La caída del Johnson mentiroso

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La caída de Boris Johnson como premier por sus mentiras y su conducta era esperada sin pena ni gloria. Pero ha sorprendido que en su discurso de despedida haya citado a Terminator en la cámara baja, donde recibió una ovación de su grupo parlamentario mientras abandonaba la sala por última vez como primer ministro. Al despedirse, el político conservador tory destacó que ser jefe de Gobierno ha sido el “gran privilegio” de su vida y calificó de “misión cumplida” haber materializado el Brexit, superado la pandemia de la COVID y afrontado la amenaza rusa en Ucrania.

Johnson tuvo que dimitir el pasado 7 de julio después de que más de 50 miembros del Gobierno renunciasen en protesta por su gestión, parafraseó al personaje de Arnold Schwarzenegger de la película de ciencia ficción Terminator 2, al concluir la sesión con la frase en español “hasta la vista, baby”. Si se recuerda la película uno no sabe si ese “hasta la vista” indica una amenaza o un deseo de volver al primer plano político imitando a Trump o a Churchill.

La historia de Pinocho escrita entre 1881 y 1882 por el italiano Carlo Collodi y que la mayoría de nosotros conoce a través del cine y dibujos de Walt Disney nos cuenta cómo al muñeco Pinocho cada vez que mentía le crecía la nariz. Al Boris británico e imperial no le crecía la nariz ni se le caía la cara de vergüenza, pero cada mentira precipitaba su caída política, pese a los apoyos norteamericanos y de los nostálgicos del Imperio británico en decadencia.

¿Recuerdan el Brexit?

En el 2019 diversos cálculos financieros decían que el Brexit o salida unilateral del Reino Unido sería una patada en el bolsillo de los españoles. El PIB caería en picado y desaparecerían unos 70.000 empleos.

Dentro del Reino no tan Unido se notaban resquebrajos, pero Boris Johnson decía entonces: “Antes muerto en una cuneta que volver a pedir a Bruselas una tercera prórroga del Brexit”. Así de fuerte hablaba después de haber perdido cuatro votaciones en el Parlamento británico intentando imponer su posición de salir de la Unión Europea sin acuerdo pactado y en el 31 de octubre del 2019.

Johnson mintió al electorado prometiendo el oro y el moro y mantener el Imperio Británico. Era torcerse el cuello mirando en la falsa dirección del pasado. El electorado joven votó por Europa, los viejos añorantes de una época dorada que nunca volverá ganaron la mayoría y votaron por las falsas promesas de prosperidad de Johnson y la mayoría de su partido. O sea, por el Brexit.

No es necesario recordar la larga lista de controversias británicas internas, de choques internacionales con la Unión Europea, para ver que la situación inglesa no mejoró sino que iba de mal en peor.

La guerra en Ucrania ofreció un respiro político a Johnson apegado a las tesis norteamericanas e involucrado en la “eterna alianza anglo-americana”.

Hombre blanco de lengua partida

Los indios americanos víctimas de la invasión y matanzas de los avances militares y “civilizatorios” decían de los norteamericanos mentían y no cumplían la palabra dada. Decían que el “hombre blanco hablaba con la lengua partida o lengua de serpiente” queriendo decir que mentía,   

Boris Johnson nació el 19 de junio de 1964 en Nueva York, Estados Unidos. Hijo de Stanley Johnson, ex-miembro conservador del Parlamento Europeo y empleado de la Comisión Europea y del Banco.

Tenía desde su nacimiento doble nacionalidad, no doble lengua puesto que hablaba inglés, aunque ya siendo premier hablase con lengua de serpiente. Durante su niñez sufría de sordera y necesitó varias cirugías para insertarle tubos de timpanostomía en los oídos.

La dificultad fisiológica infantil de no oír no tiene necesariamente algo que ver con su “sordera ideológica” ya como político adulto.

 Comenzó su carrera como periodista en The Times, de donde fue despedido por inventarse una cita, es decir, una mentira inventada. En 1989 fue enviado por The Daily Telegraph a Bruselas como corresponsal en la Unión Europea (UE). Su artículo El Plan Delors para gobernar Europa atrajo la atención de la primera ministra Margaret Thatcher, aunque su relación con el sucesor de Thatcher, John Major, fue mucho menos armónica. En 1999 fue nombrado director de The Spectator.

Boris Johnson fue elegido alcalde de Londres en el 2008 y reelegido en 2012.

Trabajó como periodista antes de ser elegido miembro de la Cámara de los Comunes y ocupar distintos cargos ministeriales.

The Churchill Factor es un libro de Johnson. Sin duda tiene talento para inventar historias, De su mano salió la historia de cómo el excéntrico genio de Churchill dio forma (según opinión de Johnson) no sólo a su mundo sino al nuestro. El 24 de enero de 1965 murió Winston Churchill.

En el 2015, en el quincuagésimo aniversario de la muerte de Churchill, Boris Johnson enaltece la singular brillantez de uno de los líderes más importantes del siglo XX. Abordando los mitos y las ideas erróneas junto con la realidad desmesurada, retrata con el ingenio y la pasión característicos a un hombre de valentía contagiosa, elocuencia impresionante, estrategia inigualable y profunda humanidad.

Según Johnson, el intrépido Churchill tuvo que recibir la orden del rey de no entrar en acción el Día D; fue pionero en los bombardeos aéreos y pocos pudieron igualar su experiencia en la organización de la violencia a escala colosal, aunque odiaba la guerra y despreciaba a los políticos que no habían experimentado sus horrores. Fue el periodista más famoso de su época y quizá el mejor orador de todos los tiempos, a pesar de un ceceo y una depresión crónica que mantenía a raya con el pincel en la mano, pintando.

Sus fintas y maniobras posicionaron a Estados Unidos para la entrada en la Segunda Guerra Mundial, incluso cuando marcó el inicio del declive de Inglaterra en la posguerra. Johnson alaba su amplitud de miras que le convirtió en un pionero de la sanidad, la educación y el bienestar social, aunque siguió siendo políticamente incorrecto y conservador a machamartillo. Por encima de todo, sigue insistiendo Johnson, fue un refutador de la idea de que la historia es la historia de fuerzas inmensas e impersonales; él es la prueba de que una persona -intrepidez, ingenio y determinación- puede marcar la diferencia.

La tesis del libro The Churchill Factor es que un solo hombre puede marcar la diferencia. Una y otra vez, en sus siete décadas de vida pública, podemos ver el impacto de su personalidad en el mundo y en los acontecimientos, mucho más de lo que ahora se recuerda. Fue crucial para el inicio del Estado del bienestar a principios del siglo XX.            

Que la personalidad de los dirigentes juega un papel fundamental es evidente, pero es errónea la interpretación individualista del héroe como protagonista de la historia, que nada tiene que ver con la realidad económica y política, ni con las constelaciones estatales de su tiempo. 

A lo largo del libro, Johnson detalla la vida del estadista, soldado y escritor, y ex primer ministro, Sir Winston Churchill. Johnson elogia los esfuerzos de Churchill como líder durante la Segunda Guerra Mundial, escribiendo que “sólo él salvó nuestra civilización”. (Aquí se trata de autorretratar Johnson como salvador de Inglaterra por el Brexit y de la civilización occidental en su furia anti-rusa).

Dice que Churchill “era excéntrico, exagerado, campechano, con su propia ropa de marca, y un genio absoluto... Desde su aparición como joven diputado tory, criticó y satirizó a su propio partido... Había demasiados tories que le consideraban un oportunista sin principios... Sus enemigos detectaron en él un egoísmo titánico, un deseo de encontrar cualquier ola que pudiera, y surfearla mucho después de que se hubiera disuelto en espuma en la playa... Se comportaba con una autoestima que desafiaba a la muerte, y se arriesgaba más de lo que cualquier otra persona hubiera considerado prudente”.

El libro aparece como un modelo a imitar que el propio Johnson siguió en su actividad política. En la recepción crítica del libro, John Kampfner, de The Observer, dijo que el libro presentaba intentos “poco sutiles” de establecer un paralelismo entre Johnson y Churchill.

Era, pues, como si Johnson se mirase en el espejo y tratara de pintar con sus propios rasgos a la figura de Churchill.

En The Daily Telegraph, Con Coughlin escribió: “Aunque Johnson es claramente un admirador de Churchill, es difícil encontrar qué nuevas ideas aporta al estudio del estadista. El subtexto obvio, por supuesto, es que Johnson está tratando de comparar su propia reputación como inconformista político con la de Churchill, lo que plantea la pregunta: ¿qué habría hecho Winston Churchill de Boris Johnson?”.

Sonia Purnell, en The Independent, escribió: “Tiene un cierto genio -como se demostró en su anterior libro El sueño de Roma- para hacer la historia, en ese temido término, fácil y accesible... El libro dice quizás menos sobre Churchill que sobre la ambición y la imagen de sí mismo de Boris [Johnson]. En términos de libros de historia, es una oportunidad perdida. Para la carrera de Johnson, sin duda hará maravillas”. El comentario resultó profético porque aupó a Johnson a Premier.

En el New Statesman, Richard J. Evans dijo: “El libro se lee como si fuera dictado, no escrito. Todo el tiempo oímos la voz de Boris; es como estar acorralado en el Club de los Zánganos y ser arengado durante horas por Bertie Wooster” [Bertie Wooster, es un personaje de ficción creado por el escritor humorista británico P. G. Wodehouse.] El Times también recordó la “voz de Bertie Wooster” del libro, al tiempo que describía su enfoque como “nunca aburrido, genuinamente inteligente en algunas partes, desesperadamente parcial en sus juicios y a veces irritante hasta el punto de agotarnos con sus tropiezos verbales (los de Johnson)”.

El fictivo Bertie Wooster era un miembro menor de la aristocracia inglesa y notorio entre los «ricos holgazanes», siempre aparecía en compañía de su inteligente e infalible criado valet, Jeeves, cuyo genio siempre lograr sacar a Bertie y a sus amigos y familiares de numerosos embrollos.

Protagonista narrador en primera persona de diez novelas de P.G.Wodehouse y casi 40 historias cortas, Bertie Wooster es uno de los personajes cómicos más vívidos de la literatura inglesa. En sus charlas públicas Boris Johnson logra las risas y simpatías de los asistentes, pero lo conseguido literariamente corre el peligro de convertirse en ridículo en lo político a causa de sus mentiras, su egocentrismo y creencia en la propia infalibilidad. Esperemos que ese ¡Hasta la vista, baby! sea un adiós definitivo y no le volvamos a ver en la tribuna política.