Esta semana comenzaba con un dato terrorífico lanzado desde París: hay cerca de un millón de especies de animales y plantas amenazadas de extinción. Es una de las conclusiones de un informe histórico tan exhaustivo como nunca se ha realizado antes de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (IPBES), en el que han participado 145 expertos de 50 países, entre ellos el argentino Lucas Garibaldi, uno de los coordinadores del documento. Paradójicamente, para este investigador que trabaja con polinizadoras, la cifra del millón de especies amenazadas no es lo más importante de la evaluación presentada.
El informe del IPBES estima que en el mundo hay unos 8 millones de especies de animales y plantas, de las que cerca de un millón están amenazadas.
Correcto.
Y también calcula que existen 5,5 millones de especies de insectos y que de todas ellas están amenazadas un 10%.
Sí.
¿Entonces de ese millón de especies amenazadas de extinción del que tanto se habla, la mitad son insectos?
Los números son aproximados, pero la interpretación es correcta. Se podría decir que del millón de especies amenazadas de extinción la mayor parte son insectos.
¿Por qué hay dudas sobre la parte de los insectos?
Tenemos menos datos del declive de las poblaciones de insectos.
No se le ve muy cómodo hablando de las cifras.
Las cifras no son tan relevantes. El millón de especies amenazadas de extinción da una idea de la magnitud del problema, pero no es donde está el foco que más interesa en el informe. No es la esencia de lo que nosotros queremos sacar.
¿Y cuál es la esencia del informe?
El punto número uno es que se están perdiendo especies como nunca antes en la historia de la Humanidad. Y el punto dos, que el informe no se queda solo en las especies que se pierden, sino que habla mucho de los beneficios de la naturaleza para el ser humano y cómo han evolucionado en los últimos 50 años. Beneficios materiales (como la producción agropecuaria), no materiales (como la salud) o de regulación (para disponer de agua limpia o evitar las inundaciones). Lo que hemos visto es que en 50 años se ha producido una fuerte disminución de la capacidad del planeta para sostener la vida humana, la vida de calidad.
¿De qué forma la pérdida de especies y hábitats disminuye la capacidad para sostener la vida humana?
Influye en la erosión de los suelos, la alimentación saludable, el suministro de agua, la calidad del aire… Por ejemplo, los hábitats de costa y arrecifes protegen el litoral y al perder esos hábitats se incrementa el impacto de inundaciones y huracanes. Entre 100 y 300 millones de personas que viven en la costa están hoy en mayor riesgo por esta causa.
El informe también estima que la pérdida de insectos polinizadores pone en riesgo 577.000 millones de dólares en cultivos anuales. ¿Se está minusvalorado el impacto económico del problema?
Esta es una estimación que solo tiene en cuenta los efectos en la producción agropecuaria: se produce menos y eso que se deja de producir tiene un valor. Pero la pérdida es mucho mayor y multidimensional. El declive de las especies polinizadoras provoca también una pérdida de diversidad de alimentos, algunos de los cuales tienen un alto interés nutricional, lo que es importante desde el punto de vista de la salud, de las personas. Igualmente, estas especies polinizan plantas salvajes que protegen las cuencas donde está el agua.
¿Es difícil poner un valor monetario a lo que suponen las especies y los ecosistemas?
Los cálculos monetarios son importantes y están en el informe, pero no como única dimensión, ni como la única vía que hay que mirar para tomar decisiones políticas. ¿Qué valor se pone a las vidas humanas pérdidas por inundaciones causadas por el cambio del uso del suelo? Hay cuestiones muy importantes para la vida de las personas que no pueden ser cuantificadas monetariamente, como aspectos culturales.
El informe asegura que la principal causa del declive de las especies es la pérdida de hábitats por cambios del uso del suelo. ¿El problema es la agricultura y la ganadería?
Claro. Más de la mitad de la superficie terrestre está ocupada por cultivos o ganado. Y en la otra mitad hay muchas zonas donde lo que ocurre es que no son cultivables, como desiertos y tundras. Básicamente, nuestro planeta es una enorme granja. Esto tiene beneficios, pues hay producción, pero también costes muy importantes.
¿Debemos cambiar lo que comemos?
Exacto. Tal cual.
¿Qué se espera de este informe de IPBES?
Este informe es una evaluación realizada durante tres años que está promovida y aprobada por 132 países. Es la primera vez en la historia de la Humanidad que se ve algo así. Esperamos que haya cambios concretos en la política de los países y en la política internacional. El documento tiene propuestas de cómo rebatir esta situación, propuestas positivas, que implican un cambio para todos los actores de la sociedad, los consumidores, los agricultores, la gente de las ciudades… Esto no es culpa de otras personas, todos podemos hacer cosas para cambiar lo que ocurre.
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