Mafia
La dirigencia de Coalición Canaria se ha molestado porque Santiago Pérez los llamó “mafia”, contestando a un insulto anterior de José Alberto Díaz, tras su frustrada maniobra para tratar de impedirme usar la palabra en el Pleno de La Laguna.
Dice el diccionario de la lengua de la Real Academia Española, en su tercera acepción, que “mafia” es un “grupo organizado que trata de defender sus intereses sin demasiados escrúpulos”.
Y no se me ocurre mejor manera para definir lo que ha hecho Coalición Canaria conmigo después de escribir una parodia sobre las excusas de Javier Abreu tras su declaración en el caso Reparos, asegurando tener en un pendrive que sigue sin encontrar las amenazas que jura haber recibido.
Después de un mes y medio llamándome homófobo, miserable, impresentable, xenófobo, machista, masón, chusma, gentuza, basura, asquerosete, o gilipollas que no sabe leer ni escribir… su estrategia era culminar con una reprobación en el Pleno.
Pero como la campaña de manipulación era tan evidente se quedaron solos a última hora, se asustaron y decidieron retirarla para que no pudiera defenderme.
Comenzaron tratando de reprobarme por un falso ataque homófobo, luego pasaron a hacerlo por un teórico uso de la condición sexual de Abreu, más tarde hablaron de falta de ética, y finalmente retiraron la moción que había traído Sergio Alonso para reprobarme por una “cuestión de mal gusto”.
Pero no vino. Se rajó Sergio Alonso, que ya me había condenado sin derecho a la defensa, por una cuestión de mal gusto dice, el hermano del que aseguró que “aquí no somos negros, somos personas normales del Estado español”.
Se rajó porque no quería debatir conmigo. Y porque en el fondo les daba igual lo que pasara en el Pleno. Su objetivo era impedir a toda costa que Santiago Pérez fuera senador, y que se hablara del caso Reparos (o cómo los tres últimos alcaldes de CC en La Laguna convirtieron al municipio en un paraíso de ilegalidad en materia de contratación pública).
Para ello no tuvieron escrúpulos en dedicarme grandes titulares a cuatro columnas, llamándome homófobo de forma reiterada; ni tuvieron escrúpulos en promover mi reprobación un mes y medio después de jalear el insulto a pecho descubierto.
Entre ellos un señor conocido como juanroquito por sus amigos de Twitter, que dejó el Ayuntamiento de La Laguna tras la extraña desaparición de tres millones de pesetas de las gavetas de su Concejalía; otro señor, al que al parecer acaban de recuperar, que tuvo que ser cesado o dimitió después de entregar un par de talones sin fondos; o una señora que huyó de la Policía después de conducir en dirección prohibida, bajo los efectos del alcohol, y con la que tuvimos una actitud exquisita por simple humanidad…. para hacérselo mirar.
¿Es o no éste un comportamiento mafioso que busca doblegarnos, que aprendamos la lección y nos autocensuremos como lamentablemente han hecho algunos de mis compañeros de Corporación?
¿Es o no un comportamiento mafioso que pretende que dejemos de hacer uso de un derecho fundamental como la libertad de expresión?
Una estrategia que aspira a que algunos aceptemos que la democracia y los votos no bastan para cambiar el poder de manos… el verdadero poder, el que importa de verdad, el que toma las decisiones de calado mientras los demás nos dedicamos a “jugar a la política”.
Si se abre la veda para reprobar a cualquiera de los concejales o trabajadores del Ayuntamiento de La Laguna por su buen o mal gusto, todos podremos hacer lo mismo a partir de ahora.
Y a mí me parecen de mal gusto los casoplones que tienen algunos, los cochazos que gastan, las mariscadas que se pegan en tiempos de penuria para mucha gente, las compañías con quién lo hacen, o que llamándose nacionalistas vayan a la Península a contratar al abogado de Cristiano Ronaldo y luego se lo pasen al cobro a la ciudadanía lagunera.
Y sobre todo me parece una broma de mal gusto, de muy mal gusto, que los dirigentes de un partido que se dice nacionalista sean los hijos de la oligarquía económica y terrateniente de esta Isla, que a su vez es hija de los conquistadores que se repartieron estas tierras allá por los siglos XV y XVI.
Respeto cualquier ideología que respete los principios y valores democráticos. Trabajo día a día con compañeros de partido del señor Alonso, que además de buena gente son magníficos trabajadores. Sin problema ninguno.
Pero el mismo respeto que doy exijo para la honorabilidad y la inteligencia del resto de los mortales, entre los que me incluyo.
No voy a someter mi libertad de expresión a la censura de los inquisidores de pago que tienen colocados en los medios de comunicación. Ni ustedes ni ellos me asustan.
Porque los tiempos en que los caciques de turno seguían disfrutando del poder, ganaran o perdieran las elecciones, y había que quedarse calladitos, afortunadamente ya pasaron a la historia.
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