El PP y el Rey

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“Desde la Comunidad de Madrid queremos reivindicar la unidad de España, la soberanía del pueblo, la Constitución y el papel del Rey. ¿Qué va a hacer el Rey de España? ¿Va a firmar esos indultos? ¿Le van a hacer cómplice de esto?”. Esta incendiaria soflama es de Isabel Díaz Ayuso, la nueva musa de la ultraderecha española desde que Pablo Casado se ha dedicado a flirtear con Vox, dejándose seducir por sus cantos de sirena. Díaz Ayuso invitó al Rey a eludir su función constitucional al sugerir que no debería firmar la medida de gracia, como sería su obligación. Y se quedó tan ancha.

Como es sabido, la presidenta de la Comunidad Madrid pronunció estas desafortunadas frases ante la puerta de la sede popular de la calle Génova el pasado domingo, en el contexto de una fallida convocatoria de rechazo a los indultos a los políticos condenados por el procés. Detrás suyo se encontraban, flanqueándola y blanqueándola, el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, y el portavoz del partido, Martínez-Almeida. A su alrededor se encontraban decenas de cargos públicos y ninguno pestañeó, siquiera.

Al día siguiente, varios portavoces del Partido Popular se han desmarcado de la declaración de Díaz Ayuso, para recordar lo obvio. Lo evidente, como ha recogido el reputado periodista JA Zarzalejos, es que Felipe VI es el Rey de una monarquía parlamentaria y firmará los decretos de indulto si así lo acuerda el Consejo de Ministros. Esa firma es un acto debido, constitucional, que no solo no le humilla ni le hace cómplice de nada que no sea el cumplimiento de la ley, concluye Zarzalejos, a quien no se puede tildar de antimonárquico, precisamente.

Lo cierto es que el Partido Popular ha comenzado a recular, pero con la boca chica. La razón es que ya anida en su interior el peligroso virus que inocula la extrema derecha a todos los que se le acercan: el autoritarismo, la demolición de la democracia desde dentro y las tentaciones anticonstitucionales. El Partido Popular se alejó de la moderación, arrojó a la papelera el sentido de Estado y coquetea con la ultraderecha para intentar alcanzar un sueño imposible de alcanzar: gobernar el país con su apoyo, como ya hace en Madrid o en Andalucía.

A pesar de todo, los demócratas no renunciamos a atraer de nuevo al Partido Popular hacia posiciones de derecha y centro-derecha homologadas en la Unión Europea. Para ello, Pablo Casado debe mirarse en Núñez Feijóo, quien bloqueó el ascenso de la extrema derecha en Galicia alejándose de ella. En cambio, Ayuso la mantuvo a raya en Madrid mimetizándose con ella, y la razón es que ella es extrema derecha. Este es la trampa que se ha tendido el Partido Popular a sí mismo, por lo que está a un paso de convertirse en una formación antisistema.

El Partido Popular se ha apuntado desde hace algún tiempo a defensor de la institución de la Corona y del Rey, pero, visto lo visto, imagino que el monarca estará deseando gritar lo mismo que aquel que, después de una nefasta defensa de su abogado y en el turno de última palabra, le pidió al juez que, por favor, urgentemente le nombraran un nuevo abogado que le defendiera del que acababa de intervenir. Así que, si quiere apuntarse a patriota de verdad, el Partido Popular ha de volver sobre sus pasos, alejarse de la ultraderecha, acatar el dictado de las urnas, reconocer la legitimidad del Gobierno de Pedro Sánchez, respetar las instituciones democráticas y abrazar la Constitución.

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