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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Tiro y arrastre, otra “tradición” difícil de justificar

Tiro y arrastre
8 de marzo de 2023 06:00 h

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Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, el término “tradición” define la transferencia entre generaciones de, por ejemplo, noticias, ritos, doctrinas, composiciones literarias o costumbres. La generalidad de dicho vocablo es tan amplia e interpretable como el uso variopinto que se le ha conferido con el fin de justificar eventos del todo controvertidos. Sin lugar a duda, uno de los más sonados es la polémica que suscita la utilización de animales en el divertimento popular.

En las ocres tierras valencianas (si bien ocurre también, aunque con menos asiduidad, en Cataluña) se da una tradición popular –por algunos considerada como un deporte rural– llamada “tiro y arrastre” (tir i arrossegament en catalán).

Esta tradición tiene su origen en la huerta valenciana. Nació hace apenas un siglo con la necesidad de medir la fortaleza de los caballos que serían destinados a las labores agrícolas. Cabría pensar que, con el desarrollo tecnológico, el tiro y arrastre acabaría extinguiéndose. Pero no fue así, revelando una vez más la controvertida relación entre tradición y bienestar animal.

Las reglas del tiro y arrastre son relativamente sencillas. La competición suele celebrarse al aire libre, muchas veces a pie de calle. Cada equipo compite con uno o más caballos, los cuales son amarrados a un carro que porta una cantidad determinada de sacos de arena dependiendo de la categoría de peso en la que se encuentre el animal (0-120 kg; 120-220 kg; 220-320 kg; 320-420 kg; 420-520 kg; 520-hasta el límite; categorías extraídas de la Federación de tiro y arrastre de la Comunidad Valenciana). No es raro observar a caballos que tiran de carros con una carga de entre 1 y 3 toneladas de peso. Estos recorrerán una pista de arena no compacta de 50 ó 60 metros de longitud, en donde será obligada la parada del animal en tres puntos bien delimitados a lo largo del recorrido. De este modo, se pondrá a prueba no solo la capacidad de arrastre, si no la fuerza del caballo para arrancar desde una posición totalmente estática. Su fortaleza estará medida por el tiempo que tarde en completar toda la travesía.

Los caballos se pesan al inicio de la temporada deportiva. En su tesis doctoral, la investigadora Elena Tofé Toledano explica que, para evitar su descalificación, el peso debe mantenerse por debajo de una variación máxima del 20%, razón por la cual algunos participantes restringen a sus caballos el consumo de comida y bebida previamente a la competición. Las pocas investigaciones científicas que han tratado de vislumbrar el posible perjuicio que podría tener esto en los caballos, apuntan a que esta estrategia podría alterar severamente algunos parámetros relacionados con el correcto funcionamiento del metabolismo y la fisiología del animal.

Los caballos son guiados a golpe de voz por una o más personas del equipo. La tensión en el ambiente es simplemente desgarradora. Aunque los gritos de los guías mantienen la actividad de los caballos a pleno funcionamiento, el peso de la carga a menudo socava el ímpetu del animal y este acaba estancándose en la arena incapaz de continuar. Con cada parada, la poca inercia del carro se esfuma, el peso del caballo y su carga se hunden en la desmigajada arena, y la capacidad de tiro del caballo se vuelve protagonista.

El público es una amalgama de reacciones. Hay quien aprieta los dientes con cada empuje de los caballos y hay quienes sonríen disfrutando del evento. Tampoco faltan los rostros que, de acuerdo a su gesto, parecen tratar de entender qué alimenta la llama de una tradición aparentemente caduca. Aunque el maltrato animal está terminantemente prohibido en esta competición, conseguir dibujar las fronteras de su significado parece un ejercicio de subjetividad alegórica.

 

La evidencia ignorada

 Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza e ignorancia - Santiago Ramón y Cajal

 

Los caballos gozan del dudoso honor de ser uno de los animales más utilizados por el ser humano en aras de su propio beneficio. Sin embargo, esta especie está muy lejos de ser tan inquebrantable como creíamos. Más allá de lo obvio, estudios científicos han demostrado el alto grado de sensibilidad del tacto de los caballos, siendo capaces de detectar y responder ante la mera presencia de una mosca en su piel. Evidencias neurohistológicas sugieren que dicha sensibilidad podría equipararse a la del ser humano. Diferentes investigaciones en el área del comportamiento y la biomecánica advierten de que, dada su propensión a sufrir lesiones óseas y articulares, los caballos apenas realizan grandes saltos en la naturaleza. En una sociedad en donde el concepto de protección y bienestar animal está en plena ebullición, ¿son compatibles los eventos en donde los caballos han de cargar, empujar o saltar con las evidencias anteriormente mencionadas?

Además, asociaciones en favor de la protección animal han denunciado en repetidas ocasiones que tradiciones como el tiro y arrastre no harían más que contaminar la seña de identidad que ampara el rico arraigo cultural valenciano. A lomos del término “tradición”, el tiro y arrastre sigue recibiendo fondos derivados de las instituciones públicas valencianas. Un término que parece enfundarse con la fuerza suficiente para desequilibrar la balanza en favor de un evento en el que los animales –no humanos– son, una vez más, los grandes damnificados.

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Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

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