La integración “real”, la gran aspiración de los refugiados en Aragón

Aleck y Mijail son dos de las 153 personas que actualmente residen en Aragón dentro del Programa de Acogida e Integración para refugiados del Gobierno español. Su perfil es muy distinto al que se asocia a la palabra “refugiado”, hoy unida a la imagen de ciudadanos sirios huyendo de las atrocidades de la guerra. Ellos son rusos y llegaron a España escapando de una realidad que aparece muy puntualmente en los telediarios: la persecución institucional y social que sufren los homosexuales en su país.

Julia Ortega, responsable regional de la oenegé Accem, una de las organizaciones encargadas de gestionar la acogida en Aragón, comenta que entre los refugiados que atienden “hay casi tantas realidades como personas”. Ortega explica que, además de exiliados por conflictos bélicos, también los hay víctimas de persecución por religión u orientación sexual, e incluso amenazados por grupos criminales, como las maras de Honduras. En Aragón hay nacionales de Siria, pero los más numerosos son los de Ucrania; otros países de origen son Guinea Conakry, República Democrática del Congo, Afganistán, Albania, Rusia, Cuba, Venezuela o Pakistán.

Cuenta Ortega que la crisis de los refugiados sirios, dentro del drama que supone, ha servido para que el Gobierno revise y amplíe un programa de acogida que, antes de que se produjera esta emergencia humanitaria, estaba al borde del “colapso”. Esta misma semana está previsto que Accem Aragón reciba a seis nuevos refugiados.

“Estoy dispuesto a trabajar de cualquier cosa”

Muchos desearían regresar a su país, otros tienen claro que jamás podrán volver, pero todos aspiran a lo mismo en España: “la integración real”, señala Ortega. “No quieren vivir de ayudas, quieren trabajar de inmediato, pero antes tienen que aprender el idioma y saber desenvolverse”, explica la responsable de Accem.

Hussain, sirio de 27 años, huyó de Damasco hace dos años. “Tengo la suerte de contar con visado, pude viajar a Turquía y coger allí un avión a Madrid”, rememora. “Estudié apicultura, pero aquí he trabajado de mecánico; ahora estoy en el paro y estoy dispuesto a aceptar cualquier empleo”, afirma en un desenvuelto castellano . 

Hussain narra su historia en medio del barullo de la fiesta de clausura de los cursos veraniegos de la Casa de las Culturas de Zaragoza, celebrada el pasado viernes. Allí también han aprendido español Anna y Alex, dos jóvenes ucranianos cuya hija no deja de corretear entre sus piernas. Aunque están “felices” en España, su situación administrativa, como la de otros compatriotas, es complicada, ya que “oficialmente en nuestro país no hay guerra, el gobierno lo denomina operaciones antiterroristas”. Ortega lo corrobora: “En el caso de los ucranianos, sus expedientes tardan unos dos años en resolverse, de manera que no pueden homologar ni títulos académicos ni el carnet de conducir, y eso dificulta su integración social y laboral”.

Lo mismo le ocurre a Vitalina, enfermera ucraniana, con apenas unos meses en España. Compartir idioma le ha servido para trabar amistad con Mijail y Aleck, tanto que insisten en hacerse juntos una foto. Esta pareja - “llevamos 9 años juntos”, puntualizan- tuvo que huir de Rusia tras sufrir ataques homófobos, perder sus empleos (Aleck era director de teatro; Mijail, artista y mago) e incluso negárseles el alquiler de un piso. “Para nosotros es imposible volver... ¡Nunca, nunca!”, exclaman.

Un tema “prioritario” para el Ayuntamiento de Zaragoza

De los 153 refugiados que hay en Aragón, 147 residen en Zaragoza. El alcalde, Pedro Santisteve, se reunió con algunos de ellos la pasada semana para conocer de primera mano sus problemas, y aprovechó la ocasión para reivindicar que “la acogida y la protección a personas refugiadas es un tema prioritario”.

El Ayuntamiento de Zaragoza firmó el pasado mes de febrero un convenio con Accem para ofrecer viviendas de alquiler social para 18 personas. Los presupuestos de la capital aragonesa para 2016 contaban con una partida de 200.000 euros para la acogida de refugiados. Sin embargo, al no producirse la llegada a España de los 18.000 refugiados que el Gobierno aceptó acoger, el consistorio ha realizado una modificación presupuestaria para destinar buena parte de ese dinero a proyectos humanitarios en los países con campos de refugiados cerca de Siria e Irak.