Canarias Ahora Opinión y blogs

Sobre este blog

La corrupción mata

0

Con la expresión La banalidad del mal, Arendt, una de las mentes más influyentes del siglo XX, resumen cómo Eichmann, un alto cargo nazi, contribuyó a acabar con la vida de millones de judíos sin sentir el menor remordimiento. En su juicio, celebrado en Israel en la década de 1960, decía en su defensa que se había limitado a cumplir órdenes y, con meticulosidad germánica, a hacer su trabajo. Pensé en esto al poner una queja por el tratamiento hacia mi madre por parte del sistema público de salud. Al igual que muchas mujeres de su edad, durante décadas este le ha recetado (y pagado) medicamentos antidepresivos y ansiolíticos que no deberían tomarse durante tanto tiempo. No es sólo que generan tolerancia y ya no le hagan efecto, es que ahora, pasados los 85, le han generado pensamientos psicóticos, piensa que la persiguen, tiene ideaciones suicidas. Y nos ha dicho a los hijos que es un monstruo, que no vayamos más a verla, que hagamos como si estuviera muerta. Durante todas estas décadas hubiera estado bien que alguien con responsabilidad se hubiera preocupado de hacer bien su trabajo con meticulosidad germánica y se hubiera planteado por qué se sigue mandando durante tanto tiempo a tantas personas mayores medicamentos que no deberían tomarse más que durante un corto período. También que la gente sin tanta responsabilidad, con rebeldía latina, se hubieran negado a seguir órdenes y a seguir recetando y despachando durante décadas esos mismos medicamentos. Pero ahora mismo lo único que podemos hacer es intentar enfrentar el problema que tenemos con los recursos que tenemos ahora. 

Pensé en la corrupción después de haberme desahogado un poco con la amable telefonista que me llamó para decirme que la cita de salud mental de mi madre se demoraba aún un mes más. Al fin y al cabo, ella simplemente se limitaba a hacer su trabajo. Y seguramente la psiquiatra no puede atender a mi madre hasta dentro de un mes porque en su tiempo de trabajo no es a mi madre a la única persona que tiene que atender. ¿Por qué no hay más personas competentes, meticulosas y responsables trabajando en el sistema sanitario? Cómo no acordarse de la corrupción: entre las mascarillas y el mediador, no hay más profesionales trabajando, entre otros motivos, porque el dinero que debería de haber servido para atender a toda la población ha servido tan sólo para enriquecer a unos pocos corruptos. Hay quienes no reciben la atención que merecen porque los recursos necesarios para ello se los han llevado otros. Si fuéramos conscientes de ello entenderíamos que la corrupción mata. 

En sociedades que son prácticamente analfabetas en su formación sociológica los discursos sobre la realidad social suelen polarizarse en los extremos. Por un lado, el esencialismo naturalista: es natural intentar maximizar los beneficios por todos los medios que estén a tu alcance, de ahí la corrupción. Por otro lado, un culturalismo que acaba siento también esencialista: estas cosas no pasan en los países del norte porque son de otra manera, pero es que los latinos llevamos estas cosas en los genes. Cuando lo que mejor ayuda a entender por qué las sociedades son como son sus instituciones y normas, escritas y no escritas. La corrupción no debería tan sólo inhabilitar a las personas para ocupar cargos públicos. También debería impedir que las empresas que la practican se vuelvan a relacionar con lo público. Seguro que, por ejemplo, hubo algún contable (o alguna contable) que se limitó a seguir órdenes y a apuntar tantos euros por cada mascarilla. ¿Qué jefe hubiera permitido que un subordinado cuestionara por qué se facturaban las mascarillas a un precio tan elevado? Punto final y obediencia debida. Dos expresiones que durante mi niñez escuchaba en las noticias, referentes a los juicios de la dictadura argentina. ¿Qué es lo que se escucha ahora en las noticias? Los partidos políticos suelen adoptar una actitud de “y tú más”. Y, en un mundo dominado por las redes, que como decía Jaron Lanier fomenta que nos comportemos como “lobos en manada”, la gente tiende a abdicar de la capacidad de pensar y a juzgar los comportamientos en función de que consideren que los hacen gente “de su grupo” o “de los otros grupos”. Si una canción de los ochenta decía que eran “malos tiempos para la lírica”, éstos parecen ser malos tiempos para la capacidad de pensar. Como lo mío es hacer pensar terminaré con otra cita sobre el ascenso del nazismo, en este caso de Bertolt Brecht, aquella que decía que primero vinieron contra los judíos, y como yo no era judío no hice nada; luego contra los comunistas, y como yo no era comunista, yo no hice nada… y así sigue hasta que termina diciendo: ahora vienen contra mí y ya no queda nadie que me defienda. Los sistemas de salud pagan lo que beneficia a las farmacéuticas, y no a los pacientes, porque parece que nada se puede interponer en el lícito objetivo de ganar (más) dinero, hay quien cobra de más por las mascarillas y hay quien de todo ello deduce que lo que hay que hacer es eliminar cualquier sanidad pública. La corrupción, el descrédito de la democracia y de lo público no es una cuestión menor. Ahora es mi madre la que no recibe la atención que merece. Pero mañana podría ser yo, podrías ser tú. ¿Quién quedará entonces para defendernos? 

Con la expresión La banalidad del mal, Arendt, una de las mentes más influyentes del siglo XX, resumen cómo Eichmann, un alto cargo nazi, contribuyó a acabar con la vida de millones de judíos sin sentir el menor remordimiento. En su juicio, celebrado en Israel en la década de 1960, decía en su defensa que se había limitado a cumplir órdenes y, con meticulosidad germánica, a hacer su trabajo. Pensé en esto al poner una queja por el tratamiento hacia mi madre por parte del sistema público de salud. Al igual que muchas mujeres de su edad, durante décadas este le ha recetado (y pagado) medicamentos antidepresivos y ansiolíticos que no deberían tomarse durante tanto tiempo. No es sólo que generan tolerancia y ya no le hagan efecto, es que ahora, pasados los 85, le han generado pensamientos psicóticos, piensa que la persiguen, tiene ideaciones suicidas. Y nos ha dicho a los hijos que es un monstruo, que no vayamos más a verla, que hagamos como si estuviera muerta. Durante todas estas décadas hubiera estado bien que alguien con responsabilidad se hubiera preocupado de hacer bien su trabajo con meticulosidad germánica y se hubiera planteado por qué se sigue mandando durante tanto tiempo a tantas personas mayores medicamentos que no deberían tomarse más que durante un corto período. También que la gente sin tanta responsabilidad, con rebeldía latina, se hubieran negado a seguir órdenes y a seguir recetando y despachando durante décadas esos mismos medicamentos. Pero ahora mismo lo único que podemos hacer es intentar enfrentar el problema que tenemos con los recursos que tenemos ahora. 

Pensé en la corrupción después de haberme desahogado un poco con la amable telefonista que me llamó para decirme que la cita de salud mental de mi madre se demoraba aún un mes más. Al fin y al cabo, ella simplemente se limitaba a hacer su trabajo. Y seguramente la psiquiatra no puede atender a mi madre hasta dentro de un mes porque en su tiempo de trabajo no es a mi madre a la única persona que tiene que atender. ¿Por qué no hay más personas competentes, meticulosas y responsables trabajando en el sistema sanitario? Cómo no acordarse de la corrupción: entre las mascarillas y el mediador, no hay más profesionales trabajando, entre otros motivos, porque el dinero que debería de haber servido para atender a toda la población ha servido tan sólo para enriquecer a unos pocos corruptos. Hay quienes no reciben la atención que merecen porque los recursos necesarios para ello se los han llevado otros. Si fuéramos conscientes de ello entenderíamos que la corrupción mata.