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El casting más bestia

Muchas veces creemos que la publicidad ética y las buenas prácticas profesionales son asuntos de ciencia ficción en el mundo en que vivimos. Estamos acostumbradas a ver la peor cara de la publicidad. A que premien, por ejemplo, a los creativos de las agencias que hacen los anuncios de Campofrío, donde no sale nunca ninguno de los verdaderos protagonistas de esos ‘spots’ engañosos: cerdos hacinados, madres aplastando a sus crías porque no tienen espacio para moverse en sus jaulas de gestación o cerdos infantes con los colmillos y el rabo amputados para evitar el canibalismo por el estrés que les producen estos ‘gulags’ modernos.

Nada de eso sale en las campañas protagonizadas por cómicos, por personajes de la cultura española con los que logran atraer a la mayoría del público, entusiasmado por unos anuncios irreales, alejados, kilométrica y emocionalmente, de la tragedia diaria que sucede en cualquier granja.

El artículo 10 del Estatuto de Publicidad de 1964 reconoce que “la publicidad, como servicio dirigido a los consumidores, constituye un instrumento ordenado para orientar la libertad de elección y favorecer la lícita concurrencia en mercado”. ¿Cómo vamos, entonces, a poder tener libertad para elegir? ¿Es así como se favorece la lícita concurrencia en el mercado? ¿Mintiendo a los consumidores?

La mentira es un arma de doble filo. No solo se nos aleja de la realidad de los mataderos sino que, gracias los publicitarios que utilizan animales en sus anuncios, nos están vendiendo una falsa felicidad. Con estos anuncios se consigue que la gente crea que los animales tienen una utilidad para todo: desde aparecer en el videoclip de la cantante Edurne hasta protagonizar anuncios de coches.

Giovanna Constantini, portavoz de la Fundación FAADA, denuncia: “Hay mucha gente que desconoce que el uso de animales en el sector audiovisual implica para esos animales una vida de cautiverio y, en muchos casos, de maltrato”. También advierte de que hay empresas autodenominadas como ‘centros de rescate’ que en ningún caso lo son, pues los verdaderos centros de rescate se preocupan por la salud y el bienestar de los animales refugiados y no ceden a esos alquileres por horas que demanda el sector en numerosas ocasiones.

El casting más bestia

Separación de las crías de sus madres. Desunugulación (extirpación dolorosa de las uñas) y amputaciones. Manipulación por hambre. Descargas eléctricas. Hacinamiento en jaulas pequeñas. En su última campaña, FAADA insiste en poner el debate sobre la mesa: ¿es ético obligar a los animales, a través de esos métodos, a actuar en contra de su voluntad y con peligro para su salud?

En esta campaña, niños y niñas nos ayudan a ponernos en la piel de los animales y en las historias, concretas y reales, de Tima, “el oso humano”, obligada a participar en un spot con el futbolista Iniesta o en la serie ‘Águila Roja’, y exhibida en el primer programa de 'Vaya Fauna', en Tele5; Noa, la tigresa de la que se aprovechó la campaña de ‘Loterías y Apuestas del Estado’; Tiby, un cruce de chimpancé y bonobo que, según denuncian organizaciones de derechos animales francesas, vive hacinado en un oscuro remolque; y Dumba, secuestrada de su familia y arrancada de su hábitat natural, que recibe descargas eléctricas por actuar para sus propietarios.

Ni FAADA, ni nosotras, nos explicamos cómo pueden seguir utilizando animales en medios audiovisuales para vender más, máxime cuando la tecnología ha permitido tantísimos avances. Giovanna nos explica: “El avance de la tecnología ha sido impresionante. El 3D o los animatronics proporcionan alternativas excelentes al uso de animales reales. Y en España contamos con empresas punteras -como Artefacto y Alucine- que pueden ofrecer alternativas éticas a quienes necesiten incluir en sus producciones animales salvajes”.

La película ‘El Amanecer de los Simios’ ha sido rodada utilizando estos espectaculares avances. Gracias al trabajo de esta y otras organizaciones de derechos animales, una cosa nos queda clara: poniendo la tecnología a nuestro servicio, todos ganamos, mientras que, si explotamos a los animales, ellos siempre pierden. 

Diseño gráfico, publicidad y marketing, al servicio de los derechos animales

No obstante, vivimos un esperanzador cambio de paradigma, tanto social como ético. Los animales forman parte de la sociedad que estamos construyendo y ya en algunas ciudades puede respirarse ese cambio, tanto en políticas públicas como en medidas efectivas de protección animal. Estas medidas son impulsadas por grupos de derechos animales, por fundaciones o por particulares que, con ingenio y poco presupuesto, consiguen dar la vuelta a la historia y contarla desde el punto de vista de la víctima.

Se producen campañas ingeniosas, creativas, impecables en sus motivos y que destacan por su gran imaginación. Es una lucha de David contra Goliat, ya que las grandes empresas explotadoras de animales cuentan con unos presupuestos anuales astronómicos destinados a publicidad y marketing, mientras que la contrapublicidad resiste, como David, utilizando canales que fomentan la democratización y facilitan la visibilidad, pero que nunca contarán con el mismo presupuesto que los Goliats corporativos. En ocasiones pueden contratar agencias de publicidad pero la mayoría de las veces solo cuentan con el ingenio de las propias organizaciones. Gracias a otras formas de financiación, como el crowdfunding, algunas asociaciones pueden aspirar a contar con un presupuesto más holgado para hacer frente a los gastos en publicidad.

Algunos ejemplos de publicidad ética, eficaz y de calidad:

Campaña de Leo Burnett para WWF, con el objetivo de concienciar sobre la masacre de animales que llevan a cabo los cazadores furtivos.

Anuncio en los autobuses de la ‘Vancouver Human Society’ para concienciar sobre el especismo.

Una impactante campaña fue la que lanzó Greenpeace para que Néstle dejase de comprar aceite de palma, cuya obtención supone la muerte, directa e indirecta, de miles de orangutanes. Este caso provocó una fuerte crisis de reputación en Néstle y consiguió que la compañía cediese a las demandas de los activistas.

Campaña de la ‘Animal Protection and Rescue League’, diseñada para estar presente en puntos concurridos de Los Ángeles y financiada con crowdfunding.

Valla publicitaria en Australia, anunciando la campaña de la ‘Coalición para la Protección de los Caballos de Carreras’ que persigue acabar con las crueles carreras de caballos.

Los pioneros. 'The Body Shop' fue una de las primeras compañías éticas no solo en comprometerse con el medio ambiente y el comercio justo, sino en luchar contra el testado de animales en cosméticos. Utilizaban sus propios camiones para mostrar en ellos publicidad ética. Su ya fallecida fundadora, Anita Roddick, utilizaba su compañía para ayudar a los animales y a los humanos.

Cada vez que compramos, votamos con nuestra cartera. El poder que tenemos como consumidoras en una economía de mercado donde tanto se incentiva el gasto, es inmenso. Tenemos que reorientar nuestra economía doméstica y comprar solo aquellos productos que sepamos que no apoyan este tipo de prácticas. Productos o servicios donde la ética no sea un tema de ciencia ficción y se comprometan a no dañar a los animales en ninguna de sus prácticas. Los animales importan y la publicidad puede ayudarles.

Muchas veces creemos que la publicidad ética y las buenas prácticas profesionales son asuntos de ciencia ficción en el mundo en que vivimos. Estamos acostumbradas a ver la peor cara de la publicidad. A que premien, por ejemplo, a los creativos de las agencias que hacen los anuncios de Campofrío, donde no sale nunca ninguno de los verdaderos protagonistas de esos ‘spots’ engañosos: cerdos hacinados, madres aplastando a sus crías porque no tienen espacio para moverse en sus jaulas de gestación o cerdos infantes con los colmillos y el rabo amputados para evitar el canibalismo por el estrés que les producen estos ‘gulags’ modernos.

Nada de eso sale en las campañas protagonizadas por cómicos, por personajes de la cultura española con los que logran atraer a la mayoría del público, entusiasmado por unos anuncios irreales, alejados, kilométrica y emocionalmente, de la tragedia diaria que sucede en cualquier granja.