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Málaga y los coches de caballos: la difícil convivencia de un anacronismo con la pretendida modernidad y sostenibilidad

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Unas amigas de visita reciente en Málaga me comentaban lo cambiada que habían encontrado la capital malagueña desde su visita anterior. Sobre todo, les había llamado la atención cómo había cambiado la fisonomía del centro de la ciudad y la variada y amplia oferta cultural que actualmente ofrece.

Ciertamente Málaga es quizá la capital andaluza que más ha cambiado en los últimos años, una ciudad que ha sabido reinventarse tras un parón industrial que, unas décadas atrás, dejó bastante tocada la economía local. La Málaga de hoy es una ciudad en crecimiento, que ha apostado por un turismo urbano y cultural que complementa la oferta de 'sol y playa' de la cercana Costal del Sol. En ese impulso ha jugado un papel importante la figura de Francisco de la Torre, alcalde de Málaga desde el año 2000. Hay que reconocer que, al margen de filiaciones políticas, ha logrado el reconocimiento por esta labor, gracias a un perfil muy institucional y de apuesta decidida por la cultura y la modernización de la ciudad.

Pero debo decir que a mis amigas también les ha llamado negativamente la atención seguir encontrando coches de caballos circulando entre las calles con más tráfico de la ciudad, aparcados además a pleno sol en la Plaza de la Marina.

En Málaga, esta actividad económica sigue estando muy desregulada, y administrativamente nadie controla cuántas horas se ven obligados a trabajar estos animales. Además de esto, deben pernoctar en unas cuadras que actualmente se encuentran en un estado lamentable, con techos de hojalata o uralita, mal ventiladas y con algunos boxes tan pequeños que los caballos ni siquiera pueden darse la vuelta. De la precaria situación del sector, los animales y las instalaciones se hizo eco elDiario.es hace ya más de 3 años.

Hace mucho tiempo también que los colectivos animalistas y vecinos de Málaga vienen denunciando la precaria situación en la que se encuentran estos animales (se comprobó que un animal vigilado por activistas durante 24 horas trabajó 13,5 horas a 38 grados de temperatura y solo se le dio dos veces de beber). Ver a estos hermosos animales un día de terral (el viento cálido y seco que de vez en cuanto castiga la capital malagueña) a pleno sol, echando espuma por la boca y cargando con hasta 6 personas, es triste y desolador.

Cada vez que veo a esos caballos agotados, deshidratados y sufriendo el látigo del cochero, me acuerdo inevitablemente del episodio que vivió el filósofo Friedrich Nietzsche y que da nombre a este blog. Según relatan, al encontrarse el filósofo alemán con un caballo tendido en el suelo de las calles de Turín mientras un cochero le azotaba cruelmente, se arrojó al suelo y le abrazó hasta que fue detenido por desórdenes públicos. Según dicen, la honda impresión que le causó el episodio fue el punto de inflexión hacia una pérdida irreversible de la cordura.

Hace algunos años, el Ayuntamiento de Málaga inició un programa de recuperación de licencias, indemnizando a los cocheros para que cesaran su actividad, planteando alternativas para los trabajadores del sector y limitando las zonas de circulación por el centro para los coches de caballos. Pero la realidad actual es que el programa de recuperación de licencias no avanza y la situación de los animales, que se siguen viendo forzados trabajar casi todo el día por carreteras muy saturadas de tráfico y tragando humo, ha empeorado aún más.

Recientemente, Málaga presentó un proyecto titulado 'La era urbana: hacia una ciudad sostenible' con el fin de organizar una Expo Internacional entre el 5 de junio y el 5 de septiembre de 2027.

Esa decidida apuesta de Málaga por la modernidad, la cultura y la sostenibilidad tiene una difícil convivencia con una actividad que implica tan alto grado de crueldad con los animales y que empaña la imagen que se pretende dar de la ciudad.

El Ayuntamiento de Málaga debería reactivar la recuperación de licencias y acabar con esta actividad lo antes posible, porque supongo que a los técnicos de la Oficina Internacional de Exposiciones (BIE) les llamará la atención, como a la mayoría de los visitantes de Málaga, la discordancia de una ciudad moderna que, sin embargo, permite un muy visible y evidente maltrato animal en sus calles más visitadas.

Unas amigas de visita reciente en Málaga me comentaban lo cambiada que habían encontrado la capital malagueña desde su visita anterior. Sobre todo, les había llamado la atención cómo había cambiado la fisonomía del centro de la ciudad y la variada y amplia oferta cultural que actualmente ofrece.

Ciertamente Málaga es quizá la capital andaluza que más ha cambiado en los últimos años, una ciudad que ha sabido reinventarse tras un parón industrial que, unas décadas atrás, dejó bastante tocada la economía local. La Málaga de hoy es una ciudad en crecimiento, que ha apostado por un turismo urbano y cultural que complementa la oferta de 'sol y playa' de la cercana Costal del Sol. En ese impulso ha jugado un papel importante la figura de Francisco de la Torre, alcalde de Málaga desde el año 2000. Hay que reconocer que, al margen de filiaciones políticas, ha logrado el reconocimiento por esta labor, gracias a un perfil muy institucional y de apuesta decidida por la cultura y la modernización de la ciudad.