Gente de bien, gente de bien, gente de bien. La vergonzante frase de Feijóo se queda en los intersticios del cerebro como aquellos estribillos de la canción del verano de Georgie Dann, óigase la famosa barbacoa. ¿Cómo es posible que un político que aspira a gobernar un país de casi 50 millones de habitantes en pleno siglo XXI sea capaz de articular en público un concepto tan retrógrado, tan arcaico, tan romo de amplitud intelectual, pura basura ideológica y moral? Huele el calificativo a churro grasiento, a capote torero manchado de sangre, a vela de iglesia, a rosario a media tarde, a chocolate de señoronas, a lenguaje franquista -¿cuántas veces hablaban ellos de la gente de bien?- a casino rancio de provincias y a señorones jugando al tute. Una vergüenza, un despropósito. Pero también un insulto, y por eso no hay que dejar pasar la agresión, para millones y millones de españoles, dejémoslos en 25, a los que este inane funcionario tacha de gente de mal. ¿Rojos? ¿Ateos? ¿Homosexuales? ¿Trans?
Es difícil elevar el tono en política con semejantes ejemplares en la derecha patria. Vean si no la astracanada de Vox y su moción de censura. Esta patochada es una pérdida de tiempo y solo servirá, además, para engordar a quienes huyen de la política, hartos de espectáculos circenses que no conducen a nada, gasto, vocerío y charlatanería. Ya se llevó una buena paliza el león Abascal con la anterior moción de censura, y ahora, gatito cobarde, se esconde tras un fantoche, un espantajo del espectro que un día fue un tipo bien armado culturalmente, y que hoy ha convertido aquellos convencimientos ideológicos en un puré de míticos gambusinos. ¿Qué necesidad teníamos los españoles de mal de contemplar la decadencia pública de este intelectual hoy de bien, pero entonces de mal? ¿Qué pretende Vox, aparte de alguna miserable estratagema contra no se sabe quién, quizá Feijóo, atado a ellos para siempre, demostrando que entre sus 52 diputados, que no son pocos, no hay uno solo con cierta armadura mental para presentarse a presidir el país? ¿Qué partido es ése, lleno de tipos vacíos, inútiles para enfrentar empresas serias?
Añádase a este terreno pantanoso, siempre embarrado y sucio, la mugre de los medios de comunicación de la derecha. No ya los institucionales, desde el ABC de la vergüenza histórica al encanallamiento habitual de El Mundo o la ridícula impostura de La Razón. Tampoco nos limitemos a las emisoras de la Conferencia Episcopal, la COPE o Trece, bazofia de programas y comunicadores generosamente pagados para servir a esa Iglesia Católica, intrínsecamente formada por gente de bien, tanto que hasta acoge bajo sus oscuras capas a cientos de pederastas. Es que hay, además, una proliferación enfermiza de pequeños digitales a cual más reaccionario, llenos de firmas de gran prestigio entre la derechona, que sin duda cobrarán la hijuela por escribir sus babosadas en esas empresitas que nadie sabe de dónde vienen sus abultados dineros. No nos olvidemos tampoco de las llamadas redes sociales, albañales donde hoza lo peor de cada casa, manipuladas muchas de ellas desde poderosos centros de la extrema derecha mundial. El poblado conjunto, popurrí despreciable, consigue, claro, llenar el ambiente de miasmas repugnantes, de mentiras sin cuento, de chascarrillos infames, de tergiversaciones groseras, de insultos y humillaciones. Es el carné que llevan en los dientes las gentes de bien, que autoriza a su portador a machacar al presunto enemigo, o enemiga, aún peor, seres inmundos con cuernos y rabo. Todo vale, no conocemos reglas. ¡Hay que acabar con ellos!
Es tan fácil caricaturizar a esa gente de bien que casi da reparo hacerlo. ¿Qué puede haber más bondadoso que un ministro del Interior del PP que vio la luz de cristo en Las Vegas, en un viaje oficial, y que desde entonces su plan de vida, palabras suyas, está “muy próximo a la espiritualidad del Opus Dei: ir a misa todos los días, rezar el rosario, hacer un rato de oración y otro de lectura espiritual”, y que además repartió medallas y más medallas al Mérito Policial a vírgenes variadas? Pues para este señor tan de bien, y las gentes que le acompañaban en el Ministerio, respetables, muy respetables, pide la Fiscalía Anticorrupción 15 años de prisión por malversación, encubrimiento y contra la intimidad por la operación Kitchen, montada para robar a Bárcenas –otra gente de bien, por supuesto- los papeles comprometedores que pudiera tener contra el PP. ¡Qué ejemplaridad la de hombres tan cabales!
Y en este lado de la barrera, en la izquierda de nuestros pecados, ¿ocurre algún acontecimiento que nos alegre la pajarilla? Pues poca cosa. Ya saben la obsesión del Ojo por la unidad de las fuerzas progresistas más allá del PSOE. No llegamos a sumar, Yolanda Díaz solo asoma, y el magma, como andan descubriendo los científicos estos días respecto al centro de la Tierra, está a punto de deshilacharse o desmigarse. Presto voz y espacio a una compañera de columna en este diario, hola María Iglesias, no tengo el gusto de conocerte, que escribía el viernes una columna titulada “Tremenda gincana para votantes de izquierda”.
Reproduzco un párrafo, tal cual:
“El premio al lío más lioso recae en Málaga, donde para un ayuntamiento con 31 concejales, gobernado por el alcalde Francisco de la Torre (PP) desde hace 23 años y donde Unidas Podemos tiene hoy 3 ediles ¡se presentan tres listas a la izquierda del PSOE: la de Por Andalucía/IU; la de Podemos+Alianza verde y la de Adelante! Cuando, además, ya en las municipales de 2019 la división en dos listas, la de Unidas Podemos y la de Málaga ahora, hizo que los 4.000 votos de estos no sumaran nada y se perdiera el concejal que hacía falta para, en coalición con el PSOE, desbancar al PP”.
¿Les ha gustado? ¿Creen que es una política sensata, una actuación inteligente de las fuerzas de izquierdas?
Adenda: Al menos 60 migrantes procedentes de Irán, Pakistán y Afganistán fallecieron el domingo al hundirse la embarcación en la que trataban de llegar a Italia. Un portavoz de la Cruz Roja Italiana explicó que “la mayoría de los supervivientes son adultos, mientras que la mayor parte de los niños que viajaban en la embarcación han fallecido o permanecen desaparecidos”. No, no es solo la ultraderechista Giorgia Meloni. Es toda Europa, incluida España, incapaz de coordinar su política migratoria para impedir estas tragedias. ¿Cuántos hombres, cuántas mujeres, cuántos niños deberán morir ahogados para que gritemos basta ya?
Gente de bien, gente de bien, gente de bien. La vergonzante frase de Feijóo se queda en los intersticios del cerebro como aquellos estribillos de la canción del verano de Georgie Dann, óigase la famosa barbacoa. ¿Cómo es posible que un político que aspira a gobernar un país de casi 50 millones de habitantes en pleno siglo XXI sea capaz de articular en público un concepto tan retrógrado, tan arcaico, tan romo de amplitud intelectual, pura basura ideológica y moral? Huele el calificativo a churro grasiento, a capote torero manchado de sangre, a vela de iglesia, a rosario a media tarde, a chocolate de señoronas, a lenguaje franquista -¿cuántas veces hablaban ellos de la gente de bien?- a casino rancio de provincias y a señorones jugando al tute. Una vergüenza, un despropósito. Pero también un insulto, y por eso no hay que dejar pasar la agresión, para millones y millones de españoles, dejémoslos en 25, a los que este inane funcionario tacha de gente de mal. ¿Rojos? ¿Ateos? ¿Homosexuales? ¿Trans?
Es difícil elevar el tono en política con semejantes ejemplares en la derecha patria. Vean si no la astracanada de Vox y su moción de censura. Esta patochada es una pérdida de tiempo y solo servirá, además, para engordar a quienes huyen de la política, hartos de espectáculos circenses que no conducen a nada, gasto, vocerío y charlatanería. Ya se llevó una buena paliza el león Abascal con la anterior moción de censura, y ahora, gatito cobarde, se esconde tras un fantoche, un espantajo del espectro que un día fue un tipo bien armado culturalmente, y que hoy ha convertido aquellos convencimientos ideológicos en un puré de míticos gambusinos. ¿Qué necesidad teníamos los españoles de mal de contemplar la decadencia pública de este intelectual hoy de bien, pero entonces de mal? ¿Qué pretende Vox, aparte de alguna miserable estratagema contra no se sabe quién, quizá Feijóo, atado a ellos para siempre, demostrando que entre sus 52 diputados, que no son pocos, no hay uno solo con cierta armadura mental para presentarse a presidir el país? ¿Qué partido es ése, lleno de tipos vacíos, inútiles para enfrentar empresas serias?