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Lucha de clases

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Ya lo vaticinaba Warren Buffett cuando aseguraba que “…por supuesto que hay lucha de clases y los ricos la estamos ganando…”, lo cual, como no podría ser de otra manera, no aporta sorpresa alguna. No obstante, lo que sí parece que se está despertando es la conciencia de un necesario nuevo pacto social por el progreso y el desarrollo para que todas las partes avancen al unísono de acuerdo con sus posibilidades, sin que se produzca una mejora sustancial de una con el empeoramiento progresivo de otra.

Sin querer asustar, y mucho menos parecer un mueble viejo en una exposición de vanguardia, no debemos olvidar que la lucha de clases ha sido un tema recurrente en el análisis socioeconómico. Sin embargo, a pesar de los avances en la comprensión de las dinámicas económicas y sociales, sigue siendo un concepto fundamental para entender las tensiones y conflictos dentro de las sociedades modernas, ofreciendo dosis de temor por el radicalismo de las posturas y la propensión a ofrecer visiones y soluciones populistas, que lo único que ofrecen es endulzar oídos y promulgar odios con propuestas vacías de contenido. Por ello, no está de más recordar que, desde una perspectiva económica, la lucha de clases se refiere al conflicto entre los diferentes estratos sociales por el control de los recursos y la distribución de la riqueza. Este conflicto surge de las desigualdades inherentes al sistema económico y se manifiesta de diversas formas a lo largo del tiempo y en diferentes contextos. En el corazón de esta lucha se encuentra la disparidad en la distribución, promocionando concentración, lo que termina por crear tensiones sociales.

Teóricamente, y más ahora que el tema de la evolución de la productividad salta a un primer plano informativo, en un mercado libre y competitivo, los salarios tienden a igualarse al valor del producto marginal del trabajo. Sin embargo, esta teoría pasa por alto las asimetrías de poder entre empleadores y empleos, así como la influencia de otros factores, como es el impacto de la globalización o la tecnología en la determinación de los costes laborales. En la actualidad, dado el incremento de la brecha en lo que a la distribución de la renta se refiere, la lucha de clases se manifiesta en diversas formas, donde el binomio negociación-presión sigue siendo el eje principal de actuación. No obstante, aparece otro fenómeno, como es la eliminación del agradecimiento incuestionable de tener un lugar donde desarrollar un trabajo eligiendo la pasividad frente al ofrecimiento. Me explico.

Tradicionalmente, la conjunción de la frase “los empleos los crean las empresas” con la de “si no quieres hacerlo, ahí fuera hay más que sí lo harán” crea un caldo de cultivo cercano a la sumisión. No obstante, ahora mismo, no se ve tan claro, ya sea por los sistemas existentes de protección social o por la presencia de una rebeldía necesaria que todo cambio social impone, para así poder vivir en un lugar donde el sacrificio y el esfuerzo debe ser recompensado, eliminando la apropiación del excedente solo por una de las partes dejando a la otra a dos velas. Por esa razón, es cierto que las empresas generan el empleo, pero las plantillas el rendimiento porque, por mucho que se produzca, si al otro lado del mostrador no hay nadie, es como gritar en un barranco y esperar que el eco nos responda.

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