Ayuda en Acción es una Organización No Gubernamental de Desarrollo independiente, aconfesional y apartidista que trabaja en América, África y Asia con programas de desarrollo integral a largo plazo en diferentes ámbitos para mejorar las condiciones de vida de los niños y niñas, así como el de las familias y comunidades a través de proyectos autosostenibles y actividades de sensibilización.
Los indígenas guaraníes contra la esclavitud
La situación en la que se encuentra el pueblo indígena guaraní en la región conocida como el Chaco, Bolivia sometidos a condiciones de servidumbre por deudas y trabajo forzoso, es conocida como “comunidades cautivas” que representan indudablemente formas contemporáneas de esclavitud.
Según un informe de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en 2008 constató la continuidad de prácticas análogas a la esclavitud en la forma de servidumbre y trabajo forzoso que afectaban aproximadamente a 600 familias pertenecientes al pueblo indígena guaraní en el Chaco de Bolivia, las cuales vienen de décadas atrás y se mantienen vigentes.
A pesar de los esfuerzos realizados por el Estado boliviano para hacer frente a la situación de servidumbre y trabajo forzoso y para facilitar la reconstrucción del territorio guaraní, todavía existen comunidades cautivas que se encuentran sometidas a realizar trabajos forzosos por deudas supuestamente contraídas, y que la mayoría de las veces no reciben un salario por el trabajo que desarrollan. Los miembros de estas comunidades cautivas viven en la extrema pobreza y son sometidos a castigos crueles, quema de sus cultivos y muerte de sus animales.
La existencia de formas contemporáneas de esclavitud no es un fenómeno que se presenta solamente en el Chaco de Bolivia, sino también en otras regiones de Bolivia, así como en el resto del continente americano y del mundo. Según valoraciones de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT), en la actualidad, al menos 12,3 millones de personas son víctimas del trabajo forzoso en todo el mundo.
Las mujeres indígenas guaranís son uno de los colectivos más vulnerables a la exclusión social; se han enfrentado y se siguen enfrentando a numerosas barreras, sobre todo de discriminación y desigualdad en el ejercicio de sus derechos.
Conoceremos la historia de Exilda Vallejos, una mujer guaraní de la comunidad Aguayrenda del municipio Villa Vaca Guzmán. Ella tiene 40 años y es madre de 6 hijos; anteriormente ocupó el cargo de cuña mburuvicha comunal que se traduce en “capitán de mujeres comunal”, actualmente es Vicepresidenta de la Junta Escolar de la unidad educativa de su comunidad y, una productora líder y socia de la Asociación Integral Guaraní de Productores Agropecuarios (AIGPA), que junto a otros productores se convirtió en artífice y protagonista directa de los grandes cambios que han generado mejores condiciones de vida para las familias guaraníes, con ejercicio de sus derechos humanos y autonomía económica en igualdad de condiciones, dejando atrás aquellos tiempos de vida bajo condiciones de servidumbre con patrones.
Exilda al igual que varias mujeres, hombres y familias guaranís, hasta hace 10 años vivía en condiciones de servidumbre en la región del Chaco, particularmente en el municipio de Huacareta, considerada en su momento como la zona roja en esta temática, que significó una absoluta vulneración de sus derechos ciudadanos fundamentales como personas como el derecho a la educación, sus derechos sociales, políticos y económicos; pues trabajaban para los patrones sin recibir una justa remuneración por su fuerza de trabajo limitada sólo a un pago en víveres que al final les significaba solo endeudamientos ante el patrón y sometidos a malos tratos y hasta maltratos físicos con explotación laboral en el único afán de enriquecer al patrón ganadero, profundizada para ellas por su condición de mujer pues sólo se reconocía el 50% respecto a la fuerza de trabajo del varón por lo que la paga se traducía a la mitad de lo que pagaban a los varones; además bajo el prejuicio despectivo de que ellos son cuñas y cambas (simples mujeres y hombres guaranís) y flojos que siempre necesitan estar sometidos a los patrones para trabajar y así por lo menos tengan algo que comer.
Por esta condición de servidumbre que llevó toda su infancia y juventud, siempre tuvo el sueño de que algún día cambiaría su situación y la de sus demás hermanos y hermanas guaranís y sobre todo de sus hijos y, que tengan la oportunidad de ejercer libremente sus derechos ciudadanos para estudiar, trabajar, participar, y llegar a instancias de representación de su pueblo o instancias públicas al igual que todos. Por ello Exilda tuvo interés en prepararse y participar en las reuniones comunales y no dudó un sólo momento de retomar por ejemplo los estudios con el programa de alfabetización y post alfabetización apoyado por la Fundación NOR SUD y Ayuda en Acción, lo que le permitió aprender a leer y escribir bien.
“Mi madre trabajaba con el patrón y por eso de niña me entregaron a la suegra del patrón para que le ayude, pues ella vivía en Santa Cruz y no me dejó estudiar porque me decía que en la mujer no era necesario, además como era cuña, tenía que ayudar en la limpieza, la cocina, lavado de ropa; y así estuve con ella hasta mis 15 años. Mi patrona era mala, me trataba mal, y ni si quiera me dio la oportunidad de por lo menos estudiar, era frustrante y me sentía muy mal”, recuerda Exilda.
En 2001, cuando ella tenía 28 años, ya con familia y, gracias al apoyo de Ayuda en Acción, la fundación NOR SUD y otros instituciones que trabajan en defensa de los derechos humanos logró salir de la hacienda del patrón y llegó a su actual comunidad Aguayrenda en el municipio Villa Vaca Guzmán donde actualmente viven 71 familias que igual a ella y su familia pasaron por esas condiciones difíciles de vida. Los dos primeros años vivieron bajo carpas donde fueron apoyados con víveres mientras consolidaban su asentamiento; ahora tenían la oportunidad de trabajar libremente y producir su propio alimento y también generar sus propios ingresos con su trabajo y ya no regalarlo al patrón, y así revertir los prejuicios de que el guaraní es flojo, sin visión de futuro. Los primeros años fueron difíciles y pasaron días sin comer, pero poco a poco fueron cambiando esta situación gracias a la solidaridad y trabajo conjunto que se practica en la comunidad.
“Somos nuestros propios potreros; empezamos a sembrar maíz y hortalizas, y a criar a nuestros animales. Trabajamos entre todas las familias junto a las instituciones para que se construya la escuela, el centro de salud y se instale el sistema de agua. Hoy vivimos libres, nuestros hijos pueden estudiar, están bien alimentados y tienen todos los servicios básicos, ya no sufren como nosotros”.
Para Exilda, en el hogar y la comunidad, la mujer y el hombre siempre tienen que trabajar juntos, de la mano y sin discriminación para salir adelante. Por su actitud luchadora y su ímpetu por salir de la esclavitud la llevaron a ser socia líder junto a otras mujeres de la AIGPA. Actualmente no solo producen sus propios alimentos, sino también generan sus ingresos económicos por la venta organizada de su producción de maíz a un precio justo, directamente a los consumidores, generando mayores utilidades en relación a la venta individual que tradicionalmente realizaban a intermediarios, incrementando sus ingresos en un 25 % más, y permitiéndoles pagar costos de estudio de sus hijos y otras necesidades básicas para un futuro mejor, en condiciones de igualdad.
“Como mujer guaraní estoy convencida que nosotras las mujeres también somos capaces, no solo de producir para comer, sino también para tener nuestra propia economía, porque además de saber producir, ahora ya sabemos vender y, así nuestros hijos puedan tener un mejor futuro igual o mejor que los patrones. Por eso las mujeres y los hombres tenemos que trabajar juntos para salir adelante y no solo hacer respetar nuestros derechos, sino también para trabajar y participar como líderes, en la comunidad o el municipio”, concluye Exilda, orgullosa de ser mujer guaraní.
La situación en la que se encuentra el pueblo indígena guaraní en la región conocida como el Chaco, Bolivia sometidos a condiciones de servidumbre por deudas y trabajo forzoso, es conocida como “comunidades cautivas” que representan indudablemente formas contemporáneas de esclavitud.
Según un informe de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en 2008 constató la continuidad de prácticas análogas a la esclavitud en la forma de servidumbre y trabajo forzoso que afectaban aproximadamente a 600 familias pertenecientes al pueblo indígena guaraní en el Chaco de Bolivia, las cuales vienen de décadas atrás y se mantienen vigentes.