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Ya no controlan ni Kabul

Por si había dudas a pesar de los informes occidentales que venían repitiéndolo, el odio a los extranjeros y el aumento de la resistencia no ha hecho otra cosa que desarrollarse. Tras los bombardeos en 2001, seguido de la ocupación, los talibanes casi desaparecieron. El aumento reciente de la resistencia está lejos de producirse por extrañas conspiraciones o gracias al refugio de la resistencia en la frontera paquistaní, seis años después del inicio de la guerra mundial contra el terrorismo. La gestión gubernamental de Hamid Karzai, junto a la intervención de la OTAN, provocaron aquel fenómeno por su política centrada en la represión brutal, bombardeos indiscriminados de civiles, cero iniciativas de progreso económico o social, control de las drogas por parte de los señores de la guerra (amigos de la Alianza Atlántica) cuya producción se disparó durante estos años, la construcción de bases militares? ¿Algún avance? El secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, reconoció que una vez expulsados los talibanes de cualquier zona, no tardan en regresar. Un hecho imposible de comprender sin el apoyo de amplios sectores civiles a la resistencia.

Cualquier estratega reconocería la incapacidad de la OTAN para cumplir con sus proclamados objetivos de reconstrucción. Lo mismo vale para el ministro español de Defensa, empeñado en permanecer en Afganistán. Se avanza hacia un período de negociaciones con la resistencia o lo único que están con condiciones de hacer las fuerzas de ocupación es asegurarse las bases militares y el dudoso control del terreno que pisan. Cuando el secretario de Defensa gringo Robert Gates solicita más soldados para Afganistán no puede estar pensando en la victoria militar. Los precandidatos demócratas Obama y Hillary Clinton tampoco, pero ya declararon que apoyarán la presencia de las tropas estadounidenses en Afganistán durante mucho tiempo si cualquiera de ellos gana las elecciones a la Casa Blanca.

¿Por qué? Porque están de acuerdo en este caso con el proyecto de los republicanos. La defensa de los intereses imperialistas gringos, también llamados intereses nacionales, pasa por la consideración de Afganistán como un lugar que permite un observatorio militar excepcional sobre Irán, Pakistán, India, Rusia y China, además de situarse en un espacio clave para su lucha desesperada por apropiarse del petróleo y el gas situados en el conjunto de la región. Afganistán también representa un lugar estratégico para desempeñar el papel de vía de transporte del petróleo y el gas de Asia Central hacia el Océano Índico. A Washington le importa tanto el progreso de Afganistán como el de Irak. Nada, y a las pruebas abundantes desde hace seis años me remito. Incluso deja en un segundo lugar cualquier victoria bélica si lo ve complicado. Sólo le interesa el control militar que le permita acceder por las buenas o por las malas al oro negro ajeno.

Ciudadanos de Estados Unidos y de Europa suponen que gracias a los gringos asegurarán su actual nivel de vida. Está sucediendo más bien lo contrario. También los ingleses se sentían protegidos por los bucaneros que durante los siglos XVII y XVIII saqueaban las posesiones españolas en el exterior. Lo de hoy parece peor. Porque una cosa fue la pelea entre dos imperios por la supremacía y otra, muy distinta, el asalto de los depredadores del siglo XXI contra países y pueblos casi indefensos desde el punto de vista militar. ¿O no?

Rafael Morales

Por si había dudas a pesar de los informes occidentales que venían repitiéndolo, el odio a los extranjeros y el aumento de la resistencia no ha hecho otra cosa que desarrollarse. Tras los bombardeos en 2001, seguido de la ocupación, los talibanes casi desaparecieron. El aumento reciente de la resistencia está lejos de producirse por extrañas conspiraciones o gracias al refugio de la resistencia en la frontera paquistaní, seis años después del inicio de la guerra mundial contra el terrorismo. La gestión gubernamental de Hamid Karzai, junto a la intervención de la OTAN, provocaron aquel fenómeno por su política centrada en la represión brutal, bombardeos indiscriminados de civiles, cero iniciativas de progreso económico o social, control de las drogas por parte de los señores de la guerra (amigos de la Alianza Atlántica) cuya producción se disparó durante estos años, la construcción de bases militares? ¿Algún avance? El secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, reconoció que una vez expulsados los talibanes de cualquier zona, no tardan en regresar. Un hecho imposible de comprender sin el apoyo de amplios sectores civiles a la resistencia.

Cualquier estratega reconocería la incapacidad de la OTAN para cumplir con sus proclamados objetivos de reconstrucción. Lo mismo vale para el ministro español de Defensa, empeñado en permanecer en Afganistán. Se avanza hacia un período de negociaciones con la resistencia o lo único que están con condiciones de hacer las fuerzas de ocupación es asegurarse las bases militares y el dudoso control del terreno que pisan. Cuando el secretario de Defensa gringo Robert Gates solicita más soldados para Afganistán no puede estar pensando en la victoria militar. Los precandidatos demócratas Obama y Hillary Clinton tampoco, pero ya declararon que apoyarán la presencia de las tropas estadounidenses en Afganistán durante mucho tiempo si cualquiera de ellos gana las elecciones a la Casa Blanca.