Espacio de opinión de Canarias Ahora
Circunstancias frente a principios
Como resulta obvio los resultados de Podemos en las elecciones generales del pasado 20 de diciembre han dinamitado las previsiones postelectorales del PP, PSOE y Ciudadanos. Al PP le ha volado por los aires su alianza natural de derechas con la sucursal: Ciudadanos. Mientras que al PSOE les coloca en la tesitura de tener que quitarse la máscara, de tener que elegir entre: la derecha de Rajoy -con opción de añadir a su filial-, un pacto de progreso o nuevas elecciones... ¡Hasta dónde han llegado los socialistas! Ahora esta elección es un dilema para ellos. Entretanto, a Ciudadanos, les ha despojado de un plumazo su sueño de ser parte del Gobierno del Reino de España, y a Albert Rivera, su fantasía de dejar de ser hijo pequeño de Rajoy matando al padre.
Los 69 diputados de Podemos han sido un misil a la línea de flotación del bipartidismo que reinaba en España, del que parece que todavía no se han recuperado, andan “achicando agua” tanto unos como otros.
Vemos al líder supremo de Ciudadanos, Albert Rivera, mendigando un acuerdo a tres bandas, es consciente de que si se vuelven a abrir las urnas corren el riesgo de convertirse en una fuerza residual, que sus votos volverán al PP cual retoñan las cigüeñas al campanario. Su desesperación llega al punto que no argumenta tal propuesta por la necesidad de empezar a gobernar, dada la situación de emergencia social en la que se encuentra inmerso el país, ni tampoco por la urgencia de tapar el sumidero de la corrupción, sino para “evitar que las fuerzas independentistas aprovechen la situación de incertidumbre e inestabilidad”, dice. La verdad es que a todos y todas las canarias lo que nos preocupa, lo que nos deja sin dormir, es este tema.
Por otra parte, observamos al PP hablar de “estar a la altura de las circunstancias” y en eso estoy de acuerdo. Lo que ocurre es que la única opción para estar a la altura de las circunstancias es la opción que sostiene Podemos de no apoyar, ni por acción ni por omisión, la investidura de Rajoy, ni a la primera, ni a la segunda, ni a la milésima vez. También llaman a huir del extremismo/radicalismo, en lo cual también estoy de acuerdo, esto significa huir de ellos que son quienes con radicalismo extremo promueven políticas ultraliberales de desmantelamiento de derechos laborales y de protección social.
Dios nos coja confesados si la derecha gobierna este país cuatro años más. Para muestra un botón: la primera iniciativa que he leído del Ejecutivo en funciones es proponer aumentar el SMI en un 1% -aproximadamente 6 euros al mes-, una broma macabra si no fuera verdad.
Por último, contemplamos a Pedro Sánchez serio y pálido como un cadáver, y no es para menos, pues lejos de estar celebrando -lo único que puede celebrar tras obtener los peores resultados de la historia moderna de su partido- la derrota de la derecha, se encuentra bailando con lobos en su partido. Allí hay “barones” desollándose para que Susana Díaz tome el mando. Y los hay como Felipe González y su parroquia -entre los que se encuentra, cómo no, Jerónimo Saavedra-, que proponen, entre otras perlas, una “gran coalición” con el PP y que acuerde con Rajoy una reforma electoral para implantar un sistema de doble vuelta y así cerrar el paso a Podemos si no en la primera en la segunda. Aquí viene como un guante aquella reflexión de Giulio Andreotti: “Hay amigos íntimos, amigos, conocidos, enemigos, enemigos mortales y… compañeros de partido”.
Pero todos ellos coinciden en una cosa, no pactar con Podemos, dejando a Pedro Sánchez en la siguiente disyuntiva: si permite que el PP gobierne estafa a su electorado, provoca una estampida de sus bases y lleva a su partido al ocaso como le ocurrió, entre otros, al Pasok en Grecia y a Bettino Craxi en Italia; y si convoca nuevas elecciones, él no sería el candidato y el resultado podría llegar a ser devastador. Es decir, si sale cara pierde Pedro Sánchez y si sale cruz gana Susana Díaz y se lleva los despojos.
El tiempo transcurrido tras las elecciones lo único que deja entrever de forma clara y nítida es que el tripartido conformado por PP, PSOE y Ciudadanos coinciden en dos cosas: primera, en dirigir su dardos más afilados contra Podemos; y segundo, en dejar sus programas electorales a un lado, es decir, en hacer política de circunstancias frente a una actitud de principios con el único objeto de cercar a Podemos.
Entretanto Podemos se mantiene firme en su propuesta programática condensada en cinco grandes acuerdos inmediatos para un nuevo país: democracia real (construir un régimen electoral representativo), justicia independiente, erradicación de la corrupción, blindaje de los derechos sociales (elevándolos a condición de derechos constitucionales reforzados y derogando las reformas laborales y la redacción dada al art. 135 de la CE) y unidad desde la diversidad (reconocer la plurinacionalidad del Estado). Se trata de cinco presupuestos de los que no se puede desistir sin defraudar la confianza depositada por el electorado.
Como observaba Rosa Luxemburgo en su obra Reforma o revolución : “Verdaderamente, sería nuestro programa un mísero papelucho si no sirviera para todas las circunstancias y para todos los momentos de la lucha, y su utilidad no se demostrara realmente cumpliéndolo, sino recitándolo”.
Como resulta obvio los resultados de Podemos en las elecciones generales del pasado 20 de diciembre han dinamitado las previsiones postelectorales del PP, PSOE y Ciudadanos. Al PP le ha volado por los aires su alianza natural de derechas con la sucursal: Ciudadanos. Mientras que al PSOE les coloca en la tesitura de tener que quitarse la máscara, de tener que elegir entre: la derecha de Rajoy -con opción de añadir a su filial-, un pacto de progreso o nuevas elecciones... ¡Hasta dónde han llegado los socialistas! Ahora esta elección es un dilema para ellos. Entretanto, a Ciudadanos, les ha despojado de un plumazo su sueño de ser parte del Gobierno del Reino de España, y a Albert Rivera, su fantasía de dejar de ser hijo pequeño de Rajoy matando al padre.
Los 69 diputados de Podemos han sido un misil a la línea de flotación del bipartidismo que reinaba en España, del que parece que todavía no se han recuperado, andan “achicando agua” tanto unos como otros.