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No solo son los diques: cómo Holanda consigue proteger a la población del riesgo permanente de inundación

Ingenieros prueban la resistencia de un dique en el este de Holanda ante una posible inundación.

Alejandra Mahiques

Leiden (Holanda) —
10 de noviembre de 2024 21:44 h

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Los holandeses llevan siglos entrenando el esfuerzo de cooperar juntos por una amenaza directa para el país: el agua. En Países Bajos, el 60% de la población vive en áreas susceptibles de inundarse, ya sea por las crecidas de los ríos o por tormentas en la costa; el 25% de los 17 millones de habitantes vive en territorio que está bajo el nivel del mar. Por ello, no solo les protegen los 3.700 kilómetros de defensas contra inundaciones, también un sistema de emergencias muy bien engrasado en el que colaboran servicios de salud, ambulancias, la policía, los bomberos y otros organismos públicos de asistencia ciudadana.

Una web del Gobierno neerlandés menciona los pasos a seguir en caso de inundación, como evacuar en vertical –hacia los pisos de arriba– o tener preparado un kit de emergencia. Sin embargo, la mayor parte de la población desconoce estas indicaciones: “Damos por sentado que nuestro sistema de protección funcionará”, comenta Jan Verkade, hidrometeorólogo de Deltares, el Instituto Nacional de Investigación para el Agua y el Subsuelo.

Deltares forma parte del equipo asesor nacional que se encarga de vigilar de manera permanente, las 24 horas del día, las cuencas hidrográficas del país. Existen otros dos equipos más, uno para la costa y otro para los dos grandes lagos artificiales creados tras cerrar dos entradas de agua del Mar del Norte.

Jan estaba de guardia los días en los que, en julio de 2021, el país vivió las inundaciones más graves en décadas, en la región de Limburgo, donde se encuentra la ciudad de Maastricht. “Las fuertes lluvias en Alemania, Bélgica y en menor medida aquí hicieron que el río Mosa empezara a crecer y a crecer, algo que en verano ocurre en pocas ocasiones: en apenas dos días su caudal alcanzó el nivel más alto jamás registrado”, relata. En dos días llovió lo que suele llover en todo el mes de julio, entre 150 y 200 milímetros, algo que según las predicciones solo ocurre en esta región una vez cada 1.000 años

La unidad de coordinación de emergencias de la región puso en marcha las medidas de evacuación de la gente, no dudaron de nuestras predicciones y aplicaron el protocolo acorde al nivel de alerta que les transmitimos

Jan Verkade Hidrometeorólogo del Instituto Deltares

Como hidrólogo responsable de los datos del Mosa, Verkade informó al resto del equipo de que el peor escenario, es decir, que el río alcanzara un caudal de 3.700 metros cúbicos por segundo, era posible. “La unidad de coordinación de emergencias de la región puso en marcha las medidas de evacuación de la gente, no dudaron de nuestras predicciones y aplicaron el protocolo acorde al nivel de alerta que les transmitimos”, resume.

Antes de que el 14 de julio a las 18:10 de la tarde el Instituto Nacional de Meteorología lanzara la alerta roja, el Ejército estaba repartiendo sacos de arena en los municipios en riesgo, los campings habían sido desalojados y comenzó a evacuarse a las personas mayores dependientes. En total, 30.000 personas fueron evacuadas de cinco municipios. Finalmente, pueblos más al sur, como Valkenburg, se inundaron, pero el nivel del río se quedó algo por debajo de lo previsto. No hubo víctimas mortales. En Alemania y en Bélgica, donde la lluvia fue más fuerte y el tiempo de respuesta menor, las inundaciones se cobraron la vida de 238 personas.

Equipos regionales de coordinación de emergencias

“En Holanda el impacto habría sido mucho mayor si no hubiésemos contado con la unidad de coordinación de emergencias”, asegura Jan Verkade. Creada en 2010 y dependiente de los municipios, se trata de equipos multidisciplinares formados por representantes de los servicios de salud, ambulancias, la policía, los bomberos y otros organismos públicos de asistencia ciudadana.

Existen 25 veiligheidsregios en todo el país a través de los cuales se canaliza toda la información relacionada con una posible emergencia y se coordina la intervención. Uno de los alcaldes de estos distritos ejerce como máxima autoridad de esta unidad. “Cada semana se sientan con miembros de los órganos estatales encargados de controlar el agua, se conocen entre ellos, saben quién es quién, hablan el mismo idioma; como en cualquier relación personal, uno se fía más del que conoce”, apunta.

El sistema de alerta se divide en seis niveles: del primer al tercer nivel las decisiones se toman a nivel provincial; a partir del cuarto la intervención es competencia de la unidad regional y en el quinto y sexto el Gobierno nacional, a través del Ministerio del Interior, pasa a tomar las decisiones competentes.  

En 2012 Holanda puso en marcha el sistema NL Alert de alerta por emergencia en los móviles. Desde avisar sobre incendios hasta pedir a la población que se quedara en casa y cerrara puertas y ventanas porque una serpiente cobra andaba suelta, el sistema de envío de estos mensajes ha funcionado en numerosas ocasiones. Aun así, hay una sensación de que la emergencia de 2021 no se gestionó bien. En una encuesta realizada por la veiligheidregio a los afectados por las inundaciones, cuatro de cada diez aseguraron que no fueron informados a tiempo, mientras ocho de cada diez decían no saber lo que tenían que hacer si su casa se inundaba. La mitad de los encuestados considera que la emergencia no se gestionó adecuadamente.

El agua como amenaza permanente

Para la construcción, reforzamiento y mantenimiento de los diques y otros sistemas de defensa frente al agua, el Gobierno holandés destina desde 2016 y hasta 2028 un presupuesto de 15.200 millones de euros. Es el llamado Plan Delta, el cual se puso en marcha hace más de cinco décadas tras la tragedia de 1953, cuando una fuerte tormenta en la costa del sur del país arrasó diques en hasta 90 puntos, cobrándose la vida de más de 1.800 personas. Reforzar las canalizaciones que protegen al país es una tarea titánica que no depende solo del Gobierno. Las llamadas juntas del agua (waterschappen) funcionan como órganos independientes desde hace más de 700 años.

Ellos se encargan del mantenimiento de la llamada “primera línea defensiva”, es decir, aquellos diques que protegen las canalizaciones de agua menores, mientras que del Estado depende la gestión de los dos grandes ríos, el Mosa y el Rin, de los dos lagos y de toda la costa. Esta semana, la junta del agua más antigua del país, la encargada de proteger lugares como el aeropuerto de Schiphol y en cuyo territorio vive casi un millón y medio de personas, acaba de inaugurar un enorme embalse y un área de inundación controlada con capacidad para recoger hasta un millón de metros cúbicos. Se suma a otra más con la que ya cuenta la región y que podría recoger el doble, hasta dos millones de metros cúbicos.

“Hace 24 años, cuando se pensó en este proyecto, estos reservorios gigantes eran suficientes para protegernos frente a inundaciones. Ya no”, afirma Aad Straathof, uno de los comisarios de la junta. Debido al cambio climático, los eventos de sequía extrema resecan unos diques que afrontan peor las fuertes lluvias que se suceden después, mientras la población de esta región del país sigue aumentando. Por eso, los impuestos que financian a estas juntas del agua subirán hasta un 50% en los próximos cuatro años, algo que Straathof espera que los contribuyentes entiendan: “Vivimos detrás del dique, a pocos kilómetros de la costa, la gente entiende mejor que nunca la importancia de nuestro trabajo”. Por su parte Jan Verkade concluye que, si bien el sistema de alerta holandés funciona, las estadísticas en las que se basan los científicos para predecir catástrofes futuras “ya no son válidas. El pasado ya no es un buen indicador para el futuro”.

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