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Espacio de opinión de Canarias Ahora

Parálisis Canariensis

David Morales

Las Palmas de Gran Canaria —

Recién llegado de un feliz reencuentro con la lejana y todopoderosa locomotora económica China –a la cual, por cierto, el singular presidente Trump trata de frenar por todos los medios mediante la imposición de elevados aranceles a las importaciones de productos chinos desde Estados Unidos, recibiendo Trump como respuesta del gigante asiático su propia medicina-, al regresar al terruño y descender por la escalerillas del avión, uno no puede más que volver a lamentar y percibir que el virus de la parálisis socioeconómica sigue campando por estas islas. Y detectando en el horizonte isleño ciertos nubarrones que podrían facilitar aún más la propagación del mismo.

Por poner un ejemplo de actual parálisis, y con permiso de la RAE, googleen “parque acuático Gran Canaria paralizado” y disfruten del espectáculo: (sic) “La Fiscalía investiga el uso de dinero público…” / “Peligra el parque acuático en Gran Canaria” / “Queremos el parque acuático, pero debe cumplir la legalidad” / “La historia atasca a los parques acuáticos en Canarias” / “El Cabildo tilda de demenciales las acusaciones..” / “El promotor del parque acusa al Alcalde de empecinarse…” / “El proyecto del parque acuático sigue adelante pero con refriega política” / etc, etc, etc. Hagan ahora el ejercicio de sustituir parque acuático y Gran Canaria por hospital, colegio, mercado de abasto, residencia de ancianos, hotel, parque eólico, reserva natural,..…principalmente, junto a Gran Canaria, en Tenerife, Lanzarote y Fuerteventura, y seguro coincidirán conmigo en que cualquier combinación de términos les resulta de lo más habitual y conocido.

Una década se cumple desde que estallara en Estados Unidos la última gran crisis económica que generó el conocido tsunami económico, financiero y social que dejó por todo el planeta un reguero de víctimas sin hogar o sin trabajo, las dos necesidades más básicas y morales –además de la asistencia sanitaria- para cualquier ser humano. Tsunami que por supuesto también arrasó Canarias, región en la que pasamos ¡en sólo dos años! de una tasa de desempleo de un 11% (unos 110.000 desempleados) en 2007, a un 27% (285.000 parados) en 2009. Y así progresivamente al alza hasta llegar en 2012 y 2013 al pico máximo de paro en estos últimos diez años, con un 33%, esto es, ¡¡370.000 desempleados en Canarias!!

Una brutal destrucción de más de 250.000 puestos de trabajo en un corto período de cinco años en estas nuestras frágiles islas ultraperiféricas, aderezada además con los sonrojantes “liderazgos” –muchos de ellos vergonzosamente para nosotros aún vigentes- de Canarias en todos los rankings e indicadores negativos en materia de bienestar y desarrollo socioeconómico: tercera tasa de paro más alta de toda la Unión Europea en 2012; ¡líder europeo en 2014 en tasa de paro juvenil, aún actualmente en 2018 con un 50% de la población joven –por debajo de los 25 años- sin posibilidades de empleabilidad; fracaso escolar; comunidad autónoma “líder” en Sanidad en lo que a listas de espera de consultas de especialitas y operaciones quirúrgicas; Comunidad Autónoma con mayor riesgo de pobreza y exclusión social (un 45% de la población de las islas); universidades canarias a la cola del U-ranking de universidades españolas; ;..….mejor no seguir enumerando, y todo ello a pesar de los denodados esfuerzos de la mayoría de los equipos rectores –profesionales- en cada uno de esos ámbitos.

En términos de desempleo, por supuesto reconforta saber que de esos 370.000 parados de 2012 y 2013, actualmente nos movemos en torno al 20%, con unos 220.000 canarios sin tener aún la oportunidad de incorporarse al mercado laboral. Pero ojo que, por un lado, parte de ese descenso se produce tras la emigración de un destacado volumen de población al que no quedó más remedio que hacer las maletas para probar fortuna en otras partes del mundo (más doloroso aún si cabe para los propios canarios que han tenido que dejar atrás su tierra). Y ojo también, como señal de alerta cara al futuro más inmediato, a que en el recién finalizado mes de julio, en Canarias se han destruido 4.300 empleos, casualmente en sintonía con el descenso que empieza a producirse (¿nueva crisis a la vista?) en lo que a la llegada de turistas a las islas se refiere, con unos 120.000 visitantes extranjeros menos en Canarias en el primer semestre de 2018 respecto al mismo período del año anterior.

A pesar de los vacuos a la vez que grandilocuentes discursos políticos en torno a la intencionalidad (sólo eso) de diversificar nuestra economía como fórmula para generar empleo y mayor renta per cápita en las islas (también seguimos en el vagón de cola respecto a la media del país), normal por tanto que en una región que sigue empeñada en vivir casi en exclusiva del monocultivo del Turismo, el empleo se resienta ante los primeros síntomas de “resfriado” y contracción de la demanda turística internacional y nacional, toda vez destinos competidores –especialmente Turquía y su costa mediterránea- son capaces nuevamente de atraer y “robarnos” turistas ofreciendo no sólo una planta alojativa mucho más moderna y de calidad, sino también mejor oferta complementaria de ocio, zonas públicas impecables, mejor actitud de mimo, atención y servicio al turista por parte de las autoridades públicas, y en definitiva, una mejor relación calidad-precio de su destino en general frente al nuestro.

Porque a estas alturas del siglo XXI, que nuestras administraciones públicas sigan pensando que sólo con los parámetros de buen clima y seguridad tenemos el lleno y el éxito turístico garantizado, y que la cuestión de presentar un destino físico impecable, sin carreteras llenas de baches o jalonadas por mares de plástico, ruinas, vegetación muerta, laderas “basureros” y farolas rotas no resulta estratégico para captar y retener a nuestros turistas es, sencillamente, de ilusos.

Uno de los problemas en Canarias tanto para consolidar y mejorar nuestra industria turística, como para poder diversificar la economía a ramas y actividades empresariales de los sectores primarios o industriales, radica de manera generalizada en que la Administración Pública y al menos una parte de los actuales gobernantes que la controlan y dirigen siguen considerando que la sociedad en general, y en especial los empresarios y autónomos auténticos generadores de empleo, están a su servicio, y no al revés. Situación agravada a su vez por los conflictos políticos entre los tres niveles de administración pública en las islas (Gobierno, Cabildos y Ayuntamientos) por el simple hecho de torpedearse entre sí desde el mismo momento en que sus regidores no pertenezcan al mismo signo político, no haciendo prevalecer el bien e interés común de nuestra sociedad.

Craso error, y así nos va. Con empresarios inversores de otras latitudes que ni siquiera se atreven a acercarse a nuestra tierra conscientes de la maraña y entresijos políticos o burocráticos con los que van a tener que lidiar durante no años, sino décadas, para desarrollar cualquier proyecto empresarial. O con empresarios inversores de las islas aburridos de continuos traspiés también políticos o burocráticos (o, aún peor, una conjunción en connivencia de ambos) que acaban provocándoles hastío y llevándose su dinero a otras partes del mundo, generando allí –muy a su pesar por no poder hacerlo en su propia tierra- actividad económica, empleo y riqueza para un sinfín de familias de aquellas coordenadas a las que dirigen sus apuestas inversoras.

En una sociedad seria, es la Administración Pública, con sus gobernantes y las estructuras funcionariales que apoyan y gestionan su actividad política, la que debe estar al servicio de la sociedad a la que se debe y que es la que la ha situado, mediante su voto, en esas posiciones de gestores de lo público. Asesorando o aconsejando a los empresarios inversores respecto a posibles correcciones en sus proyectos de inversión de cara adecuar los mismos a la legalidad y normativas vigentes. Pero nunca torpedeándolos o “guardándolos en un cajón” hasta que se aburran y se marchen. Motivo por lo que personalmente denosto en general el término o vocablo español “funcionario”, al cual ligo semánticamente con lo descrito en el anterior párrafo referido a conflictos políticos, haciéndolo extensivo también a la generalidad de la clase gobernante. Y abogo siempre por utilizar en su lugar el término anglosajón de “civil servant”, o “servidor público”, el cual se define y habla por sí sólo.

De hecho, esta consideración de impunidad y permisividad general que lamentablemente sigue emanando en general del estrato político y burocrático, por supuesto no es un problema endémico exclusivo de Canarias. Lo acabamos de volver a contemplar perplejos todos los españoles en las recientes transcripciones de conversaciones registradas en el marco de la Operación Enredadera contra la corrupción política en la concesión de contratos y servicios públicos. Para los anales de “frases famosas” quedará esa “La Administración soy Yo” con que el Consejero de Fomento de la Junta de Castilla y León responde a un empresario –encima relacionado con la Gürtel- al ofrecer a éste la concesión de la obra de una carretera, e inquirirle el empresario que la propuesta le llegue formalmente por vía administrativa para no levantar sospechas.

Volviendo a China, el régimen político y administrativo que rige los destinos de la primera, de facto, potencia mundial sepan ustedes lo identifico yo no con el Comunismo como tal (excepto en la existencia de un único partido político -¿será por eso lo de su éxito?-), sino con lo que yo denomino “Comunalismo”. Es decir, la búsqueda y desarrollo de proyectos comunes sociales y económicos por el bien de todos, pero ya con el claro marchamo y sello del Capitalismo, incluso con cierto sentido de aperturismo a la propiedad privada de los medios de producción, y basado en el capital y los mercados como fuentes y mecanismos para crear riqueza. Sistema propio –al menos teóricamente- de nuestra sociedad occidentalizada.

Y dimensiones y recursos de todo tipo aparte, el parámetro que si es comparable entre Canarias y China es el de la actitud gubernamental de cara al futuro. Aquí, parálisis de las instituciones. Allí, instituciones locomotoras.

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