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Puntualizaciones

Otra cosa es hablar de “mamones”, de la “rapiña canariona”, del engaño a los turistas a los que se estafa con publicidad engañosa; o mentir acerca de la peligrosidad de sus playas y despreciar abiertamente sus producciones agrarias. Añade a su amplia panoplia de insultos ataques directos a sus bases económicas. El eslogan “a los canariones ni agua, con los canariones ni a misa” lo resume todo.

Convertir en problema político constituyente el “Gran” porque Tenerife tiene 500 kilómetros cuadrados más (un poco menos en marea baja) sólo ofende a los grancanarios por cuanto la neurona pepitiana, de tanto darse de golpes en su soledad dentro del cráneo los supone molestos con lo que la Naturaleza dispuso.

Respecto a la libertad de expresión. El Parlamento tiene tanto derecho a ella como El Día. El mismo derecho que la gente de la cultura tinerfeña a la que amenaza con poner en la picota porque no lo secundan. Nadie le prohíbe que diga lo que le parezca; sí dejar claro que institucionalmente no se comparten sus propuestas y se repudian sus insultos. La actitud de Paulino, la ausencia en el pleno de Zerolo y los intentos barraganes de omitir la mención expresa a El Día muestra que cuenta con adeptos. Desde luego no mejorará mi opinión sobre esa cámara esperpéntica el estar de acuerdo con una declaración que, creo, llega tarde porque el mal ya está hecho.

Hay quienes proponen que se le retire a El Día las subvenciones y la publicidad institucional. Aquí conviene aclarar que tiene derecho a las subvenciones como la actividad industrial que también es. No sería justo castigar a los trabajadores de a pie que nada influyen en los contenidos. El mismo criterio debe aplicarse a la publicidad institucional. Si reducción hay (cosa que dudo, para qué engañarnos), debería consistir en darle el mismo tratamiento a los demás. El Día, no nos engañemos, es el favorito del mismo Gobierno que ignora a los medios menos complacientes. Su edición de ayer, sin ir más lejos, ofrecía un encarte de la Consejería de Turismo. Muy oportuno, sí señor.

Otra cosa es hablar de “mamones”, de la “rapiña canariona”, del engaño a los turistas a los que se estafa con publicidad engañosa; o mentir acerca de la peligrosidad de sus playas y despreciar abiertamente sus producciones agrarias. Añade a su amplia panoplia de insultos ataques directos a sus bases económicas. El eslogan “a los canariones ni agua, con los canariones ni a misa” lo resume todo.

Convertir en problema político constituyente el “Gran” porque Tenerife tiene 500 kilómetros cuadrados más (un poco menos en marea baja) sólo ofende a los grancanarios por cuanto la neurona pepitiana, de tanto darse de golpes en su soledad dentro del cráneo los supone molestos con lo que la Naturaleza dispuso.