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“Todos mis alumnos habían visto la foto de la novia de algún amigo desnuda”

Fran Castaño (Ejea de los Caballeros, Zaragoza, 1966) conoció al televisivo Pedro García Aguado cuando el ex jugador de waterpolo dio una charla sobre su adicción a las drogas en el instituto donde Castaño impartía clases. Desde entonces, han abierto varias asesorías juntos, han escrito tres libros y pronuncian conferencias sobre redes sociales y sobre educación. Ahora, colaboran con la campaña del gobierno de Aragón “Cómo sacar un 10 en el uso responsable del móvil”.

El Gobierno de Aragón ha publicado un decálogo para un uso responsable del móvil, ¿qué le parece a usted más importante?

Todo el decálogo es importante porque lo único que dice es que hemos de poner unas normas sobre cuándo se debe utilizar el móvil y también qué debemos de hacer ante peligros como el bullying. Se trata de marcarse momentos libres, de que el móvil no es necesario para estudiar, de que hay proteger la intimidad... es un conjunto de normas que todos ya sabemos, pero uno de los mensajes que nosotros intentamos hacer llegar es que “a ti te puede pasar”. Nadie es consciente de esto, todo el mundo piensa que a nosotros no nos puede pasar, que nuestro comportamiento no tiene importancia.

Con ese “a ti te puede pasar”, ¿a qué os referís?

Cualquier cosa. Por ejemplo, todo el mundo sabe lo que es el sexting gracias a las charlas que ofrece la Policía Nacional en Zaragoza, en los colegios. Sin embargo, hay una especie de prepotencia entre los chicos porque piensan que eso les pasa a los demás, que ellos controlan. Y ocurre lo mismo con los padres, que piensan que a sus hijos nos les va a pasar. Pues bien, ocurre. Ocurre más con las niñas que con los niños, que con 12, 13, 14 o 15 años, se hacen una foto desnudas y se la envía al novio porque se han jurado amor eterno. Los adolescentes tienen relaciones muy intensas, equivalentes a los matrimonios para una persona mayor; por eso, se juran amor eterno en relaciones que duran tres semanas o un mes. Durante ese tiempo, confían ciegamente; las niñas piensan que su novio jamás les va a traicionar, pero el niño la comparte y la enseña. Yo soy profesor de instituto y el año pasado pregunté a mis alumnos de Segundo de Electromecánica, entre 17 y 25 años. Todos habían visto la foto de la novia de algún amigo desnuda en el móvil. Sin embargo, las niñas no tienen ni idea de que este comportamiento es tan común. En el informe que hizo la comunidad europea hace tres o cuatro años sobre el uso de las nuevas tecnologías, había un dato importante: el 86 % de los padres de niños acosados o acosadores no tenían ni idea de lo que estaba ocurriendo.

¿Cómo convencer a padres y a hijos de que, realmente, les puede pasar a ellos?

Nosotros contamos siempre casos que hemos conocido. Se trata de hacer entender a los padres que un smartphone no es un juguete, sino una herramienta que sirve para trabajar y divertirse. También tienen que ser conscientes de que es como ir a la calle: si yo controlo con quién va mi hijo de 12 años, qué amigos tiene, quiénes son sus padres, dónde va a ir, le digo que venga a una hora, que no puede salir antes de cumplir con sus obligaciones... con el teléfono hay que hacer lo mismo. Tenemos que conseguir que los padres poco a poco se vayan concienciando. El problema también es la brecha tecnológica entre los padres y los hijos, que son nativos digitales. A veces, no recordamos que el primer vídeo de Youtube se subió en 2005; parece que es una herramienta que ha estado con nosotros toda la vida.

Habla de control, ¿cree que hay demasiada permisividad con los menores y las nuevas tecnologías?

Claro que hay demasiada, hay toda. Y también sobreprotección: que no le falta de nada, que no sufra... educamos a los hijos en Walt Disney y la vida es un Walking Dead en todos los aspectos. Les estamos engañando, les damos todo, les facilitamos todo, les permitimos todo y luego hay muchos problemas por conductas disruptivas en la adolescencia. Depende de lo que hagamos entre los 0 y los 12 años, la adolescencia será más o menos divertida. Si tú, a tu hijo, le pones normas, límites, con mucho cariño le regulas el uso del móvil, a qué hora sale, te preocupas de que estudie y no le permites demasiadas cosas... la adolescencia supondrá cierto grado de rebeldía, de juicio crítico, un poco de prepotencia, pero dentro de una normalidad.

¿Parte del problema no es que los padres no tienen tiempo y las nuevas tecnologías acaban funcionando como niñeras?

Nosotros definimos el móvil como el sonajero del siglo XXI. De todas formas, yo no echaría toda la culpa a la falta de tiempo, aunque sí es verdad que los padres se sienten culpables por no estar con sus hijos y suelen concederles más deseos y caprichos. Eso no está bien hecho. Es mejor dedicarles el tiempo que tenemos como un tiempo de calidad. La vida es como es, no es justa; los chavales tienen que acostumbrarse y nosotros, también.

¿Cree que muchos adultos también incumplirían el decálogo que proponen para los menores?

La mayoría. El móvil engancha, es una especie de apéndice que nos ha salido. Ahí entra en juego la autoridad moral: yo no puedo pedirle a mi hijo que deje el móvil por la noche si yo mismo lo tengo, con la excusa de que lo necesito como despertador. O que mi hijo no lo utilice, pero yo sí porque me van a mandar un mail muy importante del trabajo. Todo puede esperar durante la media hora de la comida. Para tener autoridad moral, hay que aplicarse uno mismo lo que decimos a nuestros hijos. Eso es modelaje. También hacen falta unas pautas coherentes: mi hijo de 2º de la ESO no se lleva el móvil al instituto, aunque yo sí me lo lleve a trabajar; él no lo necesita. Es decir, podemos establecer diferencias porque la familia no es una institución democrática. Otro aspecto importante es que el móvil no puede ser utilizado como un sonajero. Por ejemplo, no podemos dejárselo al niño para estar tranquilos mientras estamos en un restaurante. Hoy en día, llegas al restaurante con un niño de 3 años, le dejas el móvil y te da tiempo de tomarte el vermú, la comida, café, sobremesa, te levantas a las 18:00 y no ha molestado nada. Eso no es normal. Cuando mis hijos eran pequeños, con suerte me podía comer la mitad del primer plato.