La integración de la mujer en las zonas rurales de Aragón recibe solo un aprobado

En la comarca de La Litera se encuentra un pequeño municipio con cerca de 1.500 habitantes, Altorricón. Allí, en ese resguardo al este de la provincia de Huesca y a tan solo diez minutos en coche de la frontera con Cataluña, Elena Uzcategui se levanta cada mañana temprano para ordeñar sus ovejas y alimentar el ganado. Lleva siendo una de esos 1.500 habitantes desde hace 30 años y hace 19 que se dedica a fabricar sus propios quesos artesanos.

La “calidad de vida” fue la que impulsó a Ángeles Briceño Asperilla a irse a vivir a Aguilar, “hay naturaleza por todos los sitios, no hay contaminación, si no tienes tu huerto, puedes conseguir alimentos próximos. Puedes tener cultura si quieres, retiro si quieres, gente si quieres”. La “tranquilidad”, la “paz” y “el abrir la ventana y escuchar los pajaritos y no los coches. Levantarte por la mañana, salir a la puerta y tener naturaleza. Salir a pasear. Hablar con el vecino. Ayudarte los unos a los otros. Tener tu huerto y recoger lo que te da” fueron factores determinantes en la decisión de Judith Martín Carrera de irse a vivir a Chía.

Así lo contaban en el proyecto fotográfico 'Ellas son campo', en el que se ilustran las zonas en las que residen y trabajan Ángeles, Judith y Natalia Manso de Zúñiga, que relataba que su decisión de vivir en Ansó había estado marcada por la “confianza, la sensación de pausa. Oportunidades, pero no cualquiera, sino adaptadas al contexto y al sitio concreto. Y lejanía geográfica, pero proximidad tecnológica y real”.

Todas ellas forman parte de la naturaleza que las rodea. Y como asegura Elena Uzcategui, “ahora estoy aquí y ya no lo cambio”.

María Luz Hernández Navarro, ya llevaba unos años, junto con su equipo de investigación formado por Alberto Serrano Andrés, Junnyluz Méndez Sánchez y Carlos López Escolano, del GEOT (Grupo de Estudios en Ordenación del Territorio) de la Universidad de Zaragoza, realizando trabajos sobre las condiciones de vida de las mujeres en el medio rural. “Habíamos hecho análisis de población, estudiado dinámicas poblacionales…, pero era más una cuestión exclusivamente académica”. A raíz de esta experiencia, decidieron que querían conocer de cerca la situación de la mujer rural en Aragón, no solo mediante datos estadísticos, y se lanzaron a la creación del proyecto ‘Estudio de la situación del mundo rural aragonés desde una perspectiva de género, 2018’, con la financiación del Departamento de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente del Gobierno de Aragón y con la colaboración del Pacto de Estado contra la Violencia de Género.

Los estudios realizados en 2018 y el actual, en 2020, son en realidad un mismo trabajo con objetivos comunes. “En 2018 hicimos un ensayo con tres comarcas solamente y en el 2020 lo hemos extendido a todas las comarcas de Aragón. El objetivo fundamental es conocer qué necesidades tienen las mujeres que viven en el medio rural para analizar propuestas de actuación”. Con este proyecto, Mª Luz y sus compañeros buscan proponer al Gobierno de Aragón una serie de actuaciones jerarquizadas en el tiempo con las que establecer “cómo vamos a guardar lo bueno y cómo vamos a mejorar lo malo”.

Sector primario 

La percepción general reflejada en el informe de 2020, es que las mujeres jóvenes apenas participan en las actividades agrícolas y que los apoyos para que las mujeres se empleen en el sector agroganadero son insuficientes.

Las protagonistas del estudio apuntan que las jóvenes no se dedican a las actividades agrícolas debido a un problema de relevo generacional femenino en el desempeño de estas actividades económicas. Es decir, de forma tradicional, siempre ha sido la descendencia masculina la que ha heredado la empresa familiar y ha continuado con el legado agrícola-ganadero. Sin embargo, esta convención está empezando a cambiar, ya que “casi 1.300 mujeres se han incorporado al sector agrario en los últimos 20 años en Aragón”, según publicó el Gobierno de Aragón en octubre de 2020. 

Con respecto a la incorporación de la mujer a las profesiones agrarias y ganaderas, el GEOT establece el foco del problema en que las mujeres “valoran que es muy difícil la incorporación a la actividad agraria, si no procedes de familia agrícola y/o ganadera, para los jóvenes en general y particularmente para las mujeres”. Hay que allanar el camino de la población femenina hacia el sector agroalimentario para lo que Mª Luz y su equipo proponen: informar a las mujeres de los programas y ayudas que existen en distintos ámbitos y facilitar la creación de redes de productoras agrarias y agroalimentarias.

Mujeres “todoterreno”

Judith, una de las mujeres entrevistadas en el proyecto ‘Ellas son campo’, trabaja en la actualidad junto a sus hermanos, Begoña y Juanjo, en su restaurante Casa Chongastán, además de mantener su propio huerto y ganado. Cuando en este proyecto fotográfico se le preguntó “¿qué características tiene una mujer rural?”, ella respondió: “Fuerza, porque las mujeres rurales han venido de familias ganaderas y han tenido que salir adelante con hijos y familia. La mujer rural contemporánea y, en concreto, las generaciones jóvenes, somos un poco ‘todoterreno’ gracias al medio en el que estamos: cuidamos a niños, atendemos a los mayores, estamos al tanto del ganado, vamos al monte, y -si hace falta- nos arreglamos para dar una charla en el Palacio de Congresos”.

Con mujeres ‘todoterreno’ como ella que sirvan como modelos a las generaciones venideras de jóvenes rurales, quizá pueda empezar a cambiar esa percepción de un campo cuidado y desarrollado exclusivamente por hombres. 

Peñarroya de Tastavíns, en la comarca de Matarraña en Teruel, es el pequeño pueblo en el que reside Evelyn Celma. Creció en Barcelona, pero su deseo siempre fue regresar a la tierra de su familia. Tras licenciarse y ejercer en el campo de las Ciencias Ambientales, en 2007 fundó su propio negocio de cosmética natural, Matarrania. “Siempre me ha apasionado el mundo de la etnobotánica, la cultura popular rural y cómo las gentes del campo son las que mejor entienden esto del desarrollo sostenible. Vi en ello la posibilidad de crear una iniciativa empresarial que respondiese a un criterio sostenible y que ayudase además a fomentar la creación de empleo en el medio rural”.

Evelyn decidió emprender para continuar en el campo, y aunque ella solo lo ve como “una opción válida para poder quedarse”, el 58% de las mujeres encuestadas en el estudio lo consideran casi siempre como una obligación. Este dato se relaciona con las oportunidades de empleo en su comarca, que el 54% de las encuestadas considera insuficientes, el 26% regulares y el 7% manifiesta que, directamente, no las hay. 

Para paliar esta situación, el equipo del GEOT concluye en su informe que “es imprescindible realizar propuestas destinadas a fortalecer la empleabilidad en nuevas actividades y a la posibilidad de realizar trabajos on-line. A su vez, es necesario el fortalecimiento de los centros destinados a potenciar la capacidad emprendedora de las mujeres”. 

Evelyn ha conseguido crear nueve puestos de trabajo en el entorno rural gracias a su iniciativa de Matarrania. “Ahora somos un equipo de nueve personas a media jornada -seis que trabajamos desde Peñarroya y tres que lo hacen a distancia desde otros pueblos de Aragón- que creemos en lo que hacemos y lo disfrutamos, buscando un estilo de vida más sostenible”.

A Evelyn le encanta vivir en el entorno rural, cerca de sus materias primas y en contacto con la cultura popular de la tierra, pero algunos servicios deficitarios en su comarca como la atención sanitaria, el transporte público o el acceso a internet, suponen obstáculos a la hora de escoger una vida rural. “El transporte público es inexistente. El médico tiene un horario muy reducido y hay pocos especialistas. Internet sigue adoleciendo la falta de cobertura en muchos lugares. A los colegios es a lo único que le puedo dar el aprobado, con cinco niños ya abren, así que todavía aguantan, explica.

Esta percepción sobre la escasez de servicios es una opinión generalizada en la población femenina del entorno rural aragonés. Más del 60% de las mujeres entrevistadas califican el transporte público en su comarca como insuficiente, y el 54% dan una visión negativa sobre la conexión a internet en su zona.

La integración de la mujer en el mundo rural solo recibe un aprobado 

El valor final del VIMUR Aragón quedó en 2,85 puntos sobre 5, lo que significa que el valor de integración de la mujer en las zonas rurales es tan solo un aprobado. La conclusión general a la que llegó el equipo del GEOT es que “las distintas normativas y programas que se ocupan del medio rural, las directrices de mejora de la calidad de vida y programas de gestión de fondos financieros están faltas de conexión entre sí, así como las actuaciones y objetivos de las distintas administraciones públicas que intervienen en estos procesos”.

Para finalizar el estudio y ver “cómo vamos a guardar lo bueno y cómo vamos a mejorar lo malo” como dice Mª Luz, el equipo de investigación plantea una serie de propuestas centradas en los asuntos tratados en los bloques del VIMUR con peor nota: la incorporación de la mujer a la agricultura y la ganadería, las oportunidades de empleo y emprendimiento; y la gobernanza territorial.