Constantino Campo Arcas, un funcionario municipal de 39 años y con seis hijos, ingresó en la cárcel de Huesca el 6 de noviembre de 1936 y, según la documentación de la época, fue puesto en libertad un mes más tarde, aunque no existen datos sobre qué sucedió desde entonces hasta su fusilamiento y el traslado de su cadáver a una fosa común del cementerio de Las Mártires. El puzzle que fue el final de su vida contenía una pieza principal: la de hallar sus restos. En ello se ha empleado durante la última semana el Círculo Republicano ‘Manolín Abad’ de Huesca hasta recuperarlo el pasado martes y entregárselo a sus nietos.
A falta de las pruebas de ADN que confirmen su identidad, la búsqueda y la apertura de la fosa común depararon una sorpresa demasiado habitual en este tipo de casos. Las investigaciones llevadas a cabo por el Círculo condujeron con buen tino al equipo de arqueólogos liderado por Javier Ruiz a hallar tres cuerpos más. Son los Isabel Navarro Lena, de 44 años en el momento de su asesinato; Mariano Mascuñana Perales, carpintero de 54 años, y Andrés Olivar Pardo, tipógrafo de El Diario de Huesca. Todos ellos compartieron final y lugar de enterramiento con Constantino Campo; el Círculo Republicano realiza un llamamiento dirigido a sus posibles descendientes y herederos para hacerse cargo de los restos.
Los nietos de Constantino, Sebas, Toño y Andrés, y su nieta política, Marisa, estuvieron presentes durante todo el proceso. Ahora deberán aguardar el dictamen científico para dar sepultura a su abuelo junto al resto de la familia. Les acompañaron voluntarios del Círculo, otros familiares y estudiantes de Historia de la Universidad de Zaragoza, así como los trabajadores de este pequeño cementerio de titularidad municipal y ya en desuso, donde en noviembre de 2017 tuvo lugar la primera exhumación exitosa en la capital oscense. Vieron la luz los restos de Mariano Cuello, Tomasa Sarvisé, Pablo Rey y Pedro Barco. Ya son ocho
Natural de la localidad de Casbas de Huesca y vigilante de arbitrios municipales, Constantino ingresó en la prisión provincial a las 12.00 del 6 de noviembre de 1936, por una orden firmada por el comisario Julio Sanz. Fue “puesto en libertad” por orden del gobernador militar el 14 de diciembre de 1936, según reza el escrito, “debiendo presentarse a mi autoridad”. No hay datos desde la fecha de su “liberación” hasta la de su inscripción de su defunción en el registro civil: su cadáver fue recogido por la ambulancia 24 de la Cruz Roja de Huesca y trasladado al cementerio de Las Mártires el 1 de febrero de 1937.
A pocos metros de donde se encontró a Cuello, en la sepultura delimitada como 330, comenzaron los trabajos el sábado 29 de septiembre. Sus familiares dieron los primeros palazos. En estas jornadas, el Círculo trata con gente que quiere iniciar a su vez un proceso de búsqueda “e indagan el protocolo que se ha de seguir”, señalan desde la asociación. Al poco ya aparecieron los cráneos articulados de cuatro personas, una de ellas mujer. Aun sin extraer los restos, se apreciaba un orificio redondo en un occipital y se halló proyectil percutido junto a otro cráneo. Trozos de cuero, botones, una hebilla..
Los arqueólogos, apoyados en las investigaciones del investigador y vocal de Memoria del Círculo, Toño Moliner, lo tenían claro: se trataba de dos sepulturas diferentes que conforman la misma fosa común. El pasado lunes ya se confirmó la disposición de los cuerpos y aparecieron dos cráneos más que se deberán documentar. Entre los enseres conservados por el tiempo, un lápiz de carpintero con tres fragmentos de la mina y una prenda de abrigo de cuero. También, prótesis dentales, restos de calzado y metálicos, corchetes, un colgante...
Al día siguiente, el levantamiento de los restos fue una labor paciente de limpieza del entorno, de clasificación descriptiva de cada uno de ellos, de dibujo y de mediciones durante más de diez horas sin descanso. El último en ser rescatado de la fosa fue Constantino Campo. “Resulta emocionante ver su traslado por la pendiente del lugar hacia el vehículo que lo trasladará, junto a sus compañeros de infortunio, al laboratorio donde el ADN lo identificará plenamente”, relata uno de los asistentes a los trabajos. Sebas y Toño se abrazaron. La emoción era contagiosa. Toño rellenó con la tierra que fue lecho de Constantino tres recipientes de vidrio y los entregó a los familiares. Se sucedieron las enhorabuenas. Por el trabajo bien realizado y con éxito y por el descanso de una familia que verá los restos de su pariente en compañía de los suyos.