Espacio de opinión de Canarias Ahora
Las manifestaciones
Primero se negaron los peperos a participar al no figurar la palabra “libertad” y cuando ésta se añadió al lema, exigió la suspensión de los actos; mientras, se ordenaba a los servicios de limpieza de Madrid que retiraran la cartelería de las calles; y en la COPE el bendito, nunca mejor dicho, Jiménez Losantos amenazó a los ecuatorianos que viven en comunidades y ayuntamientos gobernados por el PP para que no asistieran a las concentraciones. A la derechona no le gustaba la manifestación porque no iba contra el Gobierno; como sí iban las cinco o seis organizadas por Alcaraz, para quien el enemigo no es ETA sino Zapatero.También fue un cambio de lema, la mención directa a ETA, lo que apartó a Batasuna de la convocatoria de Bilbao; quedó claro que no está por la labor de condenar los crímenes terroristas. Si de los peperos se sabe, al menos, que quieren tumbar a Zapatero al precio que sea, los batasunos son la leche: a pesar de los muertos puestos sobre la mesa, considera Otegi que el proceso de paz debe continuar, en lo que ETA comunica que la tregua sigue en pie; reservándose, claro, el “derecho” a atentar de nuevo si no van las cosas a su gusto. Tan poco aprecio tienen ETA y Batasuna por las vidas ajenas que convierten en argumento político su capacidad de matar. Lo positivo de esta situación es que los ciudadanos han vuelto a demostrar una madurez que contrasta con la incapacidad del personal político para ponerse de acuerdo. Sabemos que Zapatero ha cometido errores, pero entre ellos no figura el más grave: no intentar poner fin a la violencia. No ha sorprendido que la cosa acabara mal, porque, aun habiendo esperanzas, no era improbable que el intento fracasara dadas sus dificultades, agravadas por el juego a la contra de los intereses políticos a los que habría perjudicado, a los que se ve, el eventual éxito del presidente. Si se fijan, entre los objetivos de las acciones de ETA durante sus largos años de actividad siempre figuró provocar una crisis de Estado para imponerse a gobiernos débiles. El ruido de sables que en ocasiones escuchamos sonaba a los etarras como música celestial. Nunca consiguieron su propósito ante una opinión pública que no perdió los nervios y quizá pensaron que ahora lo tenían a huevo, gracias al despendole del PP contra Zapatero y probaron volando la T-4; nada importante para ellos, de ahí que si Otegi apeló al proceso de paz, ETA aseguró que seguía la tregua como si no hubiera pasado nada.
Primero se negaron los peperos a participar al no figurar la palabra “libertad” y cuando ésta se añadió al lema, exigió la suspensión de los actos; mientras, se ordenaba a los servicios de limpieza de Madrid que retiraran la cartelería de las calles; y en la COPE el bendito, nunca mejor dicho, Jiménez Losantos amenazó a los ecuatorianos que viven en comunidades y ayuntamientos gobernados por el PP para que no asistieran a las concentraciones. A la derechona no le gustaba la manifestación porque no iba contra el Gobierno; como sí iban las cinco o seis organizadas por Alcaraz, para quien el enemigo no es ETA sino Zapatero.También fue un cambio de lema, la mención directa a ETA, lo que apartó a Batasuna de la convocatoria de Bilbao; quedó claro que no está por la labor de condenar los crímenes terroristas. Si de los peperos se sabe, al menos, que quieren tumbar a Zapatero al precio que sea, los batasunos son la leche: a pesar de los muertos puestos sobre la mesa, considera Otegi que el proceso de paz debe continuar, en lo que ETA comunica que la tregua sigue en pie; reservándose, claro, el “derecho” a atentar de nuevo si no van las cosas a su gusto. Tan poco aprecio tienen ETA y Batasuna por las vidas ajenas que convierten en argumento político su capacidad de matar. Lo positivo de esta situación es que los ciudadanos han vuelto a demostrar una madurez que contrasta con la incapacidad del personal político para ponerse de acuerdo. Sabemos que Zapatero ha cometido errores, pero entre ellos no figura el más grave: no intentar poner fin a la violencia. No ha sorprendido que la cosa acabara mal, porque, aun habiendo esperanzas, no era improbable que el intento fracasara dadas sus dificultades, agravadas por el juego a la contra de los intereses políticos a los que habría perjudicado, a los que se ve, el eventual éxito del presidente. Si se fijan, entre los objetivos de las acciones de ETA durante sus largos años de actividad siempre figuró provocar una crisis de Estado para imponerse a gobiernos débiles. El ruido de sables que en ocasiones escuchamos sonaba a los etarras como música celestial. Nunca consiguieron su propósito ante una opinión pública que no perdió los nervios y quizá pensaron que ahora lo tenían a huevo, gracias al despendole del PP contra Zapatero y probaron volando la T-4; nada importante para ellos, de ahí que si Otegi apeló al proceso de paz, ETA aseguró que seguía la tregua como si no hubiera pasado nada.