Las Bibliotecas Humanas: el patrimonio de lo cotidiano se recoge en unos libros muy especiales
Lo cierto es que la gente de La Ponte Centru d’Investigación y Ecomuséu no para: mientras un grupo de mujeres recorre en Francia el último tramo del camino que supone el proyecto Tierra de mariposas, en Asturias están inmersos en el proyecto Bibliotecas Humanas, que acaba de celebrar el segundo de sus encuentros en Teverga, tras su paso por Langreo.
Hablamos de unas Bibliotecas muy particulares, donde “los libros son personas que cuentan sus historias de vida, formando parte de un patrimonio inmaterial. Los lectores somos nosotros, que les preguntamos sobre temas variados como fiestas, recetas, historias… Esto nos construye de generación en generación”, explica la estudiante de Bachillerato Aitana Macallan Hidalgo, una de las voluntarias de este proyecto, la más joven del grupo con 16 años.
Por su parte, Llaviu Cueto Nogueiro, otro de los participantes y estudiante de Biología, matiza que se centran en la vida de las personas, no se trabaja tanto en la historia, sino en su experiencia con ese tema. Se trata, resume, del “patrimonio del cotidiano”.
Así, a través de pequeños grupos intergeneracionales, se van hilando intrahistorias, o microhistorias que muestran otras lecturas de las realidades, de manera que se pueden conocer diferentes proyectos, otras miradas en los territorios. Se favorecen, en resumidas cuentas, las relaciones humanas y la generación de comunidad.
Bibliotecas Humanas Asturias forma parte de un proyecto Erasmus+, Memories for future (Recuerdos para el futuro), impulsado desde Aragón por la Red de Dinamizadores Rurales y cofinanciado por la Unión Europea. También forma parte de esta iniciativa comunidades en Castellón, Córcega, Finlandia, Lituania y Rumanía.
Con este trabajo se pretende “desarrollar una metodología educativa no formal para facilitar el diálogo entre personas jóvenes y mayores sobre el patrimonio y la implicación de los jóvenes en el patrimonio oral de los pueblos”, explica Jeff Alberghi, uno de los responsables desde La Ponte y Europimpulse.
Con dos años de duración, comenzó el año pasado con la selección de los jóvenes voluntarios de entre 15 y 25 años a los que se les impartió formación sobre bibliotecas humanas o comunicación. A lo largo del otoño pasado definieron qué querían hacer en el caso de Asturias, con encuentros en Cambalache (Oviedo), La Benéfica (Piloña) y la Casa de Cultura de Grao.
Aquí identificaron tres bibliotecas sobre las que trabajar: la primera en La Felguera, con una orquesta de plectro (instrumentos de cuerda tocados con púa), con Sofía Nevado Domínguez; la segunda ésta de Teverga, en Taberna Narciso, con la intermediación de El Xiblu y su responsable, Alba Vidal Ortiz, para conocer “el corazón de la vida rural asturiana” en un territorio también marcado por la minería.
La última de las bibliotecas tendrá lugar en Infiesto, con la colaboración de El Prial y La Benéfica, donde probablemente el tema a tratar sean las fiestas de Piloña.
La definición, la preparación, la comunicación y la organización del evento la hace el grupo de voluntariado. Es un proceso de aprendizaje también para La Ponte con esta manera de trabajar con las personas jóvenes, no solo gente del valle, sino también de otros lados que se sumaron a la iniciativa, señala Alberghi.
Un cotidiano cambiante
Los usos y costumbres cambian con cada época, lo vemos también en ésta que vivimos, que parece más acelerada, o quizás más acumulada, porque es donde más cambios estamos viviendo en menos tiempo. Y esto nos lleva a la cuestión de la digitalización, de las relaciones virtuales, las redes sociales, “la sobre-información que nos deja des-información, lo que no ayuda a la hora de elegir o tener herramientas para elegir ante los muchos estímulos que nos despistan”, explica Carlota Bécares Castaño, estudiante de Pedagogía.
La idea de estas bibliotecas es que se mantengan las conversaciones y los conversatorios con las personas, y que sea una información real, con antecedentes históricos, más allá de lo superficial
La idea de estas bibliotecas es que se mantengan las conversaciones y los conversatorios con las personas más mayores o más pequeñas y que sea “una información real, con antecedentes históricos más allá de lo superficial o los influencers”, reivindica.
Coincide el grupo en señalar que Asturias es un entorno privilegiado en este sentido, con todas las historias aún vivas, la geografía, las sinergias pero también las violencias que el sistema genera. Y hablan de trabajar el sentido crítico, también de las personas que están en la universidad o que acaban de entrar en el mercado laboral y señalan como una “causa social” el dar a conocer las pequeñas historias de la región que mucha gente no conoce y por ello no valora.
Esto da lugar al desarraigo en una época en la que la digitalización o las redes sociales distancian sentires y seres, ubicando a las personas en un territorio ajeno internacional, con el que se genera una identificación, y en cambio se produce la enajenación de lo cercano, lo local e intergeneracional “porque estás inmerso en tus redes, cuando antes eran procesos naturales”, apunta Llaviu, el único urbano del grupo, el único que habla en asturiano.
Comunidades de escucha
Carlota define la iniciativa como una experiencia de jóvenes hacia jóvenes con ganas de hacer cosas nuevas, que involucran a todos los contenidos y Sofía añade que lo que están viviendo surge de forma orgánica. Cada uno tiene una mirada que aporta al resto y “es algo muy bonito”.
Bonito porque les permite revalorar el territorio y repensarlo desde las historias vividas de estas bibliotecas humanas, sumando tanto la importancia que le da la persona que lo cuenta como la de la que la escucha. “Y hay gente, personas jóvenes, a las que les interesa hacer este tipo de trabajos”, incide.
Se ha pasado por muchos procesos. Se da una primera conversación con mucha gente que venía con la idea de hablar con los abuelos. Tenían ese recuerdo y querían retomarlo, añade Jeff en relación al proceso de selección realizado con las personas jóvenes interesadas en colaborar.
En la actualidad el grupo que manejan se mueve entre las 15 y 20 personas, incluyendo también a la organización, con procedencias dispares como Ribadesella, Valdés, Piloña, la cuenca del Nalón, Teverga, Oviedo o Gijón, por ejemplo.
Carlota Bécares reconoce que a veces el acercamiento con lo rural es esperando “escuchar a los abuelos que tienen muchas memorias”, pero este proyecto sirve también para presentar otras historias presentes, proyectos basados en el territorio, porque no deja de haber aprendizajes en todas partes.
Así relatan en las historias de vida escuchadas en la sesión de la mañana, centrada en personas mayores del concejo que se acercaron a la Taberna Narciso y que atesoran esos recuerdos sobre la Teverga de sus años más mozos, o los de la Teverga minera.
Pero también de personas más jóvenes, asentadas no hace mucho, con proyectos de emprendimiento como un refugio de burros y un campamento de verano. Sirve para romper barreras y prejuicios. Con este proyecto puedes hacer difusión de otros proyectos, de otras vidas, enriquecerlos y establecer sinergias positivas, señalan. Como el caso de una lectora de 12 años que asistió y nos ayudó a deconstruir las ideas preconcebidas con las que venimos. Y cuando compartes las distintas lecturas, pueden tener un valor muy potente, explica desde su experiencia Sofía.
Desde el Ecomuséu nos interesa e intentamos construir una comunidad de escucha y contribución. El ejemplo de la orquesta de plectro en La Felguera es muy significativa, donde su comunidad, a través de la propia actividad, puede darse cuenta, reflexionar sobre ello, mucho más bonito si lo genera ella misma, analiza Jeff Alberghi.
Paloma González, también de La Ponte, lleva la reflexión hacia por qué los jóvenes se acercan al patrimonio, el mundo rural y también a los proyectos europeos. “Suelen ser personas que se implican socialmente”, o, como apunta Llaviu, “por militancia”. Por ese sentir del común.
Una historia fuera del cajón
Cada biblioteca humana hace una devolución. Estas bibliotecas se llevan a cabo “de forma amable y respetuosa”, puntualiza Sofía, “porque entendemos que no es justo que nos cuenten su vida sin más”. De hecho la filosofía es que estos lectores compartan con otros, no que las historias contadas acaben guardadas en un cajón. “Somos agradecidas cuando nos cuentan y estamos trabajando en la devolución que vamos a realizar por cada biblioteca celebrada, cada una con su propio formato”.
La primera en la que están trabajando será una sorpresa, pero ya adelantan que sumarán fotografías, audios (las sesiones son grabadas, con permiso) y las reflexiones individuales y grupales para dar las gracias en formato artístico. Una manera de compartir todo lo aprendido y compartido con el resto de personas. La biblioteca de Teverga será más audiovisual y la tercera, aún por celebrar, es obviamente sorpresa.
“La gente se sorprende de que los jóvenes quieran escuchar a la gente mayor y que participen en la generación de esos espacios de escucha respetuosa”, destaca Paloma. También apuntan el gran interés demostrado por parte de las mujeres, que se acercan, en este caso hasta Narciso, para hacer de biblioteca humana. Muchas de ellas ya empiezan a estar familiarizadas con estos procesos, en parte ya facilitados por el trabajo que desde el laboratorio cultural rural El Xiblu y su responsable Alba Vidal Ortiz se está llevando a cabo.
En realidad las Bibliotecas Humanas son una metodología que ya existe, como organización, desde hace 20 años. La particularidad de las que se están desarrollando en Asturias es que se centran en el patrimonio y la ruralidad. Y hace falta aprender esta metodología y la empatía con la que funcionan.
Así arrancó el proyecto, en agosto del año pasado, para tener lugar los primeros encuentros en el mes de septiembre. En octubre una pequeña delegación viajó a Córcega, participante del proyecto, para aprender esta metodología que incluye los sistemas de recogida de información, la comunicación y la exposición. En el próximo verano tendrán lugar nuevos encuentros para intercambiar las diferentes experiencias y ver cómo seguir con lo que resta de proyecto.
Miriam Rubio Muñoz, madrileña afincada en Teverga desde hace muchos años, cocinera de la Taberna, se enamoró de este concejo cuando lo conoció con 16 años. Sube las escaleras hasta la sala donde los lectores esperan conocer la historia de vida que esta nueva biblioteca humana les va a contar. Habla de proyectos de investigación, de colaboración con la Universidad de Oviedo, con el departamento de Neurociencia y el de Ingeniería del Sonido, de la importancia de la música y de los sonidos en nuestro cuerpo.
Cuenta que le gustaría trabajar en esta investigación con personas con dislexia. Habla del poder de la música en los recuerdos, por ejemplo, con personas con Alzheimer. Y comparte su interés por hacer un documental donde cuente todo esto, para lo que ha pedido la ayuda de El Xiblu. Le gustaría compartirlo con sus jóvenes lectores que, sin ningún lugar a dudas, darán buena cuenta de los aprendizajes adquiridos en estas experiencias.
Todo esto ocurre un sábado de abril en la primera planta de la Taberna Narciso, probablemente el chigre más antiguo de Asturias, que de la mano de José Alberto Álvarez se ha convertido en un elemento dinamizador cultural de este territorio.
Porque la cultura dinamiza y crea comunidad. Y en Taberna Narciso siempre hay un sí para colaborar con La Ponte, con El Xiblu. Para seguir creciendo juntos. Para seguir tejiendo juntos en un mundo, el rural, que sin estas redes, quizás sería abandonado a su suerte.
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