El 10 de diciembre fue el Día de los Derechos Humanos y desde hace más de una década se elige esa misma fecha para celebrar el Día por los Derechos Animales.
Se elige esa misma fecha para pedir que estos principios de igualdad, respeto y solidaridad sean extendidos también a los animales.
Porque este planeta pertenece también a los animales. Ellos son nuestros compañeros en este mundo lleno de desigualdad y de problemas globales que nos afectan a todos.
Ellos son los que no tienen voz para reivindicar sus derechos.
Ellos son los que nos miran con ojos suplicantes, porque en sus miradas sólo hay inocencia.
Ellos son los más olvidados por los gobiernos y por las instituciones, pero también por las buenas personas que quieren un mundo mejor.
Ellos son las víctimas de los intereses económicos de crueles industrias para las que la palabra compasión es un impedimento para hacer más dinero.
El 10 de diciembre es un día de solidaridad hacia los niños y niñas que sufren, hacia las personas que padecen en guerras y las que huyen de ellas buscando refugio. Hacia las que son discriminadas por el color de su piel, por su género o por su forma de amar. Un día de solidaridad hacia todas las personas que son víctimas de violencia.
El 10 de diciembre es un día contra la injusticia.
El 10 de diciembre es un día por la igualdad.
Hoy pedimos a la sociedad que mire también a los ojos de estos animales cuyos cuerpos sin vida y fotografías sostienen cientos de personas solidarias.
Pedimos a la sociedad que mire a los ojos de las víctimas inocentes de estas despiadadas industrias, que convierten sus vidas en terribles pesadillas.
Porque ahora mismo, mientras estamos aquí, hay un animal aterrorizado esperando su turno en un matadero, un animal que tiembla mientras ve cómo degüellan al compañero que le precede.
Ahora mismo hay un animal recién nacido, un indefenso bebé, siendo desgarradoramente separado de su madre, a quien nunca volverá a ver.
Ahora mismo hay un animal siendo brutalmente agredido en un festejo taurino por personas que no han entendido aún la compasión, la empatía y el respeto.
En este mismo momento hay un animal siendo abandonado por aquellos que deberían quererlo como a uno más de su familia.
Y la mirada de estos animales es una mirada que nos suplica desesperadamente.
Sus miradas nos suplican como la de cualquier víctima de cualquier injusticia. Porque no hay injusticias de primer y segundo orden: todas forman parte de una gran injusticia global.
¿Apartaremos entonces la mirada del aterrorizado animal esperando su turno en el matadero?
¿Apartaremos la mirada del indefenso bebé siendo separado de su madre en una fría granja industrial?
¿Apartaremos la mirada del animal que está siendo cruelmente abandonado en una cuneta?
¿Les negaremos nuestra empatía, nuestra solidaridad, les negaremos nuestra compasión?
Por favor, mirad hoy a los ojos de estos animales. Ellos son los embajadores del sufrimiento que padecen millones alrededor del mundo.
Animales que no tienen voz.
Sólo nos tienen a nosotros y a nosotras para acabar con su dolor, para acabar con su agonía, para acabar con su miedo.
Y mirad, por favor, a los ojos de estas personas solidarias sosteniendo sus cuerpos sin vida y sus fotografías.
Mirad a sus ojos conteniendo lágrimas que brotan desde el corazón.
Estas valientes personas también son embajadoras.
Embajadoras de un mundo que es profunda y esencialmente mejor.
Porque un mundo con más solidaridad, con más empatía y con más compasión es un mundo menos injusto. Es un mundo con más igualdad.
Estas lágrimas son las lágrimas que riegan la semilla de ese mundo nuevo.
“No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo”, dijo una vez Victor Hugo.
Y el tiempo de ser solidarios con los animales ha llegado.
El tiempo de construir todos juntos un mundo que tenga en cuenta a nuestros compañeros de planeta.
Es el tiempo de construir con nuestras propias manos un mundo mejor: el mundo mejor en el que creemos.
Muchas gracias.