Una tarde de invierno de 1999, Johannes Fritz (57 años), biólogo austríaco, se sentó a ver una película en el sillón de su casa. Eligió Fly Away Home (Volando libre, en España), que narraba el viaje de un inventor y su hija en una pequeña avioneta para guiar desde Canadá a Estados Unidos a unos gansos huérfanos que habían nacido en el patio trasero de su granja.
Cuando la película acabó, Fritz, por aquel entonces estudiante de doctorado en Biología, se quedó durante varios minutos mirando la pantalla negra del televisor. El filme, con su relato ficticio pero verosímil, tenía la solución para el proyecto de conservación en el que estaba trabajando: la reintroducción del ibis eremita, una especie muy común en Oriente próximo, el norte de África y el sur y centro de Europa, extinta durante siglos en esta parte del mapa por la caza.
Su investigación había demostrado que las aves criadas en zoológicos mantenían su instinto migratorio, pero no sabían qué dirección debían tomar en la búsqueda de una zona de hibernación con la llegada del invierno. Cuando crecían y eran liberadas, morían en el intento de buscar sitios más cálidos donde asentarse.
Con la inspiración de esta película, el biólogo estudió durante años un plan de viabilidad para acompañar a bordo de un avión ultraligero a polluelos nacidos en cautividad desde Austria a Italia –país idóneo por su clima– para que pudiesen sobrevivir en su olvidada ruta migratoria.
En 2002, Fritz y su equipo de trabajo realizaron un primer viaje piloto. Funcionó. Con fondos de la Unión Europea crearon el proyecto Waldrappteam (el ibis eremita también es conocido como waldrapp), una travesía entre aves y humanos que busca liberar a estos ejemplares en la naturaleza para que puedan volver a tener una nutrida colonia en Europa.
Esta semana, 36 ibis eremitas han llegado a Medina Sidonia (Cádiz) tras un periplo de 50 días y 2.500 kilómetros que empezó en Austria, siguió por Alemania y Francia hasta llegar a Andalucía, el nuevo destino final para soltarlos.
Hasta 2022, la ruta terminaba en la región italiana de Toscana. Pero el cambio climático ha obligado a trazar una nueva trayectoria. Las aves, explica Lisa Weber, líder de la expedición que tiene detrás a un equipo de 15 personas, tienen cada vez más problemas para sobrevolar la fría barrera alpina en otoño por una migración que cada temporada se hace un poco más tarde.
España aparece ahora como “la zona de invernada más adecuada” para la misión. Una de las aves que migró en 2022 se perdió y emprendió un solitario viaje hasta Málaga. Su GPS permitió localizarla. En aquel viaje, solo cinco ejemplares lograron cruzar los Alpes debido a las muy bajas temperaturas. Fritz decidió entonces cambiar de ruta.
En octubre del año pasado llegó un primer grupo. Este miércoles se completó un segundo viaje. Los ibis eremitas no emigraban a la península desde la Edad Media, cuando se extinguieron en toda Europa. Eran codiciados como manjares, por lo que eran perseguidos y cazados, incluidas las crías.
Estos 36 ejemplares nacieron en abril en el zoológico Rosegg, en Austria. Fueron sacados de sus nidos y llevados a un aviario donde quedaron al cuidado de dos madres adoptivas, dos jóvenes científicas, Helena Wehner y Bárbara Steininger, encargadas del proceso de “impregnación”: 15 horas de contacto diario y exclusivo para generar una “impronta parental”, explica Weber, también bióloga. Un fuerte “vínculo social y de confianza” es el requisito básico para que las aves sigan de forma fiable a las dos madres adoptivas en el avión ultraligero a lo largo de todo el viaje.
Los alimentamos, los limpiamos, los mimamos; los cuidamos bien desde sus primeros días de vida y actuamos como mamás pájaro para establecer un vínculo de absoluta confianza. Se trata de una experiencia maravillosa
A las siete semanas de edad, las mamás, vestidas siempre de amarillo para ser reconocidas en la distancia por las aves, realizaron los primeros entrenamientos de vuelo. Gracias a este intenso vínculo, los polluelos se acostumbraron rápido al avión, al ruido del motor y al gran paracaídas de la nave.
“Los alimentamos, los limpiamos, los mimamos; los cuidamos bien desde sus primeros días de vida y actuamos como mamás pájaro para establecer un vínculo de absoluta confianza. Se trata de una experiencia maravillosa”, narra Steininger.
En agosto, cuando los ibis se preparan para migrar y abandonar las zonas de reproducción, la expedición se puso en marcha. Fritz pilotó el ultraligero a una velocidad de 40 kilómetros por hora. Una de las madres adoptivas iba siempre a su lado. Las aves, en fila, volaban de forma sincronizada junto al avión.
Los tramos no han superado los 200 kilómetros. Cuando la nave aterrizó, los pájaros fueron introducidos en una gran jaula que el equipo monta y desmonta en cada parada hasta el siguiente despegue.
“Las mamás adoptivas abren las jaulas y sacan a los pájaros para continuar el viaje. Una de ellas se sube al ultraligero con el piloto y la otra sigue al avión en tierra en una furgoneta”, describe Weber. “Es un viaje agotador pero muy emocionante”, agrega tras la nueva misión concluida.
Ahora, tras llegar a Cádiz, los ibis eremitas permanecerán en otro aviario durante tres semanas. Serán separados de los cuidados intensivos de las madres adoptivas para que puedan acostumbrarse al nuevo entorno.
Entonces se produce la liberación. Las aves buscan de inmediato el contacto con sus homólogas salvajes y se integran en sus colonias. En Andalucía, un proyecto de reintroducción puesto en marcha en 2003 (el Proyecto Eremita del Zoobotánico de Jerez) ha permitido la proliferación de una población de casi cien ejemplares.
Al tercer año, cuando las aves alcancen su madurez sexual, regresarán en primavera a sus zonas de reproducción para tener sus crías. Ya son varias las que han regresado a Austria desde Italia sin ayuda humana. Las primeras generaciones liberadas, cuenta Weber, se han reproducido en la naturaleza y han enseñado a sus crías la ruta migratoria que aprendieron de los humanos.
De cero a 300
La población centroeuropea de ibis eremita ha aumentado de cero a casi 300 ejemplares desde el inicio del proyecto. El cálculo de Fritz es que cuando la cifra se eleve a 350 ya no se necesitarán más viajes. El proyecto habrá terminado.
“Ya queda muy poco. Hemos concluido un nuevo viaje en nuestro objetivo de reintroducir en Europa a esta especie de ave migratoria en peligro de extinción. Estamos encantados de haber llegado a España y de ver a estos jóvenes ibis del norte prosperar en su nuevo hogar”, celebra el biólogo.
El éxito del proyecto, agrega, puede “abrir el camino a otras especies migratorias amenazadas”. “Este método que hemos desarrollado con la especie ibis eremita puede replicarse para un número cada vez mayor de otras especies de aves migratorias. Hemos demostrado que es posible”, dice orgulloso.
Para Wehner y Steininger, la vuelta a casa sin las aves, sin sus “hijos” a los que cuidaron durante ocho meses, conlleva un pequeño duelo. Les tranquiliza saber que, en algún momento, volverán a encontrarse. Los ibis eremitas reconocen a sus madres adoptivas años después de la separación.