Espacio de opinión de Canarias Ahora
De Antonio Rojas al Silvestre Carrillo
Estuve presente en el partido de Tercera División disputado en el estadio Silvestre Carrillo de Santa Cruz de la Palma entre el Mensajero y la Unión Deportiva Las Palmas “C”. Después de más de medio siglo de periodismo es el primer encuentro de esta categoría nacional que he visto, y me vino a la memoria mis inicios en los peninos que hice en el campo Antonio Rojas cuando un buen día de septiembre de 1961 Antonio Lemus, jefe de Deportes del Diario de Las Palmas me dijo “el domingo irá a hacer la crónica de dos partidos de Segunda Regional, uno empieza a las diez de la mañana y el otro a las doce. Venga luego por la tarde para hacer las dos crónicas, que es para la edición del diario del lunes y hay que adelantar todos los textos el domingo”. Había empezado a principios de año a colaborar escribiendo de atletismo en el entrañable diario dirigido por don Pedro Perdomo Acedo, a donde me llevó mi gran amigo Nanino Díaz Cutillas que vivía en aquella época por Las Canteras y sabía que era miembro del equipo de atletismo Eaparta y además jugaba en el juvenil Sporting de San José, y me gustaba escribir algunas cosillas que comenzó a enseñarme otro vecino de Las Canteras, nada menos que Manolo Padorno. Pues dicho y hecho, de repente me vi en el campo de Antonio Rojas haciendo la crónica de un choque apasionante entre el Polonia y el Rehoyano, y seguidamente el segundo entre el Racing y el Ferreras.
En la Segunda Regional de aquellos años, aparte de los cuatro equipos reseñados, estaban también el Rosiana, San Cristobal, Porteño, Unión Chile, Nuevo Club, Unión Moral, y otros que harían ahora una lista muy larga, pues se repartían en dos grupos. Debió gustarle las crónicas que escribí a Antonio Lemus, que a la semana siguiente Luis García Jiménez, segundo jefe de la sección de deportes del Diario va y me dice: “el domingo tienes que hacer cuatro partidos en Antonio Rojas, a las diez, a las doce, a las dos y a las cuatro”. Me quedé helado y le pregunté a Luis ingenuamente “¿y cuando almuerzo?”, y me contestó “en la cantina dan unos rebozados muy buenos”. Por esos años de principios de los 60, cuando un equipo de Primera Regional, que estaba formada fundamentalmente por el Aficionado de la Unión Deportiva, Sporting de San José, Artesano, Firgas, y otros, andaban por la cola, los aficionados rivales les gritaban “a comer rebozados al Antonio Rojas”, que se traducía que llevaban muchas posibilidades de descender a Segunda Regional. Más de un domingo cuando hacía los cuatro partidos, mi condumio habitual en la cantina era un par de rebozados, una ensaladilla “nacional” (no se podía decir rusa) y unos tomates con una cebolla. No hace falta decirles que por entonces no cobraba ni un duro en el periódico ni tampoco me abonaban ni la guagua ni el almuerzo en Antonio Rojas. Sería en febrero de 1962 cuando ya entré en nómina y empecé a cobrar un sueldo fijo.
Han pasado los años, y ahora los partidos que veo, aparte los de la Unión Deportiva Las Palmas, son los Infantil Acodetti, en donde juega mi nieto Miguel Alejandro. Pero me voy a La Palma, hago primero una gestión con Larry Alvarez, que con su profesionalidad de siempre me conecta con el jefe de la expedición amarilla, José Carlos Rodríguez de la Nuez, quién me facilita todos los detalles del Las Palmas “C”, de su entrenador Ángel Sánchez, y de todo el equipo empezando por su portero Benito y terminando por su extremo izquierdo Malix, pasando por Omar, Juan, Alejo, Alex Hernández y el resto de jugadores. Da gusto ver como entre José Carlos, Ángel Sánchez, el segundo entrenador Alejandro Castro, el preparador físico Adrían Alemán, en fisioterapeuta Rafael Gregorio Torres, organizan todos los detalles de un grupo de jóvenes que han viajado a las siete de la mañana desde Gran Canaria a La Palma para jugar un partido a las doce del mediodía, y que dan ejemplo de seriedad y buena organización. Me atiende en el Silvestre Carrillo el presidente del Mensajero, Manuel Acosta Pérez, que pronto quedamos como amigos, pero le expreso mi deseo que gane Las Palmas “C”, y lo entiende perfectamente, y me dice irónico “como no nos gane nuestro gran rival el Tenisca”….
Al final ganó el Mensajero 2-0, y me consuelo porque sigue aspirando al ascenso a Segunda “B”, y creo que una isla como La Palma merece tener un equipo como mínimo en la categoría de bronce del fútbol español, incluso diría que hasta en Segunda División. Además Las Palmas “C” no puede ascender de categoría, porque ya está el “B” en la misma, y no pueden coincidir. El presidente del “Mensa”, Manuel Acosta –“dime Manolo, por favor”-, y otros directivos, me cuentan con amor y pasión la historia del Mensajero, que nació en el 6 de enero de 1922 de la mano de un grupo de jóvenes santacruceros palmeros, conocido el equipo aparte de “Mensa”, como los “plumas rojas”, y los del “Barranco de los Dolores”. En su historia tiene en su haber nada menos que diez años seguidos en Segunda División “B”, ha disputado dos fases de ascenso a Segunda División “A”, y en la Copa de España ha confrontado eliminatorias con el Betis, Celta de Vigo, y la más importante y recordada contra el Atlético de Madrid en 94-95, siendo entrenador del conjunto palmero Pacuco Rosales, empatando en el “Silvestre Carrillo” 0-0, y perdiendo en el “Vicente Calderón” por 3-1 en un dignísimo encuentro. Ahora hay esperanzas de que en la fase final de la liguilla de ascenso puedan superar al Tenerife “B”, hasta ahora el favorito de la competición, y tal y como vi al equipo que dirige José Antonio Robaina creo que tiene posibilidades de conseguir la ansiada vuelta a la Segunda División “B”. Suerte.
Estuve presente en el partido de Tercera División disputado en el estadio Silvestre Carrillo de Santa Cruz de la Palma entre el Mensajero y la Unión Deportiva Las Palmas “C”. Después de más de medio siglo de periodismo es el primer encuentro de esta categoría nacional que he visto, y me vino a la memoria mis inicios en los peninos que hice en el campo Antonio Rojas cuando un buen día de septiembre de 1961 Antonio Lemus, jefe de Deportes del Diario de Las Palmas me dijo “el domingo irá a hacer la crónica de dos partidos de Segunda Regional, uno empieza a las diez de la mañana y el otro a las doce. Venga luego por la tarde para hacer las dos crónicas, que es para la edición del diario del lunes y hay que adelantar todos los textos el domingo”. Había empezado a principios de año a colaborar escribiendo de atletismo en el entrañable diario dirigido por don Pedro Perdomo Acedo, a donde me llevó mi gran amigo Nanino Díaz Cutillas que vivía en aquella época por Las Canteras y sabía que era miembro del equipo de atletismo Eaparta y además jugaba en el juvenil Sporting de San José, y me gustaba escribir algunas cosillas que comenzó a enseñarme otro vecino de Las Canteras, nada menos que Manolo Padorno. Pues dicho y hecho, de repente me vi en el campo de Antonio Rojas haciendo la crónica de un choque apasionante entre el Polonia y el Rehoyano, y seguidamente el segundo entre el Racing y el Ferreras.
En la Segunda Regional de aquellos años, aparte de los cuatro equipos reseñados, estaban también el Rosiana, San Cristobal, Porteño, Unión Chile, Nuevo Club, Unión Moral, y otros que harían ahora una lista muy larga, pues se repartían en dos grupos. Debió gustarle las crónicas que escribí a Antonio Lemus, que a la semana siguiente Luis García Jiménez, segundo jefe de la sección de deportes del Diario va y me dice: “el domingo tienes que hacer cuatro partidos en Antonio Rojas, a las diez, a las doce, a las dos y a las cuatro”. Me quedé helado y le pregunté a Luis ingenuamente “¿y cuando almuerzo?”, y me contestó “en la cantina dan unos rebozados muy buenos”. Por esos años de principios de los 60, cuando un equipo de Primera Regional, que estaba formada fundamentalmente por el Aficionado de la Unión Deportiva, Sporting de San José, Artesano, Firgas, y otros, andaban por la cola, los aficionados rivales les gritaban “a comer rebozados al Antonio Rojas”, que se traducía que llevaban muchas posibilidades de descender a Segunda Regional. Más de un domingo cuando hacía los cuatro partidos, mi condumio habitual en la cantina era un par de rebozados, una ensaladilla “nacional” (no se podía decir rusa) y unos tomates con una cebolla. No hace falta decirles que por entonces no cobraba ni un duro en el periódico ni tampoco me abonaban ni la guagua ni el almuerzo en Antonio Rojas. Sería en febrero de 1962 cuando ya entré en nómina y empecé a cobrar un sueldo fijo.