'Paisajes del vino' es un proyecto de elDiario.es en colaboración con Alma Vinos Únicos que busca acercar a sus lectores, socias y socios a los rincones más especiales del mundo del vino, con el foco puesto en el respeto por la tierra y el medio ambiente, la recuperación de cepas, la producción responsable, las bodegas familiares, el valor de lo local y las historias y retos personales que se esconden detrás de la producción de una botella de vino.
Algueira, un impresionante paisaje embotellado
La Ribeira Sacra gallega es uno de los paisajes vitícolas más impresionantes de España. Laderas pendientes, terrazas con muros de piedra -llamadas aquí socalcos- construidas en la época romana en las que es imposible la mecanización y es difícil mantenerse en pie. La única aportación de la modernidad es el uso de monorraíles para subir las cestas e instrumentos de trabajo y, sobre todo, para bajar las uvas en la época de vendimia. Y donde no hay raíles, los hombres y las mujeres suben y bajan sufriendo. No en vano se denomina viticultura heroica.
Fernando González es conocido hoy por todos como Fernando Algueira, lo que no deja de ser curioso porque Algueira es el apodo de la familia de su mujer, Ana Delia Pérez. La familia de Ana tenía en Francos (Lugo), por encima de donde hoy está la bodega, una casa llamada Casa Algueira, que significa la casa de algarabía, de la celebración, el lugar donde se juntan los amigos para disfrutar.
Los socalcos son esos renglones imborrables que los romanos escribieron y nos dejaron a lo largo de los años
Fernando nació y vivió en Sober (Lugo) pero, aunque estaba al lado, no conocía los viñedos de la Ribeira. Eso nos habla de lo despreciados que estaban entonces. Fernando trabajaba en la banca, pero cuando vio las viñas de su suegro se enamoró de ellas. Cuando le dijo que quería trabajar una viña y elaborar vino, su suegro se la regaló. Como él comenta, se quedó enganchado a los socalcos que él define como “renglones imborrables que los romanos escribieron y nos dejaron a lo largo de los años”.
En 1979 Fernando y Ana plantaron su primera viña, Carballo Cobo, en Doade, en el municipio de Sober, en la provincia de Lugo. Lo hacen sobre un paraje propiedad de la familia de Ana, de suelos de pizarra, abandonado, tapado por el bosque, en el que solo sobreviven las paredes de piedra que en el pasado el hombre había construido con sus manos tan bien que, a pesar del abandono, habían resistido el paso del tiempo. El primer vino que sale de esa viña les motiva para continuar plantando y dedicarse de forma exclusiva al vino dejando todo lo demás. Como homenaje a la familia de Ana, que les apoyó siempre, el vino se llama Algueira.
En esos primeros años conocen al enólogo berciano Raúl Pérez y de su colaboración, y sobre todo de sus conversaciones, nace en Fernando una nueva forma de ver las cosas. “Raúl no es que me enseñase a elaborar vino, me enseñó a pensarlo, a saber que el vino se hace en la viña”.
“Bendita pendiente”
Después vienen viñedos como Escalada, donde plantan godello. Pero Fernando, ya entregado al viñedo, quiere elaborar vinos más frescos y ligeros, con más fruta que estructura. Por eso para sus nuevos viñedos abandona la exposición sur de Lugo, cruza el río Sil y se va al pueblo de Abeleda, en la provincia de Ourense.
Adquieren allí la parcela de Cortezada, que finaliza en el río Edo. En ese momento estaba abandonada y cubierta de bosque. Hubo que limpiarla del todo y recuperar los bancales, pero el resultado es espectacular. Con una pendiente que hace que parezca imposible trabajar, la finca, orientada al suroeste, con un clima fresco y suave, tiene unos 20.000 metros cuadrados. El terreno cultivable es muy poco profundo y los suelos son de pizarra y gneis, sobre los restos de la piedra madre que se utilizó para construir la carretera de Castro Caldelas.
Aunque la variedad mencía es la gran protagonista del viñedo de la Ribeira Sacra, en una viña vieja, que Fernando y Ana compran, encuentran unas cepas de lo que los muy viejos del lugar llaman godello tinto, carnaz o merenzao. Eran tan pocas que no salieron más que 100 botellas, pero el resultado, un vino de poco color, pero lleno de elegancia y sutileza, les gustó tanto que de ahí nace la apuesta de plantar merenzao y surge así Algueira Risco.
En esa misma viña encontraron una variedad de maduración tardía, grano muy suelto y pequeño, la alvarello o brancellao. Y esta uva es hoy uno de sus grandes amores. En el mismo pueblo de Abeleda compran una viña perdida en el monte, más alta y más fresca y en esas 2 hectáreas de fuerte pendiente, muy ventilada y con suelo de cuarzo, gneis y pizarra, planta caiño y sousón. Así, junto con la mencía y la garnacha tintorera que eran habituales en la zona, completan el ciclo de casta galegas, que caracteriza el hacer cotidiano de Algueira.
En el año 2000 dan su primer impulso al enoturismo, por entonces olvidado en la zona y no sólo en la zona. Montan O Castelo, su restaurante, y poco después lo complementan con un barco que recorre el río enseñando los viñedos. Y la gran alegría de Fernando y Ana llega cuando su hijo Fabio decide dejar su vida en Londres para volver a casa y continuar la labor de sus padres, garantizando de esta forma la continuidad de su sueño al menos una generación más.
Embotellar la pobreza es una de las formas de demostrar que aún merece la pena ser viticultor
Hoy tienen unas 25 hectáreas de viñedo, repartidas en 86 parcelas, de tamaños, orientaciones y suelos diferentes. Hay parcelas a lo largo del río Sil, desde cerca de Santo Estevo hasta el linde con Valdeorras. También tienen parcelas en la zona de Quiroga, que cuenta con un microclima que le permite cultivos como el olivo o los naranjos, y la convierten, en palabras de Fernando, en zona idónea para la godello y para mencías frescos que forman parte del vino joven. Suelos muy diferentes que van desde las pizarras y esquistos de Amandi, hasta el cuarzo y gneis de Abeleda, pasando por las pizarras y cantos rodados de Quiroga. En algunas parcelas las pendientes llegan a ser de 85%.
La filosofía de Algueira la define Fernando cuando habla de su pasión por embotellar un paisaje. “Hay gente que dice: ”maldita pendiente“, pero yo digo: ”bendita pendiente“, que nos da algo único, nos da elegir la singularidad y la miseria. Embotellar la pobreza es una de las formas de demostrar que aún merece la pena ser viticultor”.
Un trabajo de años, ya que no hay que olvidar que renovar una parcela de esas características puede llevar hasta 7 años porque todo el trabajo es manual, sin posibilidad de utilizar máquinas. Además, a Fernando le gusta hacer las cosas despacio, pensarlas bien “si corres no estás en el detalle, en el cariño y una mala decisión a la hora de plantar tarda 10 años en verse y es muy difícil de arreglar”.
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Paisajes del vino es un proyecto de elDiario.es y Alma Vinos Únicos para recomendar a nuestros lectores vinos de la mayor calidad, respetuosos con la tierra y el medio ambiente.
Sobre este blog
'Paisajes del vino' es un proyecto de elDiario.es en colaboración con Alma Vinos Únicos que busca acercar a sus lectores, socias y socios a los rincones más especiales del mundo del vino, con el foco puesto en el respeto por la tierra y el medio ambiente, la recuperación de cepas, la producción responsable, las bodegas familiares, el valor de lo local y las historias y retos personales que se esconden detrás de la producción de una botella de vino.
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