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Cuidado con lo que se desea

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Cualquier buena novela de suspense que se precie, sufre, en algún momento del nudo de la historia, un giro radical en su trama para sorpresa del ávido lector. Generalmente es, en esas páginas centrales, donde una acción determinada hace que todo salte por los aires. Surgen nuevas tramas secundarias, todo se mezcla, se emponzoña y hacen dudar al lector acerca de las nobles o discutibles voluntades de unos u otros personajes.

Si el espionaje a los políticos de nuestro país fuera una novela, ahora estaríamos en ese instante de la trama que todo está siendo agitado en la coctelera. Ese momento en el que, si el lector parpadea, se pierde en los matices.

Hay que reconocer que es una buena historia para una novela: Un Presidente de Gobierno espiado por un software de última generación; Unos políticos independentistas espiados por el gobierno; Una parte del gobierno exigiendo dimisiones y unos socios de investidura amenazando con hacer caer al gobierno.

Y es aquí, en esta última idea donde quiero pararme. Es totalmente entendible el cabreo que puedan tener los independentistas por haber sido espiados. Y es absolutamente comprensible que quieran saber quién dio la orden, por qué y desde cuándo se les está espiando.

Pero también es cierto que cualquier democracia que se precie, debe hacer prevalecer la seguridad nacional y la garantía de su unidad territorial mediante la obtención de información, siempre bajo amparo legal, que le haga tener una ventaja táctica de cara a posibles coyunturas. Cualquier país que se le venga a usted ahora a la cabeza espía, ha espiado y espiará. No tenga dudas. La información es poder.

Partiendo de esa realidad, por muy dura que pueda parecer, me parece absolutamente sorprendente que ERC pida altura de miras y responsabilidad de Estado cuando esa responsabilidad no está siendo recíproca. El chantaje de ERC al Gobierno para que se explique el espionaje o de lo contrario poner en jaque el exiguo apoyo parlamentario del Gobierno, es un peligroso juego de ruleta rusa.

No debemos olvidar que ese mismo partido, cuyo portavoz parlamentario no hace mucho dijo en el Congreso que la izquierda debía dejar de militar solo en la moral para hacerlo también en la utilidad, es el mismo que ahora está amenazando con volar una legislatura que ha permitido generar más de un millón de puestos de trabajo en el último año, superar los 20 millones de ocupados y que uno de cada dos contratos, ahora, sean indefinidos. Por no hablar de los 140.000 millones de euros en fondos europeos de recuperación económica para generar un nuevo modelo productivo que aún están por gestionar. Y eso no es, precisamente, militar en la utilidad.

Es notorio que el deterioro de relaciones es evidente. El Gobierno necesita depurar responsabilidades de Pegasus cuanto antes, pero ERC también debe tener cuidado con lo que desea, porque, mientras sigue debilitando al bloque de gobernabilidad, la derecha se recompone. Cada crisis de los socios de investidura refuerza un nuevo ciclo del bloque PP-Vox. En las elecciones de Andalucía, de junio, veremos si ese bloque se sigue reforzando. 

Cualquier buena novela de suspense que se precie, sufre, en algún momento del nudo de la historia, un giro radical en su trama para sorpresa del ávido lector. Generalmente es, en esas páginas centrales, donde una acción determinada hace que todo salte por los aires. Surgen nuevas tramas secundarias, todo se mezcla, se emponzoña y hacen dudar al lector acerca de las nobles o discutibles voluntades de unos u otros personajes.

Si el espionaje a los políticos de nuestro país fuera una novela, ahora estaríamos en ese instante de la trama que todo está siendo agitado en la coctelera. Ese momento en el que, si el lector parpadea, se pierde en los matices.