Camille Claudel. Los latidos del siglo XIX
Camille Claudel nace en 1864. A pesar del tiempo transcurrido desde su fallecimiento, en 1943, es para muchos una persona desconocida. O, en la mayoría de los casos, la retratan envuelta en innumerables tópicos manidos.
Si se navega en Internet, los titulares de las indistintas fuentes, literarias y de otros signos, están impregnados casi siempre de prejuicios y falsedades. Aunque existen fuentes objetivas y sustentadas en el rigor, predominan las que vierten descalificaciones y clichés. A menudo presentan a Camille Claudel como una mujer y artista autodestructiva, trágica, hermana loca del poeta Paul Claudel. Una mujer abatida por culpa de Rodin. Ella, su alumna, su amante, su musa. En un tono telenovelesco. Folletinesco.
“Camille Claudel, perdida entre el escándalo y el drama de haber sido la amante de Rodin”. Un titular, traído en este artículo de opinión, a modo de ejemplo. Se culpabiliza a Rodin bajo la etiqueta de canalla y mujeriego. A Rose Beuret, la mujer “oficial” de Rodin, la muestran como una vieja fea y arrugada. Una bruja y modistilla analfabeta. A Camille Claudel y a Rose Beuret, enfrentadas hasta la muerte. Insultando y agarrándose de los pelos.
A este escenario se le añade la interpretación de su obra artística, con frecuencia, bajo un prisma exclusivamente autobiográfico. Se compara su vida con su obra. En las esculturas se destaca el carácter dramático relacionado con ella: una mujer desvalida y atormentada. En definitiva, se exhibe a la artista desgajada del contexto histórico y de los latidos del Siglo XIX. Un Siglo confabulado en contra de las mujeres. Un tiempo que no reconoce el derecho a la Educación y prohíbe su acceso al ámbito público. Las recluye en el ámbito privado. Al nacer, un destino definido: convertirse en esposas, madres y cuidar de sus hijos.
Entre las profesiones artísticas, la escultura se considera una actividad impropia de una mujer. Un trabajo duro, de gran esfuerzo físico y rodeado de polvo, impregna ropas, el cabello, la piel. Mujeres mal vestidas, desaliñadas y despeinadas, contravienen el orden natural.
Camille Claudel, una niña, una joven, inquieta y apasionada, no acató ni la voluntad materna ni la social. Anhelaba algo más que un anillo y un altar. Su independencia y libertad. Amasar tierra en lugar de pan.
Por fortuna y con la ayuda de su padre, el director de la Academia privada Colarossi, Alfred Boucher, descubre el talento en sus primeras esculturas.
En 1881, la familia Claudel se muda a París. En la Academia Colarossi A. Boucher será durante tres años su maestro. A pesar de ser Camille Claudel mujer y escultora, logra presentar sus primeras esculturas, año 1882, en el Salón de Artistas Franceses. El nombre de la artista aparecerá publicado, junto a una breve reseña, en la prensa parisina. No necesitará recurrir a un seudónimo.
A mediados de 1883, Rodin sustituirá a A. Boucher. Le impartirá clases a ella y a otras mujeres. En el taller de la calle Notre-Dame-des-Champs unas pocas escultoras apaciguan el peso sobre los hombros de casi 19 siglos. Siglos casi nominados en masculino, enseñoreados. Sin embargo, todas acabarán casándose, abandonando la aspiración de convertirse en escultoras. Salvo Camille Claudel.
En 1880 Rodin se consagra como escultor.
En 1884 entra como ayudante en el taller de Rodin. Él contempla cómo modela, se maravilla por su ruptura con la concepción tradicional de un semblante, de una estatuilla clásica y rígida. Sus estilos se asemejan.
En el taller se trabaja con modelos desnudos. Posará para él. Los dos se compenetran cada día mejor. Rodin le encomienda darle forma a los pies y manos de algunas piezas. Ella se siente afortunada, dichosa, valorada. Una relación les irá acercando a nivel artístico y personal. 24 años separan a ambos. Ella, 19. Él, 43.
Establecen una colaboración, un intercambio y una fusión paulatina en lo creativo y en lo sentimental. La atracción es mutua. Inicia junto a Rodin un despegue progresivo. Es su colaboradora principal. En una tónica similar a la fórmula que prevalece en otros salones y talleres. Discípulo de. En este caso, Discípula de.
Los latidos del Siglo XIX se expanden por todos los rincones de París. De las manos de Rodin brotan su silueta y rostro. Su imagen aparece en las composiciones de Rodin. La familia Claudel se escandaliza. Su madre la echa de casa. La hermana, Louise, se alinea a la madre, condenando los desnudos. Su hermano, Paul, convertido al catolicismo, censura la revelación de su cuerpo en las esculturas. Y su padre, Louis-Prosper, convencido del talento de su hija, le ofrece vender otra parcela, alquilarle un taller, comprar mármol y bronce. A cambio, su ruptura con Rodin. Ella no acepta finalizar la relación.
Expone sus esculturas en el Salón de artistas franceses (SAF). Los asistentes admiran sus obras. Se fijan en ella. Una muchacha ingeniosa y capaz. Sin embargo, artistas, críticos y coleccionistas de artes realzan la obra de Rodin y su maestría por la habilidad y destreza para enseñarle el modelaje. A su alumna, ayudante, musa.
En 1888 expone Sakuntala en el SAF. Una escultura monumental. Obtiene una mención de honor. Se congratula por el éxito adquirido. Pero muchos visitantes apostillan: “Es mujer; además tan menuda…; imposible que talle semejante obra; imposible emplear esa enorme fuerza física… La sombra de Rodin yace detrás de la escultura.
Atrás ha quedado la inauguración de la Exposición Universal de París (1889) y el 21 de junio, día del estreno de la gran exposición del Campo de Marte, que reúne 70 obras de Monet y 36 esculturas de Rodin. Círculos artísticos y literarios de París elogian “el evento colosal, de un aplastante éxito…”. ¿ Y las esculturas propias de Camille Claudel? ¿Y su aporte en las obras expuestas?
No desiste. Se encuentra inmersa en esculpir el Vals. Asimismo se dirige al Ministro de Instrucción Pública y de Bellas Artes solicitando mármol para completar Sakuntala. Rodin interviene por escrito ante la negativa del Ministro. Trata de ayudarla. Sucede lo mismo con el Vals. El subsecretario de Estado de Bellas Artes acepta enviar un inspector para valorar Pareja de vals. La considera brillante, pero le ruega a Rodin que le traslade a la artista el deseo de vestir los desnudos de la pareja.
Cansada de escuchar que detrás de sus esculturas están las manos de Rodin; molesta por sus actitudes esquivas; decepcionada por incumplir la promesa de casarse con ella y por continuar la relación con Rose Beuret, busca zafarse de su mediación en el ámbito artístico. Ganar en autonomía. En libertad.
En 1892 se muda a un apartamento y taller exclusivo para ella. Dedica día y noche a esculpir. Apenas se relaciona directamente con Rodin. Se mantendrá alejada de él de 1893 a 1895. No obstante, el escultor le seguirá prestando ayuda.
No ceja en su empeño por desmarcarse de él. Presenta en el Salón de la Sociedad Nacional de Bellas Artes (SNBA) sus nuevas esculturas. Rodin es el presidente de la sección de escultura. Octave Mirbeau, crítico de arte, elogia sus obras: “La señorita Claudel es alumna de Rodin…”. Octave Maus, crítico de arte belga y director de la Libre Esthétique, la invita a exponer sus esculturas en el Salón, en Bruselas. Año 1894. Presenta El Vals, Contemplación, El Salmo, El Primer Paso. Recomendada por Rodin.
El fundidor de El Vals invita a Rodin para enseñarle el resultado de la fundición.
Ella acude a coleccionistas y mecenas que le proporcionan encargos al escultor. Recibe apoyo de Gustave Geffroy, periodista, crítico e historiador del arte. Está vinculado a Rodin desde 1884. Todos admiran sus obras, pero requieren la aprobación de Rodin. Él les escribe: “Hagan algo por esta mujer de genio (la expresión no es exagerada)…”.
El mundo se declara en masculino. Los códigos que se manejan, en masculino. Los pensamientos, las ideas y emociones se expresan en masculino. Y en el círculo de la escultura reina Rodin. Aún así, ella aspira a progresar y arreglárselas sin él.
Ultima nuevas esculturas. Rodin continúa enamorado de ella. Media entre personas relevantes, deseando obtener para ella contratos oficiales y públicos. Camille Claudel renuncia. No quiere que se exhiba como valedor de su nombre, que apadrine su escultura.
Necesita un cambio. En 1899 se muda al muelle Bourbon. Con sus esculturas adquiere confianza en una voz propia. Visitantes, artistas y coleccionistas aprecian su arte, pero le inquietan las dudas de quienes cuestionan la aptitud de una mujer para construir y levantar cuerpos tan pesados y de gran tamaño. Le abruman aquellos que ponen en tela de juicio su competencia y talento. Está saturada y con signos de agotamiento. Se siente sola, muy sola. Su madre la ha rechazado. Su padre, anciano, apenas logra ayudarla. Su hermana se ha casado. Y su hermano Paul reside en el extranjero. Le pesan la pérdida de un asidero, el retraso en las entregas de los encargos, el acoso de sus operarios. Le ahogan las deudas pendientes, las condiciones infernales para desarrollar su trabajo y los reiterados llamamientos a entidades públicas y privadas reclamando auxilio.
En 1901 no participa en ningún Salón. Aislada en su taller, esculpe hasta oscurecer.
Le encargan un busto al poeta Samain y le proponen una exposición personal en la sala de una galería. Declina. Está exhausta.
Expone por última vez tres obras en la SNBA: Perseo y la Gorgona, el Busto de la condesa de Maigret, Alsaciana.
En 1903 presenta La Edad madura, en bronce, en el Salón de Artistas franceses y en 1904 La Fortuna en el Salón de Otoño.
A pesar de contar con ciertas entradas económicas, no cubre gastos. Está endeudada. Recibe una orden de embargo. Rodin interviene a través de un banquero y liquida facturas, compra algunas de sus esculturas, previendo abonos mensuales para ella. Con una condición: su nombre no debe figurar en ningún recibo; sin que ella se entere.
El galerista Eugéne Blot exhibe a los grandes artistas impresionistas. Está fascinado con las esculturas de Camille Claudel. Consciente de su talento, se implica en la difusión de su obra. En 1905 organiza en su galería una exposición personal de sus esculturas, mostrando 11 importantes bronces. La exposición provoca buenas críticas. Sin embargo, no anima a los aficionados.
Nerviosa y extenuada, se derrumba. Manifiesta sentimientos de apatía, desánimo, y una tendencia creciente al aislamiento. Culpabiliza a Rodin. Está convencida de que quiere arruinarle la vida.
En 1906, por cuenta del Estado, se le encarga a Camille Claudel Nióbide herida. Será su última escultura.
Se siente acorralada. No asiste a la nueva exposición de sus esculturas, organizada por E. Blot. Cree que Rodin la espía, que quiere robar y copiarle. Aspira a destruirla. Piensa que él y cientos de miles entran en su estudio, con una llave maestra. Disimuladamente se fijan en sus figuras.
Apenas come por miedo a un envenenamiento. Casi no duerme, por si acaso. La puerta y la ventana están selladas. No permite que penetre ni un halo de luz.
2 de marzo, 1913. Su padre fallece. Una semana después, el día 10, irrumpen sin avisar en el estudio de Camille Claudel y la ingresan en el manicomio. A instancias e instrucción de su madre y su hermano Paul.
Treinta años permanece recluida, reclamando libertad. Su madre no la visitó nunca. Su hermano, en seis ocasiones.
19 de octubre, 1943. Camille fallece en el manicomio a la edad de 78 años.
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