¿Quién dijo que ganar unas elecciones es cosa fácil? Se ha arrancado la camisa Pedro Sánchez, como Camarón, y hay que solucionar deprisa y corriendo, en menos de dos meses, lo que no se ha logrado edificar en cuatro años. No es tan pedante el Ojo como para suponer que tiene soluciones al problema. ¿Insistir en los muchos y potentes logros sociales y económicos del gobierno de coalición, vean el último dato de afiliados a la Seguridad Social? Ese, desde luego, sería un camino bien lucido para el presidente, que podría ampliar y saborear en esos seis debates -quién dijo miedo- que ha propuesto con Núñez Feijóo, rechazados de inmediato por el líder popular. ¿Es preferible explotar a tope esa senda, o quizá convendría repartir la campaña, fifty-fifty, con entrar de lleno, lanzas y adargas antiguas contra la derecha cínica y feroz como lobos en manada, qué asco el apoyo del PP a Bildu de esta última semana, después de lo que han dicho? Demos por sabido que en La Moncloa no se cabe de tanto asesor listísimo como debe pulular por salones, salitas y despachitos. Así que ellos sabrán por dónde y cómo tirar, tantos libros en su mochila.
Ya sé que hay una corriente de pensamiento en la izquierda -en realidad un grupete de amigos algo estirados- que cuestiona la táctica de meter miedo al respetable con la llegada a un posible gobierno del Estado de la extrema derecha unida en esa simbiosis terrorífica de PP y Vox. Creo que se equivocan, porque llegar van a llegar si no se les frena, esto no es opinable, y a base de normalizar la figura del monstruo, no es tan fiero, dicen los sapientes ingenuos, hemos dado por natural que nos gobiernen fascistas de medio pelo, ultracatólicos fanáticos, franquistas irredentos, y locos ultraliberales. ¡No saben, o no quieren saber, lo que nos espera!
Todavía no han interiorizado que no se trata de una sencilla alternancia entre partidos de tradición democrática como es usual en Europa y ha sido habitual en España a partir de la transición. No ceden el testigo los conservadores británicos a los laboristas; ni los socialdemócratas alemanes a la democracia cristiana; ni tan siquiera se asemeja al relevo entre PSOE y PP, PP y PSOE. En absoluto. Estamos ante un cambio de régimen, llegan al gobierno gentes cuya única palanca es acabar con todo lo que la ciudadanía ha conseguido a base de esfuerzo y lucha. Pretenden implantar un sistema que fulminará las normas democráticas al uso, como anhelan Meloni en Italia o Le Pen en Francia.
Pies en la tierra: acabarán con el aborto, la eutanasia o la ley de memoria democrática, esas placas arrancadas con crueldad y nocturnidad por el moderado Almeida, pero también entran en la venganza la reforma laboral, las subidas de las pensiones y del salario mínimo y, por supuesto, los impuestos a los más ricos, pobrecitos, cómo sufren, por no hablar de las eléctricas o los bancos, qué grandes patriotas. Anuncian la vuelta de la mili obligatoria o que los niños canten Soy el novio de la muerte en las escuelas, propuestas directas de Santiago Abascal en esta última semana. Pánico da oírles estas amenazas. No tienen límites y para muestra lo que hacen donde ya gobiernan. Vean Doñana, oigan al insigne García-Gallardo o disfruten con la reina del vermú, Isabel Díaz Ayuso, sus residencias de ancianos, la sanidad destrozada y la justicia social es cosa de comunistas.
Por supuesto que ustedes, ahí presentes, no podrán valorar en su justa medida la debacle que va a suponer esa cadena de medidas reaccionarias y lesivas para la mayoría, porque Feijóo y Abascal van a ocultar bajo siete llaves sus pactos hasta que se celebren las elecciones, ese 23-J que tanto nos agobia. Marearán la perdiz y aparecerán enfrentados, pamema tan grotesca como la de los encarnizados contrincantes de lucha libre americana poniendo caras de fieras corrupias para luego tomarse unas birras en el bar de la esquina, la pasta a repartir, que hay que ver qué crédulos son los espectadores.
Algo habrá que decir, también, de esa izquierda a la izquierda del PSOE. Ahórrenme los adjetivos, ya he escrito aquí en muchas ocasiones mi opinión sobre la desunión, y tratemos de construir algo positivo, unas listas conjuntas que rescaten los votos del cubo de la basura a donde fueron a parar el día 28. Politólogos listísimos, revolucionarias de alto voltaje, bajen por favor de ese olimpo ridículo en el que se mueven y piensen lo que se viene encima si persisten en sus dimes y diretes, ese y tú más de patio de colegio. ¿Es mucho pedir un punto de sensatez y sentido común? Hasta el viernes. Tienen hasta el viernes.
En cuanto a los medios de comunicación de la derecha de la caverna -¿acaso hay otra?- me van a permitir alguna autocita. Conozco el paño porque lo he trabajado con largueza. Además del blog ya señalado en la columna lateral, años dedicado a glosar esa prensa, he publicado un par de libros sobre la materia, Los cornetas del Apocalipsis, un retrato en absoluto cariñoso de diez firmas representativas de la fiel infantería, desde Jiménez Losantos a Alfonso Ussía o Hermann Tertsch y Las mil frases más feroces de la derecha de la caverna, ramillete de mil barbaridades, con nombres, apellidos y medios de esa alegre muchachada que denigra la profesión. Porque su insidia no es de hoy. Es antigua. Para lecturas más doctas que las de este plumilla, consulten, por ejemplo, Palabras como puños, de Fernando del Rey, un acercamiento a los métodos de la derecha en la II República, bajeza indecente, o un poco más allá, La Lengua del III Reich, de Victor Klemperer.
El corolario de todo ello es demoledor: no hay solución ninguna. La prensa canallesca seguirá así hasta que logren su objetivo, que no es otro que el de acabar con la izquierda, a como dé lugar, les recuerdo imágenes terribles de otros tiempos, y de nada sirven los lamentos quejumbrosos de un progresismo que no ha entendido nada de ese mecanismo diabólico. Añádanse ahora las redes sociales, pero no Facebook o Twitter, que también, sino los millones y millones de tiktoks, memes y wasaps, la verdadera plaga de la desinformación preferida por los laboratorios de la extrema derecha, armas de penetración masivas.
¿Luchar contra ello? De varias maneras. Gastándose el dinero a manos llenas como hacen ellos en esos circuitos que hemos comentado. Más: teniendo un potentísimo equipo de comunicación, con un o una portavoz de fuerza descomunal y unos ministros, no basta con sus abnegados equipos de prensa, dejándose las cejas en vender la mercancía por donde sea y por los métodos que sean. Y conviene, desde luego, recordar a los interesados qué es un servicio público, por ejemplo, a los responsables de RTVE. ¿Pero saben, en verdad, qué es lo más importante? No dar razones al enemigo, no meter la pata un día sí y otro también, no pelearse en público, no tener ministros o ministras más rojos que nadie que desprecian a los ciudadanos, no dejar que los socios independentistas se hagan los chulos permanentemente y te lleven del ronzal.
O sea, demostrando desde La Moncloa que el PSOE es el partido de siempre, la izquierda socialdemócrata responsable y dejando otras zonas de mayor peligro a quienes quieran jugar a ello. Una apuesta, otra más, de riesgo. Casi ná.
Adenda. Les comentaba antes que conozco por el derecho y por el revés a la aguerrida tropa de los medios de la caverna. Juguemos. A ver si adivinan en qué fecha escribió el Ojo este texto: “¿Es el Partido Popular quien sigue las consignas de la miríada de comentaristas y gurús reaccionarios que pueblan la prensa, radio y televisión patria, o Génova, FAES y los centros autonómicos peperos mandan papelitos (y subvenciones) que diligentemente recogen sus altavoces mediáticos? El resultado, o así lo cree quien esto escribe, es un panorama aterrador, con fanáticos sin reciclar llenando papeles, micrófonos y pantallas con un monocorde discurso antidemocrático, en ocasiones al borde del fascismo. Ladran, pero muerden”. Solución: en el año 2010. ¡Hace 13 años, 13! O sea.
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