Dafne Gisbert Bernal tiene 28 años es fotógrafa profesional y hace un tiempo decidió instalarse en la comarca del Sobrarbe. Fue el alquiler lo que la llevó a quedarse en Boltaña “aunque hubiera preferido vivir en un lugar más pequeño, como lo he hecho otras tantas veces en su vida, pero hay un importante problema para encontrar vivienda”, apunta. Tener, al menos, una tienda a mano y un bar como punto de reunión, son algunos de los requisitos básicos que mucha gente pide para hacer vida en un pueblo, pero son muy pocos los lugares en los que se cumple uno de los requisitos, y menos en los que se cumplen los dos.
Hija de padre valenciano y madre de Valtorres (Comunidad de Calatayud) esta joven fotógrafa nació en Cataluña y con solo dos años se mudó con sus padres y su único hermano a Zaragoza. Estudió en la Escuela de Arte de Huesca, donde se especializó en fotografía: “no hubo un momento en el que decidiera ser fotógrafa, fue un recorrido natural porque desde muy pequeña me ha gustado comunicar y desde que tengo uso de razón siempre he tenido una cámara en mis manos”, cuenta Dafne, que recuerda con cariño cómo en los viajes familiares sus padres le dejaban una cámara de fotos para que fotografiara el paisaje “era ya tan inquieta que aquella fue la fórmula que encontraron para mantenerme distraída”, apunta con una sonrisa.
Aquellas fotografías están guardadas en casa de sus padres y pertenecen al amplio archivo fotográfico de la familia. Un archivo que comenzó su padre, del que también ha heredado su amor por la montaña. Dafne completó sus estudios en Madrid, donde cursó un grado no universitario de fotografía de autor y posproducción. “Es una lástima que no haya todavía estudios en la especialización de fotografía que estén reconocidos por la universidad, ya que los de las escuelas privadas tienen un coste tan alto que no son accesibles para todos los bolsillos”, lamenta la fotógrafa aragonesa.
Su estancia en Madrid le hizo comprender que su lugar estaba lejos de la ciudad. En aquellos años constató lo que ya intuía “que la ciudad deshumaniza” y que el contacto más cercano con la naturaleza es el que te proporciona “el parque de tu barrio”. Tras esa experiencia, en 2017, se marchó a Estonia para hacer una residencia de fotografía. Allí fue donde realmente descubrió que su identidad era rural; “había vivido en Zaragoza; una ciudad accesible, en Madrid; una gran capital a donde no estaba dispuesta a volver, y en aquella localidad de Mooste sentí que había encontrado mi lugar”. Esa vivencia fue la que la animó a buscar un hogar en el Pirineo aragonés, y la disponibilidad de vivienda la llevó a Boltaña.
Una joven fotógrafa en un pueblo
Dafne Gisbert puso en marcha su proyecto personal en una localidad en la que no tenía raíces. Elegir el mundo rural y la naturaleza como lugar donde habitar le viene, en parte, porque es algo que ha aprendido en casa; “siempre hemos ido al pueblo en familia, durante toda mi infancia, y era uno de los mejores momentos del año. También solía ir con el colegio al Pirineo aragonés a practicar actividades de tiempo libre” pero ahí terminaba la experiencia rural de Dafne. Una vez ya asentada en el pueblo comenzó a vender su obra “fotografía de autora” y a hacer cursos y sesiones fotográficas, para ganarse la vida.
Para esta joven aragonesa, la fotografía es una forma de comunicarse con el mundo que la rodea, y lejos de ser siempre una bendición, a veces, conlleva cierto grado de autocensura, como ella misma explica: “cuando tu profesión es vocacional tú misma te pones ciertos límites, es decir, no aceptas trabajos en los que no crees”, confiesa Dafne, lo que ha supuesto, en ocasiones, perder oportunidades laborales. Sus fotografías captan en imágenes un paisaje “estático y pausado” que, a su vez, reflejan la mujer que es en este momento. Aunque no siempre ha sido así porque “la obra, cuando está tan vinculada a la esencia de la persona, como es mi caso, va mutando a través de los años”, explica.
Un viaje de 4500 kilómetros
Para complementar su actividad profesional, este año decidió probar suerte e inscribirse en una oferta laboral en Laponia. “Siempre había querido viajar a ese país, pero, económicamente, no podía permitírmelo”, confiesa Dafne Gisbert Bernal, que admite que se sintió sorprendida cuando la llamaron para hacer la entrevista de trabajo. “A veces las personas piensan que no están preparadas para algunos puestos y yo creo que lo importante, además de una buena formación es tener rasmia, como decimos en Aragón”, añade. Desde finales de noviembre, esta aragonesa trabaja como guía de safaris en Saariselkä, a 200 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico. Su trabajo no solo consiste en acompañar a los turistas a ver auroras boreales “algunos se van después de tres días sin haber podido verlas”, apunta, sino que va más allá; hace rutas en motos de nieve, en raquetas y otro tipo de actividades outdoor. “La gente asocia safari con África, pero en realidad la palabra safari en Kenia significa camino o viaje, y por eso se utiliza también aquí”, así se lo explicó la compañera de su hermano, maestra en el continente africano.
Uno de sus primeros trabajos en la ciudad de Ártico fue inmortalizar una pedida de mano bajo un cielo de auroras boreales, pero, desde entonces, no ha vuelto a tocar la cámara en términos laborales, aunque sí en sus horas libres. La aragonesa hace fotografías del paisaje helado y su cielo puro en su tiempo personal intentando “captar momentos para tener material nuevo que ofrecer cuando vuelva a Boltaña”, explica. Y es que, curiosamente, el hecho de ser fotógrafa no ha sido lo que más puntos le ha dado a esta aragonesa para conseguir el trabajo de guía en Laponia “el dominio de los idiomas es lo más importante, y también la capacidad de llevar día a día este trabajo”, añade, y sonríe, porque no es nada sencillo. Hace tres semanas que Dafne y sus compañeros no ven la luz del sol. Viven, como ella misma lo define “entre un eterno atardecer, y la noche”.
Las actividades que monitoriza son siempre a aire libre, lo que supone soportar temperaturas que oscilan entre los 10 y los 30 grados bajo cero, y además “en algún momento, también nos toca sacar las motos de la nieve profunda, o desencajarlas de algún árbol cuando hay un accidente... cosas así”, explica Dafne con una media sonrisa. Aun así, la aragonesa asegura que la experiencia está siendo “espectacular; ver una aurora boreal es algo hipnótico, indescriptible. La segunda vez que vi una, salí de la casa en pijama, no podía dejar de hacer fotografías”, recuerda con ilusión. Pero también está siendo un tiempo muy enriquecedor, no solo a nivel profesional sino también personal, y dando un paso más allá, a nivel de conciencia social. “Me gusta cómo este pueblo se organiza, sobre todo en lo laboral, en temas de vivienda y en su forma de luchar por mantener vivas sus tradiciones”, explica Dafne.
En la Laponia finlandesa existen interesantes museos, como el Museo Siida para conocer la cultura sami, centros culturales, y un gran respeto por la naturaleza, tanto es así que las construcciones urbanísticas que, más allá del centro del pueblo, están integradas en el paisaje, con estructuras de madera que no superan las dos plantas “algo que se podría extrapolar a los pueblos de alta montaña aragoneses, lo que solucionaría problemas de vivienda como con el que me topé en la comarca del Sobrarbe”, apunta la fotógrafa. También la forma de entender la vida y el trabajo son diferentes, aunque igualmente extrapolables explica Dafne “aquí las condiciones laborales y los horarios se pueden negociar y de verdad que funciona”.
En cuanto a la cultura milenaria de los sami, Dafne admira cómo han logrado encontrar un equilibrio ya que, por una parte están totalmente integrados en la sociedad, y por otra, dan a conocer sus tradiciones a los turistas desde el respeto y haciéndolos participar de su historia. “Sería enriquecedor para la actividad turística y cultural aragonesa que en el Pirineo existiera esa forma de integrar a los visitantes en nuestras tradiciones; contándoles leyendas, enseñándoles cómo se vivía, siempre desde el respeto, como lo hacen los sami”, apunta Dafne Gisbert.
Mujer – Artista – Rural
Cuando vuelva de Laponia, esta joven fotógrafa instalada por decisión propia en el rural, seguirá trabajando en el proyecto más personal que tiene en este momento en marcha “Capra Media” en el que combina fotografía y vídeo orientados a la promoción cultural del entorno natural en el que vive. Por ello, Dafne Gisbert Bernal es una de las mujeres integrantes de la plataforma MAR -Mujeres Artistas Rurales de Aragón-, dedicada entre otras muchas cosas, a crear una red de colaboración y contacto entre ellas, mujeres artistas emprendedoras, que se encuentran diseminadas por el territorio, con el objetivo de facilitarse la empleabilidad en el campo artístico y creativo, y como no, de “apoyarnos para saber que no estamos solas”.