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Marejada en la ría del Eo por un proyecto para un nuevo dique en el puerto de la localidad asturiana de Figueras

Ría del Eo con Figueras, Catropol, al fondo

Raúl Ávarez

Castropol —

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A un lado Asturias, al otro Galicia y, entre ellas, largo estuario que delimita las dos comunidades autónomas que se mezclan en uno de los paisajes más hermosos y reconocibles de la costa cantábrica. Pero las últimas décadas de intensa actividad humana en sus orillas hacen que esa belleza sea más aparente que real. Incluso lo poco que queda está en peligro, advierte la plataforma vecinal BioEo, recientemente constituida para oponerse a la construcción de una escollera que permitiría la ampliación del puerto de Figueras, en el concejo asturiano de Castropol, y aumentaría su protección contra los temporales y el abrigo de las embarcaciones amarradas en él.

La Consejería de Fomento, Cooperación Local y Prevención de Incendios del Gobierno de Asturias, asegura que esa obra está por el momento en una fase embrionaria y que aún se están elaborando los documentos necesarios para llevarlo a cabo. Sin embargo, los portavoces de la asociación han visto ya un anteproyecto que les ha puesto en guardia y ha dado origen a una campaña de recogida de firmas (más de 4.000 hasta el momento), asambleas informativas y movilizaciones contra el proyecto, con una concentración convocada para el 9 de diciembre.

A su juicio, conlleva la desaparición del puerto como espacio público en beneficio del club náutico privado; el levantamiento de un muro de enorme impacto visual, que impedirá la vista desde tierra hacia la ría; y la construcción de una estructura de 180 metros de largo por 10 de ancho que cambiará la sedimentación, las corrientes y la navegabilidad del entorno. El dique actual, más pequeño y no muy bien conservado, no ofrece el mismo grado de protección a los pantalanes.

Al escritor Gonzalo Moure, residente en Figueras y una de las voces más activas de BioEo, lo que más le irrita del proyecto es «la incongruencia, por no decir la hipocresía, de unas administraciones que, por un lado, editan folletos turísticos y promocionan la zona como un paraíso y un refugio de la biodiversidad y, por otro, dejan que se deteriore sin hacer nada o directamente promueven “actuaciones dañinas”.

Porque en un entorno muy humanizado, la colisión entre la protección del territorio que pareció garantizar su declaración como Reserva de la Biosfera de la Unesco, completada en 2013, y la actividad es constante. Y, en ese toma y daca, la ría va perdiendo, según todos los recuentos de las organizaciones conservacionistas.

En Asturias siempre se la ha conocido como ría del Eo, pero desde la orilla occidental la Xunta de Galicia decidió adjudicarle como topónimo oficial ría de Ribadeo y aún colea una cierta polémica burocrática entre los gobiernos autonómicos con el Instituto Geográfico Nacional como árbitro salomónico que, hasta ahora, se inclina por que ambas denominaciones sean oficiales y admisibles.

Esas batallas de papel, sin embargo, tienen muy poco recorrido en el mundo real, donde los municipios ribereños, al margen de las divisiones administrativas forman una comarca integrada cuyos vecinos viven, trabajan, se desplazan, hacen deporte y celebran juntos las fiestas. Y ahora también reivindican.

Ecos de los 90: ampliación en Ribadeo

Porque el proyecto de Figueras despierta de inmediato ecos y recuerdos de las batallas vecinales de los años 90 del siglo pasado contra la ampliación del puerto deportivo de Ribadeo, en el lado gallego, emprendida por la Xunta y desarrollada a pesar de la oposición y las amplias movilizaciones que suscitó en su contra.

Y no es la única obra de gran envergadura realizada en las últimas décadas en un lugar al que se supone salvaguardado por múltiples figuras de protección ambiental. La declaración como Reserva de la Biosfera fue solo el último añadido a un entramado mucho mayor. Es reserva de caza y Asturias lleva años proyectando convertirla en una reserva natural parcial. Es también una zona de especial protección para las aves (ZEPA), un lugar de interés comunitario (LIC) y está incluida tanto entre los espacios listados por la red Natura 2000 como entre los humedales de importancia internacional del Convenio Ramsar.

Ninguna de esas figuras bastó para poner límites al puerto de Ribadeo, para incentivar la conclusión de una red de saneamiento incompleta y que aún genera vertidos a la ría tanto desde poblaciones gallegas como asturianas, ni para condicionar la construcción del Puente de los Santos, la gran obra de ingeniería que permite la comunicación rápida entre Asturias y Galicia a través de la Autovía del Cantábrico (A-8). “Por supuesto que nadie se preocupó de comprobar que esas obras se atuvieran las condiciones de la declaración de impacto ambiental”, lamenta Moure. “Lo único que de verdad se aplica y se hace respetar es la prohibición de la caza. Pero, en todo lo demás, la vida en la ría se nos está desmoronando. Ya no nos quedan aves de paso ni moluscos”.

Señales de deterioro

“Es un entorno muy delicado”, corrobora la bióloga Carmen Rodríguez, también vecina de la zona y vinculada a su hábitat durante los últimos 30 años por motivos laborales y personales. Se ha acercado a BioEo porque está preocupada por lo que ve y oye. “Esta es un ría muy pequeña, con muy poco calado y muy vulnerable a cualquier obra o a cualquier impacto que pueda sufrir. Está en continuo cambio y habría que mirar con mucho cuidado, y todavía más sentido común, cualquier actuación sobre ella”, explica.

En el lado positivo de las transformaciones de los últimos años, la bióloga apunta la entrada en servicio de la depuradora de Castropol, que ha servido para mejorar los parámetros de contaminación química y bacteriológica. Pero las buenas noticias acaban ahí. Los cambios en los fondos y las corrientes han provocado colmataciones en muchas áreas y lo que antes era arena hoy es fango.

Los censos de aves apuntan a sendas caídas en el número de especies presentes y en el tamaño de sus poblaciones. “Todo está relacionado. Cualquier modificación de la cadena trófica [la cadena alimentaria de las especies] afecta a la flora y la fauna. Son cambios lentos y lleva años detectarlos, pero se están dando”, considera Rodríguez.

A su juicio, el impacto causado por el puerto de Ribadeo debe estar presente en cualquier consideración sobre Figueras. “Fue una ganancia impresionante al mar que modificó la dirección y la velocidad de las corrientes y cambió la granulometría y el aspecto de los fondos. Y en Figueras se habla de un dique bastante potente, de 180 metros de largo, 10 de ancho y mucha base. Introducirá una barrera y será necesario un dragado para darle una estructura sólida. También afectará a la ría de una manera importante”, considera.

Impactos medidos

De cómo han cambiado el calado, los canales de navegación y la distribución de los bancos de arena (llamados tesones localmente) dan fe algunos ejemplos históricos recopilados por BioEo. En 1933, pudo remontar la ría hasta el puerto de Vegadeo, en el lado asturiano, el vapor de hierro Castroalen, cuyas dimensiones, con 70 metros de eslora y más de 1.300 toneladas de registro bruto, hacen impensable que hoy pudiera intentar lo mismo sin encallar mucho antes. En épocas más recientes, hasta alrededor de 1970, llegaban a Ribadeo mercantes de 300 toneladas para el transporte de hierro, madera y cemento. Ese tráfico tampoco sería posible en la actualidad.

Moure señala que cualquier cambio puede afectar a actividades económicas que alimentan la economía local y dan empleo a vecinos de la comarca occidental asturiana y de la comarca lucense de A Mariña. En Figueras se encuentran los Astilleros Gondán, muy activos, capaces de construir barcos con tecnología punta y con una cartera internacional de pedidos. Y en la ría se llevan a cabo actividades de ostricultura que dan a Castropol, la capital del concejo, una de sus principales citas culturales y festivas del año: el festival de la ostra que se celebra en primavera.

El escritor teme las consecuencias del dique para esas actividades y señala que su construcción supondrá la eliminación del puerto actual y su privatización efectiva como parte del club náutico actual, que se ampliará. “No podemos permitir que nos arrebaten así nuestro puerto. Es como si en Oviedo se planteará convertir el Campo San Francisco en un club de golf”, señala. Aunque no todos los socios del náutico están a favor del dique. El presidente de BioEo, Carlos Díaz-Merry, pertenece también al club.

Con las 300 firmas recogidas entre los vecinos que residen permanentemente, durante todo el año, en Figueras y las más de 4.000 acumuladas en otras localidades ribereñas, Moure cree que puede afirmarse que los habrá más partidarios del proyecto y beneficiarios en otros lugares. “Aquí tienen barcas personas de Madrid que solo vienen un mes al año en agosto. Y ni siquiera tienen su segunda residencia en Figueras ni Castropol, sino en otros puntos de la costa. Pero ampliar los amarres es goloso. Puede costar muchos miles de euros cada uno y en Ribadeo ya no queda nada libre”, añade.

BioEo está organizando charlas para concienciar a los vecinos de todos los concejos que dan a la ría y, con el apoyo de Greenpeace y de la Coordinadora Ecoloxista d’Asturies, tiene prevista una concentración durante el puente de la Constitución para hacer patente el rechazo a la idea. Será la segunda manifestación convocada, aunque la primera, de ámbito muy local, apenas trascendió más allá del concejo.

No hay ninguna oscuridad respecto al proyecto, la información está a disposición de todo el mundo. El proyecto se hará. Tiene un interés alto y hay asociaciones favorables a la reforma, no solo el club náutico

Francisco Vinjoy Alcalde de Castropol

Impulso político

El alcalde de Castropol es Francisco Vinjoy, líder de Castropol Avante, una formación que fundó para concurrir a las elecciones municipales del pasado mes de mayo tras abandonar el PSOE, en cuyas filas había gobernado desde 2019, cuando perdió las primarias por un solo voto. “No hay nada decidido sobre el proyecto”, asegura. La semana pasada recibió en el ayuntamiento a una delegación vecinal que le expresó sus preocupaciones.

En sintonía con el Gobierno de Asturias, el regidor explica que no hay ningún proyecto decidido, que el Ayuntamiento presentó alegaciones en 2022 a una primera declaración de impacto ambiental y que el Ejecutivo autonómico tomará su decisión en el primer semestre del próximo año. “No hay ninguna oscuridad respecto al proyecto. Nos hemos reunido con quien nos lo pide y la información está a disposición de todo el mundo. El proyecto se hará. Tiene un interés alto y también hay asociaciones favorables a la reforma. No solo el club náutico, también la asociación de vecinos y la de mayores”, expone.

“Claro que me preocupan la conservación de la ría y de la riqueza de las aves. Por eso lo que finalmente se haga tiene que tener una definición correcta, evitar los perjuicios para la ría y ser adecuado para el puerto de Figueras. No es cierto que se vaya a privatizar ningún espacio. El terreno del muelle actual tiene que ser de todos. Solo aceptaremos la mejor ejecución desde el punto de vista funcional, estético y ambiental”, añade el alcalde.

Vinjoy ha pedido a BioEo que le haga llegar sus alegaciones, propuestas y sugerencias y se ha comprometido a remitírselas a la Consejería. En su reunión, encontraron una posibilidad que puede evitar la construcción de la escollera. Se trata de reaprovechar unos terrenos de propiedad municipal para habilitar en ellos una marina seca, un lugar en el que los propietarios podrían dejar sus embarcaciones en tierra durante el invierno para protegerlas de los temporales.

Si ese el hilo que conduce a una solución sin conflicto o si las orillas de la ría vuelven a inflamarse como ocurrió en Ribadeo a partir de 1992 se verá en los próximos meses, cuando las administraciones anuncien con detalle sus proyectos.

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