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Heidi desatada

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La presidenta de la Comunidad está que trina y salvajemente desatada. Está muy nerviosa por los delitos confesados por su novio y enfermizamente obsesionada con el presidente del Gobierno de España.

En su estrafalaria carrera para ser candidata de su partido a la Moncloa, está cada día más inquieta y sale despavorida de todos lados como si la persiguiera un perro poco ladrador y mucho mordedor. Un perro Sánchez. Un castizo y chulo madrileño muy madrileño y mucho madrileño. 

Como se despiste el presidente del Partido Popular, la susodicha lo defenestrará de la cúpula de Génova en un santiamén. Los de la sede del PP en la calle Génova son muy forofos de la Cosa Nostra. Quizá por eso se decidieron por un edificio situado en esta calle con nombre de ciudad italiana que evoca a los espaguetis al dente que también sirven a los populares para ahorcar a sus conmilitones.

Ese edificio que sirve de sede al PP fue comprado con dinero negro, según la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo. Aunque desconozco si con el mismo dinero negro con el que el novio de Ayuso compró su ático de un millón de euros en una exclusiva zona de Madrid. 

Solo falta que Ayuso actúe como lo hizo con Pablo Casado, antecesor de Feijóo en la presidencia del PP, para que su defenestración parezca un accidente a la carbonara en Sicilia o en Génova. La leyenda de la advertencia popular señala que quien se meta con la lideresa acaba en un ataúd a la boloñesa. Blanco sobre negro. 

La susodicha desvarió ayer en la Asamblea de Madrid, en la que se le vio visiblemente nerviosa y alterada. Envalentonada por la persecución político judicial al Fiscal General del Estado, tras desmentir el Ministerio Público las trolas de su novio a través de su abogado, se cree intocable e invencible. Si acabó con Pablo Casado por kao técnico, está convencida de que podrá hacer lo mismo con cualquiera que se interfiera en su camino para llegar a la Moncloa. 

Mira que hay políticas mejores que ella en su partido, pero ninguna tiene un club de fans tan fanático y ultra como ella. Ayer se despachó a gusto en la Asamblea de Madrid llamando okupa al gobernador del Banco de España y de paso frivolizando sobre un grave problema para los suyos.  Como cuando su partido utiliza inmoralmente a los muertos por terrorismo en la propia cara de las víctimas. Nombra la soga en casa del ahorcado y se limita a emular a Pedro Sánchez con discursos que le prepara el impresentable Miguel Ángel Rodríguez. 

Si Sánchez habla de la corrupción del PP de la A de Ayuso a la Z de Zaplana por esa condena de esta semana al ex presidente de la Comunidad Valenciana y ex ministro portavoz de Aznar, ella repite lo mismo pero cambiando su A por la de Ábalos y la Z por la de Zapatero, que paradójicamente ha sido el único presidente de España al que no le han imputado ningún ministro en los últimos cuarenta años. En la casa de la herrera Ayuso comen con cuchara de palo. Sus ejemplos forzados son inútiles, ridículos e hilarantes. 

La presidenta no se cortó un pelo (su anterior novio era peluquero) y subió la intensidad de sus insultos a los dirigentes socialistas y al resto de la izquierda, a los que llamó estalinistas, mafiosos, tiranos y caraduras. Este último calificativo dedicado a García Ortiz fue el más suave. 

Eso le ocurre a menudo a la presidenta de la Comunidad cada vez que se mira al espejo y se describe a sí misma. Y eso lo dice la mujer que vive en un piso de un millón de euros comprado a tocateja por el delincuente de su novio, que reconoció ante Fiscalía y Hacienda al menos dos delitos fiscales. Quizá de ahí le viene la inquina a García Ortiz. 

A pesar de todo eso, los hooligans de su club de fans la siguen defendiendo a ultranza y aplaudiendo hasta con las orejas, como si ellos también disfrutaran de un ático millonario y de una vida de lujo asiático suntuoso. A la doña le sobran palmeros y le falta sentido común. 

La derecha ultra española cree en su falsa superioridad moral. Ayuso profirió muy nerviosa una sarta de insultos, ofensas y descalificaciones a sus adversarios más directos sin ton ni son concentrados en menos de un minuto, como una Heidi pizpireta y descerebrada. 

Debe tener complejo de Electra con Pedro Sánchez, aunque este no tenga edad ni ganas de ser el padre de la presidenta de la Comunidad. Su obsesión es morbosamente enfermiza y ya se le nota en sus encendidos y teatralizados monólogos dignos de Ionesco. 

Ayer mismo también un grupo de estudiantes de la Universidad de Navarra, del Opus Dei, regaló al ministro Marlaska una serie de insultos made in Ayuso. Estos malcriados majaderos niños de papá llamaron maricón, hijoputa y corrupto al titular de Interior con el mismo estilo burdo y faltón de la niña del exorcista de Chamberí.

Esta es la mala educación de la chabacana y zafia ultraderecha española, que se mama en familias bien y de orden y se aprende en las universidades privadas dirigidas por la extrema derecha eclesiástica. 

Es lo que hay. Y lo peor es que, además de estos iluminados, tenemos que soportar también a sus aduladores palmeros con sus risas falsas y enlatadas. El show ha comenzado, el circo abre sus puertas. Entramos en el más difícil todavía. 

La presidenta de la Comunidad está que trina y salvajemente desatada. Está muy nerviosa por los delitos confesados por su novio y enfermizamente obsesionada con el presidente del Gobierno de España.

En su estrafalaria carrera para ser candidata de su partido a la Moncloa, está cada día más inquieta y sale despavorida de todos lados como si la persiguiera un perro poco ladrador y mucho mordedor. Un perro Sánchez. Un castizo y chulo madrileño muy madrileño y mucho madrileño.