El PP ata su futuro a Vox

Hola,

¿Cómo ha ido tu semana? ¿Todo bien?

Hoy vamos a tener otra jornada intensa en la redacción. Este sábado, el último de la primavera, es el día de la gran boda: después de un largo noviazgo, se casan PP y Vox. La ceremonia se celebra en la casi totalidad de los municipios donde los votos les dan, algo más de un centenar de ayuntamientos en toda España. ¿Dejar gobernar a la lista más votada, como decía Feijóo? ¿No pactar con “los ultras”, o “la extrema derecha”, como calificaban a Vox desde el PP? Fuera caretas. Ese romanticismo ya pasó.

Ya no hay reparos ni remilgos con esta coalición. Es un matrimonio de conveniencia que cuenta con la bendición de buena parte del poder empresarial y –valga la redundancia– de la mayoría de los medios de comunicación. La Junta de Castilla y León ha dejado de ser la excepción. Desde este sábado, la derecha española ata su futuro a la extrema derecha y van a empezar a gobernar en Valladolid, Burgos, Toledo, Guadalajara, Ciudad Real, Elche, Huelva… 

Puedes ver qué pasa en cada ciudad en esta estupenda infografía de nuestro equipo de datos, que se ha apoyado en nuestras ediciones locales para detallar el nuevo mapa del poder municipal.

PP y Vox irán juntos en todos los gobiernos de importancia –locales y autonómicos– donde sus votos alcancen para desplazar a la izquierda del poder. Como sin duda también ocurrirá con el Gobierno de España si Alberto Núñez Feijóo suma la mayoría necesaria con Santiago Abascal. Que es su único y principal socio; la única vía que tiene Feijóo para intentar llegar a La Moncloa. Por mucho que la propaganda del PP trate de vendernos que no es así. 

Casi nadie desde la derecha ha cuestionado estos pactos con la extrema derecha, a diferencia de lo que ocurre en Francia o Alemania, donde el ascenso ultra sí ha generado un amplio repudio de buena parte del poder conservador. ¿Un ejemplo? Basta con escuchar las recientes palabras del líder del principal partido de la derecha alemana, Friedrich Merz, sobre posibles acuerdos con la extrema derecha: “Jamás pactaremos con esta gente, son xenófobos y antisemitas” dice el sucesor de Angela Merkel al frente de la CDU. Justo lo mismo que Feijóo. 

Nuestro compañero José Precedo, director adjunto de elDiario.es, es uno de los periodistas que mejor conocen a Alberto Núñez Feijóo. No solo porque sea gallego, como él. Precedo trabajó antes en Galicia, en El País y en la SER, y allí cubrió los primeros pasos en política del actual presidente del PP y también participó en la cobertura de algunos de los asuntos más espinosos para Feijóo, como sus famosas fotos con el narco Marcial Dorado. 

A Feijóo –nos repite siempre Precedo en la redacción– “no hay que juzgarle por lo que dice sino por lo que hace”. Que suele ser exactamente lo contrario a lo que afirman sus palabras.

Hacer justo lo contrario de lo que dice. El último ejemplo de hipocresía queda plasmado en este tuit. Un análisis sencillo, sin necesidad de mucho bisturí: 

“La violencia de género existe”, dice Feijóo. Después de que su partido haya firmado con Vox un programa de Gobierno en Valencia donde asumen como propio el discurso negacionista sobre la violencia machista de Vox y su “violencia intrafamiliar”.

“Desde el Partido Popular no daremos ni un paso atrás”, dice también Feijóo. Y supongo que se refiere a que Carlos Mazón no piensa renunciar a la presidencia de la Generalitat Valenciana cuya investidura depende de esta extrema derecha que niega la violencia de género y con la que su partido se acaba de casar. Porque el verdadero paso atrás lo han dado ya. 

“No vamos a renunciar a nuestros principios, cueste lo que nos cueste”, recalca el presidente del PP. Y es justo al revés. El PP no va a renunciar a ningún gobierno, cuesten los principios que cuesten.

El torero, el tránsfuga y el maltratador

En la foto, los tres negociadores de Vox con los que el PP ha pactado la Generalitat valenciana. De izquierda a derecha, Vicente Barrera, Carlos Flores e Ignacio Gil Lazaro. Son tres hombres cuya vida y milagros resumen a la perfección qué es Vox.

Vicente Barrera, el torero. Que será vicepresidente de la Generalitat y conseller de Cultura, en una caricatura de qué entienden por cultura en la extrema derecha. Barrera fue una de las personas que acudieron a las puertas del juzgado para abrazarse con Francisco Camps cuando fue absuelto en la causa de los trajes que le regalaba la Gürtel. Nunca ha ocultado sus simpatías por el franquismo en sus intervenciones en las redes sociales. “Yo también me siento orgulloso de ser nieto de quienes dieron su sangre y ganaron la guerra”, aseguró Barrera al difundir un artículo de Salvador Sostres donde criticaba a “esa derecha” que se avergüenza del franquismo y elogiaba a los políticos de la dictadura como los más “cultos y brillantes” de nuestra historia.

En otra ocasión, Barrera preguntó a sus seguidores qué nombre poner a su caballo: si llamarlo “Caudillo”, “Viriato” o “Duce”. No está claro si el futuro vicepresidente valenciano finalmente optó por el sobrenombre de Franco o por el de Mussolini.

Ignacio Gil Lázaro, el “tránsfuga”, como lo tachan sus anteriores compañeros de partido. Militó durante décadas en Alianza Popular y después en el Partido Popular, por los que fue diputado y senador durante nada menos que 34 años –desde 1982 hasta 2016–. Entre 2004 y 2008 fue también portavoz adjunto en el Congreso del PP, a las órdenes de Eduardo Zaplana, una etapa donde Gil Lazaro fue uno de los principales impulsores de la infausta teoría de la conspiración del 11M. 

En el año 2019, Gil Lázaro cambió la chaqueta del PP por la de Vox. Es una trayectoria no muy distinta a la de otros dirigentes de este partido –empezando por Santiago Abascal– y que demuestra que, en realidad, la extrema derecha española no viene de desiertos remotos ni de montañas lejanas: siempre estuvo muy cómoda en el Partido Popular.

Carlos Flores, el maltratador condenado por esa violencia machista que, según Vox, no existe. “Ladrona, secuestradora de niños, dueña de calabozo, puta, te voy a estar jodiendo toda la vida hasta que te mueras y acabe contigo”. Son solo algunos de los insultos y amenazas que, durante semanas, estuvo gritando a su exmujer en la puerta de su casa o del colegio, según los hechos probados de la sentencia, del año 2002. Flores fue condenado a un año de cárcel –era el Código Penal previo a la ley integral contra la violencia de género– por un delito de “violencia psíquica habitual” y 21 faltas de “coacciones, injurias y vejaciones”.

Flores también es catedrático de Derecho Constitucional. Aunque, en 1982, fue candidato por Fuerza Nueva: el partido ultra que más se oponía a la Constitución. Esta curiosa evolución –de furibundo anticonstitucionalista a furibundo supuesto defensor de la Constitución– también define a la extrema derecha española: a la de la década de los 80 y a la de hoy. Aunque mi duda es si esta gente que se denomina “constitucionalista” realmente defiende la Constitución o se refieren solo a la primera mitad del artículo 2. 

Pero ya sabes cómo es. Para Vox, la Constitución es “la indisoluble unidad de la Nación”, pero no “la autonomía de las nacionalidades”. Y aquí entramos en terreno casi filosófico, digno de nuestro rincón de pensar. ¿España no se rompe pero sí se puede trocear la Constitución?

Con estos tres mimbres en la mesa de negociación, normal que les quedase un “documento de estrategia” tan ridículo como el que difundieron desde Valencia PP y Vox. Un papelito de cinco puntos con una redacción propia de un alumno de primaria, lleno de redundancias tan estúpidas como el punto 3 del acuerdo: “Sanidad y servicios sociales, para reforzar la sanidad pública y los servicios sociales”. Un texto que Juanlu Sánchez analiza en este capítulo de nuestro podcast. “Muera la inteligencia”, que diría ese “culto y brillante” político franquista que fue Millán Astray. 

Con Berlusconi empezó todo

Tras la muerte de Silvio Berlusconi se han publicado cientos de artículos sobre el político que inventó el trumpismo antes que Donald Trump. Supongo que ya no puedes más con tanto Berlusconi, pero te recomiendo fervorosamente –me lo vas a agradecer– que no dejes de leer esta magnífica crónica de nuestro nuevo compañero, Enric González. Es de esos textos que dan ganas de guardar. 

Y una última recomendación literaria, antes de despedirme por hoy: un ensayo que he empezado a leer esta semana y que me está resultando excepcional. ‘La edad de la penumbra’, de Catherine Nixey. La historia de cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico. Habla de “cómo una religión militante sometió y aniquiló deliberadamente las enseñanzas de Grecia y Roma”. 

Aunque no lo parezca, es una historia muy actual. Porque toda ola reaccionaria tiene, en su raíz, la misma fórmula elemental: miedo, odio, fanatismo y un absoluto desprecio por la ciencia, por el conocimiento, por la cultura y por la verdad.

Que tengas un buen fin de semana.

Un abrazo, 

Ignacio Escolar