Una vez más el mundo ha sido testigo de la violencia desatada en la Franja de Gaza (Palestina). Con la intervención de una de las mayores potencias militares del mundo que ha causado una auténtica masacre, con centenares de civiles muertos, buena parte de ellos niños y niñas, y miles de heridos. Así como ocasionando una calculada destrucción de infraestructuras básicas, condenando a una mayor miseria a un pueblo atormentado al que Israel aplica un auténtico apartheid, con un bloqueo que impide la llegada de alimentos y medicinas.
Resulta lamentable la actitud pasiva de la comunidad internacional que, una vez más, mira para otro lado. Y da alas al primer ministro Netanyahu que con este conflicto armado consigue aparcar su posible sustitución al frente del Gobierno y, también, su enjuiciamiento por corrupción. Con el tradicional respaldo de Estados Unidos a Israel, que repiten todos sus presidentes, y del que Joe Biden no ha sido una excepción, apoyando su derecho a defenderse de los ataques con cohetes de Hamás, pero no haciendo la menor mención a la agresión militar israelí, con un amplio despliegue de su poderosa aviación. Lo que sí comienza a cambiar es el nivel de apoyo a Israel en el Partido Demócrata y en el conjunto de la sociedad estadounidense: comienzan a abrirse esperanzadoras fisuras en ese muro. Por parte de la Unión Europea, pretendida adalid de los derechos humanos, resulta decepcionante la inacción de sus instituciones y de su responsable de Asuntos Exteriores, Josep Borrell.
En esta ocasión, la escalada bélica vino precedida por la intervención policial contra familias palestinas que rechazaban ser desahuciadas de sus viviendas para ser sustituidas por colonos israelíes -lo que vienen haciendo durante décadas-, el asalto militar a la mezquita de Al-Aqsaa y las movilizaciones de extremistas judíos en sus proximidades llamando al exterminio de los árabes. Y, en la parte palestina, como en otras ocasiones, destaca la irresponsable actitud de las milicias de Hamás al lanzar cohetes contra Israel, con escasa capacidad militar, y que solo sirve para colaborar en la justificación de la brutal actuación israelí.
En la denominada operación Guardián de los Muros se contabilizan por ahora más de 230 muertos palestinos; de ellos, unos 64 son menores de edad. Y una docena de fallecimientos por parte israelí, dos de ellos niños. Todas las muertes, en uno y otro bando, son lamentables y debieron ser evitadas. Lo que no debe difuminar la brutal desproporción Esta nueva escalada bélica solo causa un enorme sufrimiento a la población civil, fomenta el odio entre los dos pueblos y alimenta a los sectores más radicalizados del mundo árabe; alejando, aún más, una solución justa y pacífica de un conflicto prolongado en el tiempo.
Conquista territorial
Distintas cartografías demuestran de forma nítida como el Estado de Israel, por la fuerza y despreciando completamente la legalidad, se ha ido apropiando de Palestina en una progresiva tarea de imparable conquista territorial. Señalaba al respecto el escritor uruguayo Eduardo Galeano en 2014 que ya poca Palestina queda, que Israel, “paso a paso, la va borrando del mapa”. Y añadía que desde el año 1948, “los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo”.
La tregua bilateral alcanzada el pasado jueves pone fin, por ahora, a esta operación militar que duró once días. Y que cuenta con numerosos antecedentes, algunos muy cercanos en el tiempo. Entre ellos, la Operación Plomo Fundido, llevada a cabo a finales del año 2008 y comienzos del 2009. Murieron entonces más de 1.400 palestinos y catorce israelíes. Otra vez la brutal desproporción. El relator especial de Naciones Unidos para los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos Ocupados, Richard Falk, acusó entonces a los dirigentes de Israel de cometer “un crimen contra la Humanidad en Gaza”, asegurando que “deben ser castigados por ello”. Afirmación esta última tan cargada de buena voluntad como ingenua: Israel goza de plena impunidad, pese a las múltiples denuncias por cometer crímenes de guerra y por constantes violaciones de los derechos humanos.
También la denominada Operación Margen Protector, desarrollada desde comienzos de julio a finales de agosto de 2014, con un balance final de 10.000 heridos y más de 2.000 muertos a consecuencia del ataque de Israel; muriendo, asimismo, 66 soldados y cinco civiles israelíes. Y, como sucede ahora, la inmensa mayoría de los fallecidos fueron civiles y entre ellos varios centenares de niños y niñas, a los que Israel considera víctimas colaterales del conflicto. Y hoy, como entonces, se reitera la intencionada destrucción de las infraestructuras de Gaza –agua, electricidad, telecomunicaciones, hospitales o escuelas-, para hacer sufrir a su población hasta el límite.
La comunidad internacional debe comprometerse firmemente para trabajar por la paz, la cooperación y la seguridad en esta zona del mundo, estableciendo un nuevo marco que facilite la convivencia pacífica entre los dos pueblos. La Unión Europea y Estados Unidos, que hasta ahora no han estado a la altura de las circunstancias, tienen muchas responsabilidades y pueden hacer mucho para influir y desbloquear este prolongado conflicto que tanto dolor causa sobre el terreno y tanta indignación entre la buena gente del resto del mundo.
Dos pueblos, dos estados
Un desbloqueo que pasa necesariamente por el reconocimiento de la existencia de dos estados, Israel y Palestina. Cumpliendo así con las resoluciones de la Organización de Naciones Unidas que, sistemáticamente, han sido incumplidas por Israel, como sucede con el Reino de Marruecos en el caso de la autodeterminación del Sahara. Se precisa, asimismo, la colaboración decidida de la comunidad internacional para conseguir mejoras en la calidad de vida de los palestinos, hoy sometidos a condiciones penosas e inhumanas. Estableciendo, en definitiva, las bases adecuadas para alcanzar una paz sólida, justa y duradera en la región.
Como se sabe, Canarias cuenta desde hace muchas décadas con una importante comunidad palestina. En reiteradas ocasiones, desde Nueva Canarias le hemos manifestado nuestra plena solidaridad y participado, junto a distintos sectores de la sociedad de las Islas, en movilizaciones reclamando una paz justa en la zona y el reconocimiento del Estado palestino. Lo volvemos a hacer hoy en medio de estas circunstancias tan dolorosas. Al tiempo que reclamamos del Estado español y de la Unión Europea una acción decidida que acabe con la dramática situación actual y establezca vías de entendimiento que conduzcan a la pacífica coexistencia de los dos estados. Más allá de declaraciones retóricas y buenistas que solo perpetúan el statu quo. No será una tarea sencilla con el lastre de tantas décadas de sufrimiento, odio y muerte. Pero lo que no vale, lo que no es admisible desde un punto de vista ético, es aceptar silentemente lo que hoy sucede y que debiera avergonzar a toda la humanidad.