Espacio de opinión de Canarias Ahora
Música y silbo
Pues vale y pues muy bien, oigan. Uno tiene una especial predilección por la Gomera y por todo lo gomero y hasta ha sido, modestia aparte, el introductor en muchas cocinas archipielágicas, del almogrote, un atrevido enyesque que hace dos décadas casi nadie conocía fuera de las fronteras de la colombina ínsula. Sin embargo, la noticia de la que les cuento me sugiere un par de comentarios. El primero, es el de que el protagonismo del silbo Âo del silbido-en una pieza musical, no resulta novedoso. Ennio Morricone, sin ir más lejos, y aunque existan otros muchísimos ejemplos, lo introdujo en sus más celebradas y famosas bandas sonoras, en colaboración con Sergio Leone. Pongamos ÂPor un puñado de dólares o ÂLa muerte tenía un precioÂ. Por cierto y aunque ya sea un poco tarde para contratarlo, quien silbaba esas populares melodías era un español, un jienense, todavía en activo llamado Kurt (o Curro) Savoy, que es el mejor silbador de la historia. Morricone no dudó a la hora de contratarlo. Seguramente Ây aunque duela en el chauvinismo- Savoy silbaría la música compuesta por la señora o señorita Vega mejor que cualquier natural de Vallehermoso, un suponer. Por otra parte, conviene, a la hora de solicitar de la UNESCO declaraciones rimbombantes, reconocer que el silbo gomero no es una forma de expresión exclusiva, única en el planeta. Al contrario: a muchos pueblos de distintas latitudes enfrentados al mismo problema para comunicarse (las condiciones orográficas) se les ocurrió la misma solución: un lenguaje silbado. De modo que, ahora mismo, además de en La Gomera, las gentes se entienden silbando en unas cuantas regiones del mundo. Si ustedes tienen curiosidad y entran en la página de internet lemondesiffle (el mundo silba) podrán comprobar e incluso escuchar cómo se expresan a través del silbo no sólo los habitantes de la bellísima isla canaria, sino los de Aas, en los montes Pirineos franceses, los de la sierra Mazateca mexicana, los del Nepal (que silban en chepang) y los turcos de Kuskoy. Aunque existen todavía más sociedades silbantes que los investigadores no han registrado aún en sus archivos. En fin. No es por jorobar, pero los méritos son idénticos.
José H. Chela
Pues vale y pues muy bien, oigan. Uno tiene una especial predilección por la Gomera y por todo lo gomero y hasta ha sido, modestia aparte, el introductor en muchas cocinas archipielágicas, del almogrote, un atrevido enyesque que hace dos décadas casi nadie conocía fuera de las fronteras de la colombina ínsula. Sin embargo, la noticia de la que les cuento me sugiere un par de comentarios. El primero, es el de que el protagonismo del silbo Âo del silbido-en una pieza musical, no resulta novedoso. Ennio Morricone, sin ir más lejos, y aunque existan otros muchísimos ejemplos, lo introdujo en sus más celebradas y famosas bandas sonoras, en colaboración con Sergio Leone. Pongamos ÂPor un puñado de dólares o ÂLa muerte tenía un precioÂ. Por cierto y aunque ya sea un poco tarde para contratarlo, quien silbaba esas populares melodías era un español, un jienense, todavía en activo llamado Kurt (o Curro) Savoy, que es el mejor silbador de la historia. Morricone no dudó a la hora de contratarlo. Seguramente Ây aunque duela en el chauvinismo- Savoy silbaría la música compuesta por la señora o señorita Vega mejor que cualquier natural de Vallehermoso, un suponer. Por otra parte, conviene, a la hora de solicitar de la UNESCO declaraciones rimbombantes, reconocer que el silbo gomero no es una forma de expresión exclusiva, única en el planeta. Al contrario: a muchos pueblos de distintas latitudes enfrentados al mismo problema para comunicarse (las condiciones orográficas) se les ocurrió la misma solución: un lenguaje silbado. De modo que, ahora mismo, además de en La Gomera, las gentes se entienden silbando en unas cuantas regiones del mundo. Si ustedes tienen curiosidad y entran en la página de internet lemondesiffle (el mundo silba) podrán comprobar e incluso escuchar cómo se expresan a través del silbo no sólo los habitantes de la bellísima isla canaria, sino los de Aas, en los montes Pirineos franceses, los de la sierra Mazateca mexicana, los del Nepal (que silban en chepang) y los turcos de Kuskoy. Aunque existen todavía más sociedades silbantes que los investigadores no han registrado aún en sus archivos. En fin. No es por jorobar, pero los méritos son idénticos.
José H. Chela