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Un paseo por el oasis de los derechos animales

Nada más legar, Rayito nos hace de anfitrión. Estamos en su casa y se preocupa en conocernos a todas y todos. Va saludando, pasando su lomo por las manos de los invitados y olisqueando las piernas. Igual puede resultar una forma rara de hacernos sentir bienvenidos, pero ni mucho menos. Su proximidad, su roce y sus carreras nos hacen ver que somos bien recibidos en el santuario, su casa. Es donde habita y sueña desde que con solo unos días de vida fuera descubierto en un piso abandonado. Un pequeño jabalí que alguien separó de su madre y dejó solo. Pero Rayo tuvo suerte y cayó en las manos de Laura y Eduardo, fundadores de Wings of Heart. Ellos lo han cuidado hasta convertirse en un juguetón y divertido jabalí que engatusa a todos los visitantes.

Seguimos el recorrido por el santuario y descubrimos caras que nos son conocidas. Está la cabra Evaristo, que iba a ser sorteado en una rifa como si de un objeto más se tratara; está la vaca Antonia, rescatada de una explotación ganadera de Boiro (A Coruña) donde sus compañeras y ella misma había sido abandonadas para morir de inanición; o está la señora Luna. Señora, porque esta burra plateada ya ha cumplido 27 años y los achaques obligan a sus cuidadores a levantarla cuatro veces al día, vigilar sus paseos y que tenga un sitio especial de descanso. Caras conocidas de las redes sociales y también para los visitantes del centro creativo Matadero Madrid, donde desde mayo hasta este domingo 11 de septiembre se ha podido ver a la vaca Ruth y al toro Manuel en la exposición de Capital Animal llamada 'Santuarios'.

La muestra se compone de ilustraciones de Joaquín Secall y fotografías de Filming for Liberation y de Tras los Muros, quienes, a través del rostro y la experiencia de animales reales rescatados en los diferentes santuarios de España, enseñan que se trata de individuos y no de productos de consumo. No son jamón, ni una tortilla, ni una latita de paté. Son individuos con personalidad, sentimientos y derechos. A vivir, a no sufrir, a disfrutar. El propio Joaquín Secall, junto a la comisaria de la exposición, Ruth Toledano, pudo comprobar en uno de los últimos actos de la primera edición del proyecto de activismo cultural Capital Animal qué es disfrutar en mayúsculas: ver cómo dos pavos hermanos pasean por el recinto sin separarse un minuto, cómo una cerda se restriega en la arena sin preocupaciones o cómo los gallos comparten espacio con los gatos. Ellos conviven con los cuidadores humanos, reponiéndose de sus recuerdos y generando otros totalmente distintos.

Es el caso de Rita, que, por primera vez, pudo tener a su hijo en un lugar seguro, donde nadie la separaría de él. Ella, una burra, llegó embarazada al santuario. Días después tuvo a Gretel, que poco a poco, además de a su madre, pudo conocer a su padre y a su hermano Hansel. Ellos fueron decomisados a sus anteriores dueños por un presunto delito de maltrato animal. Mientras sale el juicio, recuperan su vida y su salud juntos, que es como mejor se recupera cualquiera. Lo mismo que otros animales del santuario, que, ajenos a los autos o resoluciones judiciales, siguen con su vida. Pero no es tan fácil, por lo que ahora los fundadores de Wings of Heart buscan una finca en propiedad para poder mejorar las infraestructuras y dotar de estabilidad a los más de 300 animales que viven allí. Algo que sin la ayuda de los más de 800 socios -y los que necesitan que lleguen en los próximos meses- no se podría realizar.

En la actualidad existe más de una quincena de santuarios en el territorio español, que al igual que Wings of Heart tratan de dar un lugar seguro a los animales que hasta ese momento han sido explotados. Pero además, tienen un objetivo a largo plazo mucho más ambicioso: demostrar que se puede vivir sin generar sufrimiento a los demás animales. Lograr una sociedad vegana y antiespecista. Si un cerdo, un gallo y un jabalí pueden convivir en el mismo espacio, ¿por qué no podemos hacerlo los humanos con el resto de especies?

Con mucho pesar nos despedimos de todos: Venus, Atenea, Abigail, Carmen, Marga..., esperando que en la próxima visita haya nuevos habitantes en este oasis de los derechos animales.

Nada más legar, Rayito nos hace de anfitrión. Estamos en su casa y se preocupa en conocernos a todas y todos. Va saludando, pasando su lomo por las manos de los invitados y olisqueando las piernas. Igual puede resultar una forma rara de hacernos sentir bienvenidos, pero ni mucho menos. Su proximidad, su roce y sus carreras nos hacen ver que somos bien recibidos en el santuario, su casa. Es donde habita y sueña desde que con solo unos días de vida fuera descubierto en un piso abandonado. Un pequeño jabalí que alguien separó de su madre y dejó solo. Pero Rayo tuvo suerte y cayó en las manos de Laura y Eduardo, fundadores de Wings of Heart. Ellos lo han cuidado hasta convertirse en un juguetón y divertido jabalí que engatusa a todos los visitantes.