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Desplomados y desplumados

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La derecha y ultraderecha españolas muy españolas y mucho españolas están cada vez más cerca de los independentistas catalanes. Esta semana una vez más han vuelto a votar unidos contra el Gobierno de España. 

Primero fue Junts, el partido de Puigdemont, el que sumó sus votos a los del PP y Vox en contra de los derechos de los inquilinos por los alquileres de temporada y viviendas vacacionales, y esta semana se ha unido Esquerra Republicana de Cataluña al trío derechista al votar a favor de la reprobación del ministro de Transportes, Óscar Puente, el más divertido y ocurrente del gabinete de Pedro Sánchez y al que la derecha teme como a Belcebú.

El presidente del Gobierno de España ha conseguido algo que no había logrado ningún otro presidente: enfrentar a los independentistas catalanes que un día gobernaron juntos y que hoy no se pueden ni ver. Los insultos y las descalificaciones entre los soberanistas catalanes de derecha y de izquierda son ahora lugar común en el Congreso de los Diputados. 

Los dos quieren influir más en el Gobierno de España, lo que no deja de ser una paradoja. Pasan de España pero quieren gobernarla con sus pocos pero decisivos votos. La derecha y la ultraderecha españolas están haciendo muy buenas migas con los soberanistas catalanes a los que tanto odian, da igual que sean de derechas o de izquierdas. 

Nunca ha estado el independentismo catalán tan mal como con este gobierno de Pedro Sánchez. Por eso los soberanistas se están dejando querer por la derecha y la ultraderecha, que quieren a Puigdemont y sus secuaces en la cárcel. 

El ex president catalán es el diablo personificado para Feijóo y Abascal, que están en contra de su amnistía y lo quieren ver en prisión, pero así y todo el exhonorable juega con fuego para encelar a Pedro Sánchez y tratar de lograr más dinero para Cataluña.

Sánchez ha desinflado al independentismo catalán como nunca pudieron Aznar y Rajoy pero la derecha carpetovetónica, en vez de agradecérselo, lo pone a parir. No hay quien la entienda.

El presidente de la Generalitat de Catalunya, el socialista Salvador llla, ha sido muy claro con la polémica sobre la financiación autonómica. El ex ministro de Sanidad, con toda la razón, no está dispuesto a financiar las rebajas fiscales de las comunidades del PP. 

Los barones populares se cabrean mucho con la futura financiación de Cataluña por creerse perjudicados, al mismo tiempo que deciden voluntariamente recaudar menos en sus comunidades al rebajar la fiscalidad a los paisanos ricos. Quieren quedar bien con los suyos a costa de que papá Estado les saque las castañas del fuego dándoles más dinero. Un contrasentido hipócrita, populista y demagógico.

Illa ha estado imperial. Los ha dejado con el culo al aire y sin argumentario. Las comunidades de PP se quedan sin argumentos y sin perras al rechazar la financiación autonómica. Prefieren perjudicar a sus propios conterráneos antes que dar la razón a Sánchez. Fueron por el dinero de la lana y acabaron trasquilados. Se han quedado como el gallo de Morón: sin plumas y cacareando. Desplumados y desplomados. 

La derecha y ultraderecha españolas muy españolas y mucho españolas están cada vez más cerca de los independentistas catalanes. Esta semana una vez más han vuelto a votar unidos contra el Gobierno de España. 

Primero fue Junts, el partido de Puigdemont, el que sumó sus votos a los del PP y Vox en contra de los derechos de los inquilinos por los alquileres de temporada y viviendas vacacionales, y esta semana se ha unido Esquerra Republicana de Cataluña al trío derechista al votar a favor de la reprobación del ministro de Transportes, Óscar Puente, el más divertido y ocurrente del gabinete de Pedro Sánchez y al que la derecha teme como a Belcebú.