Espacio de opinión de Canarias Ahora
De las guerras
La humanidad nunca ha dejado de estar en guerra. Desde sus orígenes. “Es una afirmación que huele a sentencia intransigente,” me dice un optimista rousoniano sin nombre. “Estas desgracias tienen su origen en el patriarcado todavía dominante,” me suelta Aurora como si yo tuviera la culpa de algo: quizás no culpa pero sí responsabilidad, como hombre, como persona, como idiota patológico. “Tienen razón los mexicanos” reclama un arúspice aficionado. “Tendrán que pedir perdón los españoles” “Allá ellos, los que se sientan tales” le digo yo, muy apátrida y más a medida que pasan los años. “Tendrán que pedir perdón” insiste el arúspice, “con sus reyes a la cabeza.” Eso puede ser cierto, porque hay al menos dos reyes, uno ejerciente y otro molestando con sus correrías pasadas y presentes. Es imposible ver un programa de televisión en el que no salga la antigua domadora de fieras. Bueno, hay uno que sí, por ahora, “La Revuelta” de Broncano: “Me está siendo muy útil para entender a mis hijos.” Ella, Silvina, tiene dos, un macho y una hembra, de veinte y veintidós años. Quizás a mí también para comprender lo que no comprendo del mío. Es una forma distinta de contar las cosas que pasan, o, como bien dice él, de hacer comedia , “solo hacemos comedia, nada más.” Pero hay gentes que se empeñan en ver fantasmas; extraña situación la de las audiencias siguiendo cada mañana los índices de audiencias basados en un sistema caduco y de dudosa fiabilidad, pero es el único. Extraña.
Las tropas de Israel se adentran en el Líbano. La ONU se espanta, al menos su secretario general. La ONU nació así, cojitranca y maltrecha. De todas las ensoñaciones de Keynes, es la peor parada, o la más estancada. Me acordé de Jesús Hermida y Tom Martín Benítez, en otros tiempos, anunciado en TVE el inicio de los combates de la Guerra del Golfo. España, en un alarde de zeugma, envió a la cantante casi gallega Marta Sánchez para que bailara sobre una fragata o paquebote similar de la Armada española (mil años cantando la misma canción: “en Lepanto la victoria y la muerte en Trafalgar”, ¿no se cansan?). Hermida y Benítez llegaron a competir y casi a darse codazos a ver quién decía más y a tiempo, o a destiempo. Benítez era amigo: acababa de hacer con él una campaña de publicidad para anunciar la llegada del nuevo DNI, primera vez que se renovaba desde que existía. La mayor novedad fue la desaparición de la huella dactilar, estéticas y tecnologías avanzadas aparte, que también las había.
Con la Guerra del Golfo no hubo muchas protestas. Digamos que se mantuvieron las formas bajo el lema “el petróleo es nuestro y no de los moros” “El morito cabrón” así se lo dijo Juan Carlos I a una persona que acompañé a Zarzuela años después. Siempre el morito es cabrón para ciertos occidentales. ¿También los que se mueren a centenares, en una inestable balsa camino de Canarias? El cristiano cabrón, puede que digan ellos, y con más razón que nosotros. Siempre los puñeteros conflictos entre religiones, por eso la categórica afirmación del inicio. Me bajé de ellas hace muchos años: era un tren jadeante y absolutamente equivocado. Que se peleen esos hombres demediados a ver quién la tiene más grande: la religión. Yo, mujer atea.
La humanidad nunca ha dejado de estar en guerra. Desde sus orígenes. “Es una afirmación que huele a sentencia intransigente,” me dice un optimista rousoniano sin nombre. “Estas desgracias tienen su origen en el patriarcado todavía dominante,” me suelta Aurora como si yo tuviera la culpa de algo: quizás no culpa pero sí responsabilidad, como hombre, como persona, como idiota patológico. “Tienen razón los mexicanos” reclama un arúspice aficionado. “Tendrán que pedir perdón los españoles” “Allá ellos, los que se sientan tales” le digo yo, muy apátrida y más a medida que pasan los años. “Tendrán que pedir perdón” insiste el arúspice, “con sus reyes a la cabeza.” Eso puede ser cierto, porque hay al menos dos reyes, uno ejerciente y otro molestando con sus correrías pasadas y presentes. Es imposible ver un programa de televisión en el que no salga la antigua domadora de fieras. Bueno, hay uno que sí, por ahora, “La Revuelta” de Broncano: “Me está siendo muy útil para entender a mis hijos.” Ella, Silvina, tiene dos, un macho y una hembra, de veinte y veintidós años. Quizás a mí también para comprender lo que no comprendo del mío. Es una forma distinta de contar las cosas que pasan, o, como bien dice él, de hacer comedia , “solo hacemos comedia, nada más.” Pero hay gentes que se empeñan en ver fantasmas; extraña situación la de las audiencias siguiendo cada mañana los índices de audiencias basados en un sistema caduco y de dudosa fiabilidad, pero es el único. Extraña.
Las tropas de Israel se adentran en el Líbano. La ONU se espanta, al menos su secretario general. La ONU nació así, cojitranca y maltrecha. De todas las ensoñaciones de Keynes, es la peor parada, o la más estancada. Me acordé de Jesús Hermida y Tom Martín Benítez, en otros tiempos, anunciado en TVE el inicio de los combates de la Guerra del Golfo. España, en un alarde de zeugma, envió a la cantante casi gallega Marta Sánchez para que bailara sobre una fragata o paquebote similar de la Armada española (mil años cantando la misma canción: “en Lepanto la victoria y la muerte en Trafalgar”, ¿no se cansan?). Hermida y Benítez llegaron a competir y casi a darse codazos a ver quién decía más y a tiempo, o a destiempo. Benítez era amigo: acababa de hacer con él una campaña de publicidad para anunciar la llegada del nuevo DNI, primera vez que se renovaba desde que existía. La mayor novedad fue la desaparición de la huella dactilar, estéticas y tecnologías avanzadas aparte, que también las había.