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Comienza el desmantelamiento sanitario

La sanidad pública en nuestro estado siempre gozó de una valoración alta por su universalidad, gratuidad y equidad, pero, sobre todo, por la calidad y trato con los enfermos que los trabajadores sanitarios prestaban a sus usuarios. Y fue ponderada a nivel internacional como uno de los logros sociales alcanzados en nuestra sociedad. Fue la joya de la corona. Ahora está herida de muerte y a los hechos me remito.

Con la llegada del PP al gobierno estatal, la aplicación de políticas restrictivas económicas a la sanidad está suficientemente clara. El cambio de modelo privado contra el público es evidente. Se cierran hospitales tan emblemáticos como el de la Princesa en Madrid y se privatizan muchos más.

En Cataluña, gobernada por los “nacionalistas” conservadores, de modo similar se ataca al Hospital Clínico, emblema sanitario público de aquella comunidad. Y aquí en Canarias, para no ser menos, el Gobierno cierra unidades sanitarias tan específicas e importantes como la de Cirugía Cardiaca Infantil, sin olvidar cierres de quirófanos, de plantas hospitalarias, despidos de millares de trabajadores sanitarios, que traen como consecuencia un aumento de las listas de espera de consultas, diagnósticas y quirúrgicas, privatización de servicios centrales de lavandería de los grandes hospitales, intento de lo mismo con los servicios de mantenimiento hospitalarios en una pretendida política de ahorro energético. Y nada importa que los verdaderos especialistas sanitarios, los facultados para ese tipo de decisiones que afectan a la salud de los ciudadanos, nos opongamos a muchas de ellas alertando de las graves consecuencias que pueden darse en referencia a la vida de muchos de los enfermos. Pero nuestros políticos hacen caso omiso a quienes, con nuestras titulaciones, nuestras experiencias especializadas a lo largo de los años, somos los verdaderos responsables de nuestra tarea de curar o prevenir a quienes padecen enfermedades. Ellos, desde los despachos, desde sus Consejos de Gobierno, deciden en aspectos tan importantes como nuestro bienestar saludable y sanitario, recortando y retirando prestaciones que entre todos hemos logrado alcanzar con nuestras cotizaciones e impuestos durante décadas. Y obvian nuestras denuncias y nuestras propuestas para evitar lo que estamos sufriendo actualmente y lo próximo en llegar. Porque si hay que recortar habrá que hacerlo, que se puede, de otras partidas económicas y respetar los derechos humanos de la salud en este caso. Que se recorte en sueldos y pensiones vitalicias de políticos o banqueros, de prebendas fiscales y de jubilaciones a cargos públicos, de empresas públicas, en prescindir de asesores enchufados que parasitan la política, de corregir el fraude fiscal y la evasión de capitales a paraísos fiscales de grandes fortunas, de corregir la administración pública que nos gobierna, estatal, autonómica y municipal y de gastos suntuosos a los que acostumbran nuestros gobernantes. Pero que respeten y preserven los derechos sociales en salud, educación, dependencia, y que se esmeren en dar trabajo y viviendas a sus ciudadanos.

Porque la vida de uno solo de los niños enfermos de cardiopatía de nuestras islas, vale mucho más que todo lo que los políticos ganan y gastan en su gestión de gobierno.

Y señores gobernantes, señores gerentes y directores sanitarios: ustedes nos gobiernan y dirigen hospitales, yo vivo los hospitales; ustedes decretan y ordenan y yo realizo intervenciones quirúrgicas; ustedes pasarán y vendrán otros directores y políticos, yo, como otros médicos, seguiré ejerciendo mi profesión; ustedes recortan y dividen y yo quiero multiplicar; ustedes me atacan como sanitario y yo me defiendo; ustedes llevan realizando cuatro años su labor gestora y yo llevo cuarenta años de trabajo asistencial; ustedes dictan leyes y mandan y yo busco mejoras para los trabajadores y los ciudadanos; ustedes reparten lo que no es suyo y yo busco compartir; ustedes fueron elegidos mediante algunos cambalaches y yo elijo; ustedes son solo gobernantes? Yo soy un médico.

Por ello, NO AL DESMANTELAMIENTO SANITARIO PÚBLICO. NO AL NEGOCIO CON LA SALUD.

Carlos García

La sanidad pública en nuestro estado siempre gozó de una valoración alta por su universalidad, gratuidad y equidad, pero, sobre todo, por la calidad y trato con los enfermos que los trabajadores sanitarios prestaban a sus usuarios. Y fue ponderada a nivel internacional como uno de los logros sociales alcanzados en nuestra sociedad. Fue la joya de la corona. Ahora está herida de muerte y a los hechos me remito.

Con la llegada del PP al gobierno estatal, la aplicación de políticas restrictivas económicas a la sanidad está suficientemente clara. El cambio de modelo privado contra el público es evidente. Se cierran hospitales tan emblemáticos como el de la Princesa en Madrid y se privatizan muchos más.