubre de 2019, pero seguimos trabajando, con la ilusión de volver a salir a pedalear, para conocer y difundir más iniciativas. También seguimos trabajando en difundir todo el material que recogemos, de enorme valor para informar y divulgar sobre el poder de la alimentación de la población en general. Una cosa muy interesante que hemos descubierto es la importancia de transmitir todo esto a las nuevas generaciones, especialmente a los jóvenes del mundo rural, que están faltos de referentes que han decidido apostar por otro modelo, quedarse en su pueblo para construir alternativas que transitan hacia la sostenibilidad o jóvenes que han decidido dejar las ciudades e ir al mundo rural para poner en marcha proyectos.

Con todo, en redes sociales, habéis lamentado que los premios han tenido un sabor agridulce, ¿por qué?

Sí, porque nos entregaron el premio de excelencia a la innovación de las mujeres rurales; a la semana siguiente, el de Alimentos de España y, justo al día siguiente, el 23 de octubre, se aprobaron los criterios marco de la nueva Política Agraria Comunitaria que va a regir los presupuestos y las líneas de acción a nivel de desarrollo rural y de agricultura en los próximo siete años. Y es un PAC que es muy triste porque atenta directamente contra la biodiversidad y el bienestar de millones de familias en Europa. Teníamos esperanza de que ante las evidencias científicas categóricas sobre el colapso ambiental y la biodiversidad, en esta situación de pandemia, pudiera haber un cambio de políticas para incorporar modelos que favorecieran el fomento de la biodiversidad y el apoyo a la agricultura familiar y más local. No ha sido así. Se mantiene el status quo de la PAC anterior, con una correlación de fuerzas, con una promoción de la intensificación y de las grandes explotaciones y se margina a los pequeños productores y a las explotaciones con mayor valor ambiental. Es algo que no podemos entender. Nos sentimos orgullosas y satisfechas de que desde el Ministerio de Agricultura se premie a un proyecto de comunicación que pone a las pequeñas explotaciones, a la producción agroecológica y a las redes de apoyo en el centro, pero a su vez, apoyan una PAC que nos lleva a un panorama bastante desalentador.

¿Cómo debería ser esa PAC?

Actualmente la PAC agrava las desigualdades, especialmente a través de los pagos directos a la superficie, y no se centra en las necesidades reales de los agricultores y los ganaderos. Ahora mismo, el 80% de la PAC va destinado a ayuda directas a la producción vinculadas con la superficie; sólo el 20% restante está asociado a lo que llaman eco esquemas, que son esas prácticas que incorporan fines medioambientales. Lo que se propone desde muchos movimientos ambientalistas y asociados a la soberanía alimentaria es apostar no por la superficie, sino vincular las ayudas a los sistemas de producción que están aportando más valor añadido a los territorios: los que conservan el paisaje, fomentan la biodiversidad, reducen el uso de fitosanitarios tóxicos… son prácticas que van a favorecer una transición hacia un modelo mucho más sostenible. Desde Europa ya se han establecido una serie de estrategias de las que se ha hablado mucho, la estrategia de la granja a la mesa, la de biodiversidad... que marcaban unas líneas de actuación para transitar hacia la sostenibilidad, vinculadas al pacto verde europeo. Con esta nueva PAC, no se está transitando en esta línea, que sería la localización de los sistemas alimentarios, la reducción del uso de fitosanitarios tóxicos, la incorporación de técnicas agroecológicas... Si por un lado se establecen políticas en el marco ideológico que van en la línea de la sostenibilidad, del apoyo a nivel social de las pequeñas producciones, de la producción de alimentos sanos, justos y sostenibles, pero cuando hablamos de la gestión de los presupuestos seguimos con esas políticas que nos abocan al fracaso y que apoyan a los lobbies de la agroindustria, ¿de qué estamos hablando? 

Es decir, que Europa sí defiende vuestra filosofía pero no la aplica a la hora de repartir el presupuesto...

No podemos olvidarnos de que la PAC está gestionando más de un tercio del presupuesto total europeo. Son 400 mil millones de euros en siete años. Es la política de más peso a nivel presupuestario de Europa. Es algo que nos afecta absolutamente a todos y los ciudadanos desconocemos la realidad de hacia dónde va todo ese presupuesto, a pesar de que está muy vinculado a las políticas de desarrollo rural que se hacen en nuestros pueblos. En los pueblos se encuentran con muchos problemas porque, como las ayudas van vinculadas a la superficie, muchos agricultores siguen manteniendo sus fincas para recibir la subvención, sin participar realmente de la producción al sector primario. Esto veta la incorporación de los jóvenes al sector primario, porque no tienen disponibilidad de esas tierras. Está claro que las personas quieren seguir recibiendo esa PAC, pero es tremendamente injusta y no permite que haya un verdadero relevo generacional en el campo y una transformación profunda de los sistemas de producción que se adapten a la realidad ecosistémica. No nos podemos olvidar que el sistema alimentario globalizado, con la producción intensiva, la agricultura industrial, la movilidad de alimentos por todo el mundo genera, según el panel intergubernamental de expertos del cambio climático, entre el 25 y el 30% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero. Estamos hablando de que el sistema alimentario globalizado actual tiene un impacto muy grande en nuestras vidas. A nivel económico, como apuntábamos, una parte muy importante del presupuesto europeo está dedicado a la PAC. A nivel ambiental tiene un impacto inmenso, sin hablar de los impactos en la salud, con todos los casos de problemas asociados a las dietas, muy relacionado con el tipo de alimentos que tenemos a nuestra disposición. 

Entonces, ¿la compra de alimentos también es un acto político?

Evidentemente. Nosotras decimos que la alimentación es un motor de cambio de político, porque está imbricada hasta lo más profundo de nuestros actos cotidianos y de la realidad de las zonas rurales y de las ciudades. Tenemos la suerte de que, en nuestras latitudes, como mínimo, comemos tres veces al día; muchas veces, incluso cinco. Cada vez que estamos sirviéndonos un plato estamos decidiendo a qué modelo queremos apoyar con el dinero que invertimos. Si en nuestro plato priman esos productos que vienen de lejos, gestionados por grandes multinacionales, producidos con la explotación de los recursos y de las personas, con la contaminación… estaremos apostando por un modelo de mundo. Sin embargo, si en nuestro plato priman productos de temporada, ecológicos, locales, alimentos producidos por pequeñas explotaciones familiares... estaremos apoyando a ese modelo que permite un mundo rural vivo, que esas personas sigan vinculadas con su territorio, que está protegiendo la biodiversidad, que no está contaminando, que está recuperando esos saberes y variedades que han estado vinculados con nosotros, asociados a nuestra cultura durante tanto tiempo.

¿Creéis que este modelo puede recibir un nuevo impulso con la pandemia?

Está claro que a nivel de la población la pandemia y el confinamiento ha permitido a la gente pararse, reflexionar sobre cuáles son las cosas importantes en su vida y las necesidades que debe cubrir. La alimentación es algo esencial. La gente ha tenido más tiempo para estar en su casa, se ha puesto a cocinar, ha buscado productos de temporada y locales. Sin ninguna duda, si tenemos acceso a productos locales y de temporada, van a ser mucho más sabrosos y te van a dar más placer. Además, por supuesto, son mucho más sanos, porque están producidos libres de tóxicos. Esa sensibilidad existe en la población. Pero esa sensibilidad tiene que ir unida a un apoyo por parte de las administraciones y de las políticas que se van a implementar: permanencia de los mercados locales de venta directa, apoyo a los pequeños proyectos familiares de producción agroecológica, fomento y apoyo de la recuperación de variedades locales, apoyo a la diversificación de nuestra gastronomía, a la recuperación de sabores tradicionales vinculados con lo que somos, con nuestra cultura y con nuestra fisiología. Por eso, existe ese interés por parte de la población, pero es esencial que se recoja también desde las administraciones y de cómo se entiende como bienestar social.